Familias del vino

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Existen apellidos que son sinónimos ineludibles de vino. Generaciones que parecen llevar en su ADN taninos y antocianos. Repasamos algunos de los nombres propios del vino de la mano de 6 familias que tienen historia y vinos para rato. 

El legado de un ilustre apellido puede ser un fardo muy pesado y a la vez un privilegio al alcance de muy pocos. En el vino, por ejemplo, es una garantía de continuidad, es tradición, es historia y solvencia para muchos de los que lo consumen. 

Hay gente que elige los vinos por una etiqueta, otros por marca, por su origen, por precio. Y entre todas las posibles combinaciones, lo cierto es que muchos eligen por la sonora familiaridad de ciertos apellidos que llevan implícito fama, admiración o prestigio. 

Ya sean grandes o pequeñas, centenarias o modernas, entre las muchas familias del vino hay ejemplos paradigmáticos de lo que significan apellidos como Torres (ligados al vino desde hace más de tres siglos) o López de Heredia (toda una institución e historia viva de Rioja) y ejemplos de la historia reciente como en el caso de los García o los Moro en una denominación joven como Ribera del Duero.

La familia como concepto, dentro y fuera del vino, no es fácil de gestionar y mantener “unida” con el paso del tiempo. Existen muchas bodegas en todo el mundo con apellidos que quedaron como el mejor vestigio de un tiempo pasado, bodegas que han pasado de mano en mano frente al empuje de grandes inversores y grupos multinacionales del vino. Aquellas que logran lo imposible, mantener su accionariado y gestión en manos de miembros de una misma familia, son pocas y su supervivencia depende en gran medida de su capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos sin perder de vista el legado de sus antecesores. 

Un buen ejemplo de esta complicada empresa la tenemos con nuestros vecinos en Champagne, en el que resulta complicado encontrar una gran maison que siga siendo 100% familiar y que no se haya integrado en grupos internacionales. Pocos funcionan como Pol Roger que tienen nada menos que cinco generaciones y 160 años de historia como independientes. 

Rioja concentra por historia muchas de las grandes familias del vino. Los Muga, Vivanco, Eguren e incluso bodegas cuyo apellido familiar no aparece en las etiquetas. Es el caso de una de las más conocidas fuera de nuestras fronteras, Marqués de Cáceres, cuya familia, los Forner, lleva ya cinco generaciones en el negocio del vino. Pero existen otras zonas vinícolas como Jumilla en el que podemos encontrar grandes ejemplos, con la familia Gil al frente de Gil Family States, quienes desde 1916 llevan con orgullo un apellido que es conocido por los enamorados del vino en todo el mundo. 

Con los valores más tradicionales de la familia se creó uno de los grupos más herméticos del mundo del vino: Primum Familiae Vini, cuyos miembros atesoran en conjunto 2.500 años de tradición y experiencia. Se trata de un selecto club privado que incluye actualmente a las bodegas Joseph Drouhin, Familia Torres, Marchesi Antinori, Tempos Vega Sicilia, Pol Roger, Baron Philippe de Rothschild, Egon Muller Scharzhof, Famille Hugel, Famille Perrin, Tenuta San Guido, Symington Family Estates y Domaine Clarence Dillon.

En España podemos encontrar una iniciativa similar aunque modesta con la asociación Bodegas Familiares de Rioja. Se trata de una veintena de viticultores y pequeñas bodegas de Rioja que se agruparon en el año 1991 como asociación para defender los intereses del modelo de negocio familiar. Incluye bodegas como D. Mateos (con 7 generaciones a cuestas en Aldeanueva de Ebro) o Finca la Emperatriz de los hermanos Hernáiz

Alvear

Alvear es una bodega familiar en todo su ser ya que lleva casi trescientos años en manos de la misma familia. En la actualidad, es la octava generación la titular de la bodega que hace magia con la Pedro Ximénez. 

El origen de esta familia de bodegueros cordobeses no está en el sur sino en la merindad burgalesa de Trasmiera. Desde ahí pasaron a la localidad riojana de Nájera donde nació Juan Bautista García de Alvear y Garnica, que llegó a ser alcalde del municipio que fue reino en el siglo X y luego trasladado a Córdoba para administrar las Rentas Reales. Ese nombramiento fue clave para la formación de una familia que hoy es una de las más influyentes elaboradoras de vino en España. (emaidsinc.com)  

Su casamiento con una noble cordobesa alumbró al primer miembro de la saga, Diego de Alvear y Escalera que fundó la bodega en Montilla en 1729. Alvear era muy pequeña, un refugio para su creador que disfrutaba como un chiquillo rodeado de botas de vino. Años más tarde se convertiría en el mayor terrateniente del lugar, haciendo crecer el negocio del vino hasta cotas insospechadas. 
No podemos olvidar a Carlos Billanueva, capataz de Alvear en el siglo XIX “fichado” por Diego de Alvear y Ponce de León tras un viaje a Argentina. El argentino tenía la costumbre de marcar con sus iniciales C.B. los mejores vinos. Hoy en día seguimos viendo estas letras en la botella del fino más reconocido de la bodega.

Actual generación de Antinori al frente de la bodega

Antinori

Esta saga, con 26 generaciones dedicadas al vino a sus espaldas, es una de las familias vinícolas más representativas de Italia y elabora algunos de los vinos más exclusivos del país.

Su origen en la industria del vino se remonta a la figura de Giovanni di Piero, quien entró a formar parte de la Arte Fiorentina dei Vinattieri, gremio que agrupaba a los mercaderes de vino de Florencia, en el año 1385. Actualmente es el marqués Piero Antinori la persona que dirige este grupo con el apoyo de sus tres hijas: Albiera, Allegra y Alessia, quienes participan en las tareas de gestión.

