Dos estilos de tintos: atlánticos y mediterráneos

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De entre todas las posibilidades que tenemos para elegir y entender un vino (la variedad empleada, la zona, el precio, el tipo, la marca, etc) existe un criterio que no siempre se tiene en cuenta y que resulta interesante conocer porque nos puede dar una buena pista del estilo de vinos que nos suelen gustar o no. Se trata de la diferenciación entre vinos de perfil atlántico y vinos de perfil mediterráneo. El vino es un producto de la naturaleza y los mares que nos rodean, el Atlántico y el Mediterráneo, tienen una influencia espectacular en el resultado final que degustaremos en nuestra copa.

Si por ejemplo, el vino que siempre nos atrae, es más bien fresco, ligero en boca y con una acidez marcada, es más que probable que se trate de un vino de perfil atlántico. En el norte de la península y especialmente en Galicia y toda la cornisa cantábrica, es fácil comprobarlo. Lauren Rosillo, enólogo y asesor técnico en diferentes zonas geográficas nos lo explica: “Las variedades se adaptan a sus zonas y en el caso de los vinos de perfil atlántico, las uvas combustionan menos ácidos, tienen maduraciones más lentas y por tanto, menor grado alcohólico. Esto en un vino se traduce en una boca más ligera y fresca, de mayor acidez y un paso por boca más profundo que largo. En nariz suelen ser más austeros, con la fruta más fresca y los tonos flores más sutiles”.

Por su parte, cuando hablamos de corte mediterráneo en los vinos, nos estamos refiriendo a las características comunes que presentan los vinos que se producen bajo la influencia climática de este mar . Si bien es cierto, que como ocurre con todas las generalizaciones, nos pueden llevar a error, habitualmente estos vinos presentan un mayor volumen de alcohol y cuerpo. (Ar15discounts.com) De estos vinos también se predica que son opulentos, en cuanto a que todos sus matices se presentan en abundancia: frutas maduras o notas herbáceas.

Las horas de sol que reciben estos viñedos plantados en el arco mediterráneo e incluso a cientos de kilómetros del mar producen una madurez muy marcada de las uvas, reflejándose posteriormente en vinos con una potente carga frutal.

Para luchar contra la madurez excesiva de las uvas, que pueden dar notas demasiado compotadas, las vendimias se ajustan temporalmente al momento óptimo y también se buscan parcelas que aporten frescura al vino en zonas más altas o en umbrías.

La baja pluviometría es otro de los condicionantes de estas zonas, un factor, que en ocasiones favorece que los viñedos desarrollen unas largas raíces para alcanzar reservas de agua en el subsuelo y produzcan, por este llamado “estrés hídrico”, frutos muy concentrados.

La rotundidad en sus formas de los vinos que calificamos como de corte mediterráneo los acerca a muchos consumidores que aplauden su concentración y sabrosura. Grandes ejemplos de los vinos mediterráneos los encontramos en los elaborados con Monastrell en Murcia, variedad totalmente adaptada a sus exigentes condiciones climáticas. También con la Bobal, que tanto agradece los calores de la zona de Manchuela o Utiel Requena, se elaboran vinos muy mediterráneos, rebosantes de fruta. Y con un perfil quizás más tendente a las notas de hierbas aromáticas, encontramos los vinos de las variedades autóctonas baleares, Callet, Fogoneu o Manto Negro, cuyos viñedos están rodeados de Mediterráneo por los cuatro costados.

En zonas de transición y según nos vamos adentrando en el interior, no es tan precisa la diferenciación. Bierzo, Rioja, Ribera del Duero, pueden entregar añadas atlánticas o añadas mediterráneas en función de la temperatura media anual y de la pluviosidad. Es por este motivo que en algunos casos un mismo vino, en el que prácticamente nada ha cambiado, entrega de un año a otro más o menos golosidad, más o menos acidez. La clave está en saber si la cosecha estuvo marcada por el calor o por las bajas temperaturas y las lluvias.