Entrevista a Amancio Fernández, enólogo de Losada

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Amancio Fernández nació circunstancialmente en París, aunque lleva El Bierzo en el corazón. Tras estudiar en la Escuela de Viticultura y Enología de Requena y trabajar durante algunos años en la Ribera del Duero, volvió a su tierra para formar parte de la nueva ola de elaboradores que en las últimas décadas han puesto a El Bierzo en el mapa vinícola español. Tras un paso por Dominio de Tares, en 2005 formó parte del equipo fundacional de Losada, una de las bodegas punteras de la D.O, de la que es enólogo. Esta vendimia de 2018 celebra además sus bodas de plata en la profesión.

Este año cumples tu vendimia número 25. ¿De qué te sientes más orgulloso en este tiempo?

Sentir me siento orgulloso de todo. Si lo miro con perspectiva, quizás lo que más me enorgullece es haber ayudado o colaborado a darle más visibilidad a los vinos de El Bierzo.

Amancio, con un racimo de Mencía.

Perteneciendo a una familia de viticultores, ¿siempre tuviste claro que te dedicarías a hacer vino o fue todo una casualidad?

El Bierzo es una zona donde el viñedo está muy enraizado en la cultura popular, y casi todas las familias tienen o han tenido viñedos para su autoconsumo, como la mía. La verdad es que nunca pensé demasiado a qué me quería dedicar hasta que con 17 o 18 años llegó el momento de hacerlo. Entonces decidí dedicarme al vino porque era un tema que me gustaba y que había vivido desde pequeño.

¿Quién fue tu modelo a seguir en tus comienzos?

En la Escuela de Viticultura y Enología de Requena coincidimos una generación de bercianos que en muchos casos no nos conocíamos de antes. Ahí estaban por ejemplo Raúl Pérez, Pablo Ossorio o Jorge Peique, entre otros. Yo personalmente empecé a trabajar con Ángel Luis Margüello en Protos, y cuando él se fue me quedé como primer enólogo. Pero la verdad es que siempre he sido una persona muy intuitiva y nunca he tenido modelos concretos. Sí me gustan los vinos de una determinada manera, vinos que tengan definición, que reflejen de dónde son. Huyo de los vinos internacionalizados que parecen iguales en todas partes, pero también procuro que sean vinos comerciales, porque un enólogo no elabora para él, sino para una bodega que tiene que vender.

¿Qué te hizo volver a El Bierzo?

Volví en 1999 y estuve en los primeros años de Dominio de Tares. Lo hice en primer lugar porque soy de aquí, luego por la edad que tenía, y finalmente porque era un momento en que el sector del vino en El Bierzo estaba empezando a cambiar, y eso me llevó a querer ayudar a los vinos de mi zona.

El Pájaro Rojo.

¿Cómo ha cambiado El Bierzo desde entonces? 

Todo empezó en torno al año 1999 o 2000, con el inicio de los nuevos vinos de El Bierzo. Se mezclaron una serie de factores. Por un lado la llegada de gente que éramos de aquí y queríamos volver, junto a personas que no siendo de aquí apostaron por la zona, como Ricardo P. Palacios. Éramos un núcleo de gente joven, formada, con otras ideas. Aquí había un viticultura muy enfocada a la producción, que daba vinos poco maduros, muy diluidos y con poco recorrido. La revolución empezó en el viñedo, gestionándolo de otra manera, recuperando el laboreo, haciendo podas en verde. En definitiva, empezamos a trabajar el viñedo con el fin de hacer elaboraciones de mayor calidad. Después en bodega todos estábamos un poco perdidos. Yo personalmente, que venía de Ribera del Duero, estaba acostumbrado a un estilo de vinos con la madera más marcada, con más extracción, pero eso ha ido cambiando con el paso de los años.

¿Costó mucho cambiar el paradigma?   

Al principio claro que costó, porque tuvimos que convencer a los viticultores a producir menos uva, y estos eran además personas muy mayores que en muchos casos hacían una viticultura solo de fin de semana. Gracias a iniciativas como el Banco de Tierras ha sido posible que esos viñedos de viticultores mayores que no iban a tener continuidad hayan pasado a manos de gente más joven con ideas nuevas. Ha habido un cambio generacional importante.

Formaste parte del equipo fundador de Losada. Para el que todavía no esté muy familiarizado con vuestra bodega, ¿cómo la definirías?

Somos una bodega enfocada en la elaboración de tintos, aunque hagamos alguna cosa con la Godello. Nuestra filosofía se basa principalmente en el viñedo viejo de Mencía. Con ellos hacemos vinos de carácter regional, con parcelas ubicadas en diferentes zonas como es el caso de El Pájaro Rojo; o vinos de municipio, como Altos de Losada. Además hemos conseguido que no solo nuestros viñedos, sino también los de todos nuestros proveedores, se trabajen sin utilización de herbicidas. Luego son elaboraciones muy tradicionales, trabajadas con levaduras autóctonas y buscando vinos de corte atlántico con mucho carácter frutal, donde la madera sirva de soporte pero no sea la protagonista.

La Bienquerida.

Ahora estáis recogiendo los frutos de años de trabajo. La muestra es que James Suckling acaba de daros la puntuación más alta para un vino de El Bierzo gracias a La Bienquerida 2016, que ha recibido 98 puntos.

Al final no deja de ser la opinión de un crítico, pero es verdad que es algo importante que nos ha ayudado, ya que el año pasado las puntuaciones también fueron muy buenas. La Bienquerida es un vino especial porque procede de un viñedo de 1906 que está plantado mayoritariamente con Mencía pero también tiene un 5% de variedades antiguas que en algunos casos todavía no hemos identificado. Elaboramos toda la parcela al mismo tiempo, y el resultado es un vino muy mineral, con un carácter muy atlántico y una gran capacidad de guarda.

Ahora se estrena la añada 2017 de El Pájaro Rojo. ¿Ha sido muy difícil adaptarse a una añada tan complicada para sacar adelante esta edición?

La añada 2017 fue muy difícil en viñedo porque tuvimos una helada que no habíamos visto desde 1995, y eso lo condicionó todo. Sin embargo es una de las mejores en cuanto a la calidad de los vinos. Tuvimos que vendimiar el 22 de agosto, que es algo fuera de lo común aquí, pero nos hemos encontrado con muchísima fruta y mucha frescura.