Su bodega principal, situada en la Finca Tignanello, está ubicada en los límites de la denominación Chianti Classico, a 30 kilómetros al sur de la ciudad de Florencia. A ella hay que sumarle bodegas en las regiones de Toscana, Puglia, Umbria, Piemonte y Lombardia. Además, fuera de Italia también cuentan con bodegas en Chile, Estados Unidos (Napa y Washington) y proyectos en Malta, Hungría o Rumanía. Entre sus vinos más emblemáticos se encuentran Solaia y Tignanello, considerados por la crítica como dos de los vinos más influyentes de la historia vinícola de Italia, además de representantes de una filosofía que trata de combinar tradición y modernidad.

Chapoutier

Chapoutier da nombre a algunos de los mejores vinos de Francia. El origen de esta familia en el mundo vinícola se remonta al año 1808, cuando se fundó la empresa que supuso el germen de la compañía M. Chapoutier, Calvet et Compaigne; aunque no fue hasta el año 1897 cuando Rodolphe Chapoutier se asoció con el comprador de la empresa anterior para fundar Delépine et Chapoutier, una empresa que pasaría a llamarse después Chapoutier et Compagnie y ya a partir de 1955 M. Chapoutier.

Desde el año 1990, tanto Michel Chapoutier en la parte de elaboración como su hermano Marc en la parte comercial, son los máximos responsables de esta compañía familiar a la que también se ha incorporado ya a las labores de gestión la siguiente generación, personificada especialmente en la figura de Mathilde, hija de Michel.La filosofía de esta casa originaria del Ródano, aunque con bodegas repartidas en distintas regiones vitivinícolas del mundo, se basa en el concepto de ‘terroir’ y en la premisa del cultivo biodinámico, una práctica de la que Michel es defensor a ultranza. Su objetivo con ella es llevar a cabo una agricultura propia del siglo XXI en la que el terruño se exprese de la forma más auténtica posible.

González Byass

Hace casi 200 años, en 1835, Manuel María González fundó en Jerez la que sería una de las bodegas más conocidas del mundo. Todo su conocimiento lo aprendió de su tío José Ángel, su tío Pepe. Bautizó, en honor a él, la solera con la que comenzó su idilio bodeguero y al fino que le llevaría al estrellato universal. 

Por aquel entonces buena parte de los vinos jerezanos viajaban hasta Reino Unido para el disfrute de los británicos, grandes aficionados al dry sherry. González se asoció en 1844 con Robert Blake Byass, su comercial de confianza en tierras inglesas, cuando las primeras botas de Tío Pepe cruzaron el Canal de La Mancha. La alianza entre ambas familias continuó hasta que en 1988 los Byass se retiraron del proyecto, quedando la totalidad de la casa bajo el apellido González.

Hoy es la quinta generación de la familia quien se encuentra al timón de uno de los proyectos con más magia del Marco de Jerez. Una familia comprometida no solo con la viña y la albariza, sino también con su ciudad (colaboran activamente con la conservación del Patrimonio Histórico de Jerez), con el deporte (fundaron la primera Sociedad de Tenis de España y trajeron el polo a nuestro país) y con diversas organizaciones sin ánimo de lucro.

Álvaro Palacios y su sobrino Ricardo en el viñedo de Las Lamas

Palacios

Los Palacios como saga es una de las más influyentes del vino español y mucha de su fama tiene que ver con uno de sus miembros más mediáticos y notorios: Álvaro Palacios.

Álvaro, el creador de L´Ermita, uno de los vinos más reverenciados de nuestra historia, es hijo de José Palacios Remondo, quien ya provenía de una familia riojana con historia y que tras casarse con Carmen Muro trae al mundo nada menos que nueve hijos, de los cuales siete nacieron en la misma bodega y hasta llegaron a trabajar en una tienda familiar llenando pellejos y garrafones antes de salir a estudiar en el extranjero. 

Con apenas 24 años, Álvaro llegó al Priorat con el propósito de elaborar grandes vinos clásicos. Más de 20 años después se ha convertido en uno de los elaboradores más reputados de España. Junto a su sobrino Ricardo Pérez Palacios funda Descendientes de J. Palacios en el Bierzo, donde elaboran vinos codiciados como La Faraona, que alcanzó los 100 puntos Parker en su añada 2014. 

Raventós i Blanc

La familia Raventós es una de las familias con mayor tradición vinícola documentada en Europa. Cuentan con cinco siglos de historia a sus espaldas donde su apellido ha estado ligado a grandes acontecimientos del mundo de la viticultura en Cataluña. 

La finca donde nacen sus vinos, ubicada en Sant Sadurní d’Anoia, ha pertenecido a la familia desde 1497. La experiencia acumulada de más de veinte generaciones dedicándose al cultivo de las mismas tierras les concede el privilegio de conocer con detalle cada uno de sus viñedos: 44 parcelas, cada una con identidad propia, que trabajan con mimo, con un método que persigue la excelencia y la mínima intervención del hombre. 

Los responsables actuales de la bodega, Manuel y Pepe Raventós, hijo y nieto de Josep Maria Raventós, son los encargados de llevar a cabo el deseo del abuelo: convertir la bodega en una marca viticultora de prestigio internacional. Un sueño hecho realidad, ya que sus espumosos se sitúan entre los mejores del mundo

En el año 2012 decidieron abandonar la D.O Cava, con el sueño de crear en un futuro una nueva D.O de vinos espumosos de máxima calidad y de referencia a nivel mundial.

Foto de portada: Familia González con miembros de las familias Gibey y Blyth (Real Bodega de la Concha, González Byass, 1883)