Entrevista a Rafa Cambra

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Rafa Cambra es un hombre discreto. Tal vez del tipo introspectivo, algo romántico a tenor de los nombres y etiquetas elegidos para algunos de sus vinos. Cuando te cuenta las particularidades de su proyecto no puede evitar meter una cita literaria o poética. En esta entrevista me dejó una perla: “El escritor argentino Hugo Mujica decía que la creación es un cálculo, un salto. No sabes a dónde vas y eso es lo bonito”. Rafa Cambra se toma cada vino como una creación, un salto sin red. Y le sale bien, tan bien que es uno de los elaboradores del sureste del país con las mejores puntuaciones Parker por segundo año consecutivo. Que siga saltando, siempre.

Parece claro con tus últimas novedades que has virado hacia la recuperación de variedades minoritarias ¿es así?

Correcto, empecé con la Forcallat, y por una finca que encontré por casualidad descubrí el Arco. Buscaba variedades de la zona en un libro antiguo de enología valenciana y me parecieron curiosas las partes que hablaban de estas uvas minoritarias, uvas como Forcallá, Bonicaire, Arco. Me llamó la atención que quien escribía parecía que lo hacía como un propósito para el futuro.

Lo cierto es que no había una finca donde estuvieran estas variedades juntas en el mismo suelo y es entonces cuando me planteo hacer Casa Boscá y plantar todas esas variedades.

Huevos de hormigón

¿De dónde sale el nombre Casa Boscá?

La finca llevaba ese nombre, tiene nombre de casa porque en Fontanars hay más de 80 casas así, pequeñas y con viña alrededor para elaborar un vino de autoconsumo y de granel. Yo quería recuperar ese concepto, un vino de casa, de una viña que está alrededor de la casa.

Arrendé la finca y la planté. Saqué la Forcallat del viñedo de Antonia, el Bonicaire lo encontré en un campo donde tenía plantado Monastrell y en una esquina pequeña estaba esa variedad. Me enteré porque me lo dijo una persona mayor, y es que antiguamente se mezclaban las variedades en la viña. Arco viene de una parcela vieja que se llama Casa Labor y finalmente y sin querer, me salió una minoritaria que se llama Rojal.

Valencia despunta en los últimos años como una incubadora de proyectos interesantísimos ¿es una afirmación en la que te ves reflejado?

Personalmente, la publicación de Parker ha sido un espaldarazo, igual que para proyectos de colegas como Celler del Roure o Los Frailes. Es bonito que ahora le den el protagonismo a la zona, que se pueda ver de verdad su potencial. Salvando las distancias es como lo que ha pasado en Gredos y creo que esto es muy importante para nuestra zona.

¿Desde que te conocimos hasta hoy hay algo que haya cambiado en tu filosofía de elaboración de vino?

Intentas hacer los vinos más finos, extraer menos, es claramente producto de una evolución como elaborador, porque es algo que yo valoro también en otros vinos. Considero que como elaborador tienes que evolucionar sí o sí. Si bien es cierto que una bodega que a mi personalmente me marcó mucho, López de Heredia, no ha cambiado, pero no se puede comparar a nada.

Yo empecé en 2001 con la juventud y a veces no sabes a dónde vas, considero que encontrar tu propio camino requiere algo de tiempo. Y el camino de mi zona debe ser un mediterráneo fresco.

A veces me pregunto por qué aquí no triunfan los rosados con el clima que tenemos. Debería ser como en Provenza. Creo que nuestros vinos tienen que ser claramente mediterráneos, que tengan una cierta madurez que yo denomino sexy, que se note que vienen de un calor, que sea una fruta dulzona. Pero que no sea en ningún caso pastosa, que no lleguen a los 15 grados, que sean bebibles a base de frescura.

¿Cómo se puede hacer un vino tan bueno como Soplo en esas cantidades y con ese precio?

(Se ríe). Soy un defensor del vino joven, un vino apetecible, ligero, que además está en hormigón y en tinas, son contenedores más grandes, que aligeran los costes. La realidad es que prefiero defender el valor de mi uva en una botella y no malvenderla. Hay que poder ofrecer un vino que sea como cuando vas a un restaurante y pides el menú del día. Tal vez no ganes mucho dinero pero eso hace que el sitio se te llene y las cosas se muevan. Soplo me ha abierto muchas puertas.

¿Percibes un cambio en los gustos de los españoles a la hora de beber vino o crees que todavía estamos en el estadio de riberitis/riojitis?

Sí, creo que ha habido un cambio. Pero pienso que los cambios no deben ser agresivos, pero creo que poco a poco la gente comienza a valorar más estos pequeños proyectos, lo noto en las visitas a bodega. No me gusta imponer, creo que el cambio debe de ser gradual, más que imponerse hay que seducir.

Lo que si puedo apreciar es que en Valencia, a nivel local, han cambiado mucho las cartas de vino en los restaurantes y esto es positivo. Hay que lograr que a la gente le apetezca conocer más vinos no por una moda o por esnobismo, más bien por placer. La gente asocia esta zona a un día bonito en el mediterráneo, vida de montaña, vida de interior, corren, compran vino. La palabra clave es seducir.

Racimo de Forcallat

¿Qué inspira a Rafa Cambra vinícolamente hablando?

Es una buena pregunta. Lo bonito del campo es simplemente vivirlo, no me como la cabeza demasiado. Lo de la variedad Arco me lo pensé muchas veces y finalmente me decidí por la sensación que me transmitían las cosas. Salen del vivir, de tocar el suelo. A mi me agota el pensamiento de entregar lo que quiere el mercado, me parece que es forzar. Lo que es natural, lo que te sale del corazón, siempre es bueno.

¿Qué haces cuando no estás elaborando vino?

No tengo vocación pero me encanta leer, me encantaría ser escritor. La lectura me llama, es bonito saber de otros mundos. Me gusta el arte, la arquitectura, aprovecho para empaparme de todo lo que no veo a diario y valoro lo que hace otra gente. La última vez que vine a Madrid me pasé todo el domingo en el Reina Sofía y eso me inspira y me abre la mente, te hace pensar en otras cosas.

¿Hay algo que tengas como asignatura pendiente?

Pues ahora hay algo así como una antimoda por la Cabernet y no quiero dejar de elaborarla, quiero hacer algo distinto. Sé que ahora no se busca, pero leyendo un artículo sobre los supertoscanos me decidí a elaborarlo de forma distinta y probar. Creo que hay que separarse también de las opiniones y saber aislarse.

Casa Boscá está en un suelo pobre y le di muchas vueltas, era una lástima tener ese suelo y no plantar variedades autóctonas para encontrar la tipicidad. Empecé plantando en un terreno virgen y me llevó tres años. Es a partir del 2015 cuando empecé a elaborar y no sabía qué aromas sacaría, si iban a tener finura… esto es la grandeza del vino.