La Place de Burdeos, donde todo se cuece

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En las próximas páginas vamos a explicar cómo se gesta el negocio del vino a través de la emblemática Plaza de la Bolsa de Burdeos. Este universo de bodegas, negociánts e intermediarios es básico para entrar por la puerta grande en el mercado más elitista de Francia, el que sirve de trampolín para llegar a las cartas de los mejores restaurantes, clubes y hoteles del planeta, así como a las mejores tiendas. Todo este sistema de comercialización globalizado inventado en Burdeos hace unos cuatrocientos años, llega en la actualidad a cerca de ciento noventa países, casi la totalidad del orbe. 

En este intrincado sistema participan los châteaux bordeleses, más de doscientos, y desde finales del siglo XX bodegas de renombre internacionales. Más de un centenar de vinos foráneos forman parte de este conglomerado comercial y logístico. Los mejor posicionados, italianos, californianos y del Nuevo Mundo. España tiene un claro hándicap respecto a ellos, pero parece que muchos elaboradores de nuestro país se han dado cuenta de que es importante entrar, algo que ya han conseguido ocho bodegas, que a buen seguro que no van a dejar pasar su oportunidad. 

Cómo funciona la compraventa de vinos en la Place. En el emblemático lugar, enmarcado por los edificios civiles más importantes de Burdeos, Bolsa, Aduana y Cámara de Comercio, y bajo la atenta mirada del Garona, el río por el que el vino bordelés comenzaba su viaje por medio mundo, se desarrolla este sistema de venta de botellas de distribución muy cuidada. En él participan tres figuras clave, los châteaux y vinicultores, los negociants, especie de marchantes como los del mundo del arte, que compran vino, lo guardan en sus almacenes y luego lo mueven mediante la red de importadores y distribuidores que tienen por todo el planeta, y los courtiers, similares a los brokers de bolsa, que hacen de mediadores entre los anteriores y dan fe de las compraventas como si de notarios se tratara. 

Abril y septiembre son los meses clave. En el primero se lleva a cabo la venta en primeur, y en el segundo se lanzan los grandes vinos no bordeleses. En la venta a la avanzada los negociantes visitan las bodegas para catar los vinos aún en barrica, sin terminar, más bien recién comenzados. Con eso les basta para saber por dónde irá ese vino en unos años y se lanzan a su compra. No los tendrán a su disposición hasta unos dos años después, pero ya pagan un tercio del valor de la compra en ese momento. Las siguientes cuotas serán a los seis meses y en el momento de la recepción de las botellas. Cada negociante cuenta con un cupo pequeño, y si decide no quedarse el de un año perderá el de los siguientes; las bodegas no toleran que por una mala cosecha no les compren una añada: ni olvido, ni perdón. Por el contrario, a los que “ayudan” a los châteaux en los malos momentos o distribuyen con mimo sus vinos, les darán más cupo. En esta venta ganan todos los actores, las bodegas obteniendo capital líquido para seguir funcionando, y los marchantes (unos 300) recibiendo cupos de grands crus a un precio menor, lo que les llevará a obtener un beneficio cercano al 20% cuando los pongan a la venta. Estos cupos de grands crus oscilan entre las 1.000 y las 10.000 botellas, y cuando pase un tiempo el negociant podrá utilizar el mercado secundario para poner los precios que desee a añadas antiguas o más actuales de las que queden pocas botellas. 

En septiembre se realiza la oferta de los vinos globales y en un sólo día se fija el precio al que las bodegas venderán su vino a los negociants. Ahí entran en juego los courtiers, que deberán valorar varios aspectos para llegar al precio final: datos de la cosecha, precio de añadas anteriores y, sobre todo, la situación económica y geopolítica mundial, centrándose en China, Estados Unidos y el mercado asiático, los grandes compradores de los vinos de La Place. Estos brokers, cuyo trabajo data de principios del siglo XIV, se llevan una comisión del 2% por cada transacción que cierren, que será abonada por los negociants. Su labor solamente es de intermediación, y tienen terminantemente prohibido comprar en nombre de los marchantes. En La Place trabajan cerca de un centenar de estas figuras clave para cerrar acuerdos. Para conseguir ser courtier hay que ganar una oposición. Su trabajo está regulado por las leyes mercantiles. 

Telmo Rodríguez, un cicerone de lujo. España está de enhorabuena, no solamente el afamado viticultor alavés ha conseguido introducir alguno de sus vinos en la Place, en este momento son ocho las bodegas de nuestro país que han colocado alguna de sus marcas en este “mercado de valores del vino”. A buen seguro que ese número aumentará en los próximos años. Telmo, nacido para el vino en Remelluri, y que durante muchos años ha volado en solitario junto con su socio Pablo Eguzkiza, ha vuelto a la bodega familiar para hacer los vinos que deseaba con los viñedos familiares. Además, se ha convertido en un pionero, el primero en conseguir vender alguno de sus vinos a través del amparo de la Place, marco que conocía como nadie tras haber estudiado enología en Burdeos y haberse rodeado de importantes contactos de este entramado. Ahora se ha convertido en una especie de embajador de los vinos españoles y, bajo su tutela, han conseguido introducir sus etiquetas otras bodegas españolas. Su labor ha sido crucial para este aterrizaje del vino español en tan mítico mercado. 

En septiembre de 2023 se presentaron los siguientes vinos españoles: Yjar 2019 y Matallana 2020 del “padrino de todos”, Telmo Rodríguez; De la Riva Macharnudo San Cayetano Vino de Pasto 2022 Blanco, de Willy Pérez y Ramiro Méndez, único blanco; Dolio 2019, de Adega Algueira; Real de Asúa Carromaza 2020, de Cvne; Vivaltus 2018 de Yllera, y Tapias 2020 de Marqués de Riscal, que ya en octubre de 2022 se había presentado con su añada 2019, regresando a los orígenes de la bodega que ya había comercializado sus primeros vinos en la Plaza de Burdeos allá por 1870. Por su parte, Alma de Contador, se presentó en abril. Todos ellos con una clara inspiración bordelesa a excepción de De la Riva Macharnudo San Cayetano y Dolio, dos vinos galácticos con los que sus autores no han querido renunciar a la especificidad de sus tierras y estilos vinícolas para aportar algo diferente a lo que puede ofrecer el vino de Burdeos, algo que va a revolucionar, a buen seguro, el status quo de La Place.