Catando en viña: el equipo Bodeboca en Gredos

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Desde hace cinco años, los que hacemos posible Bodeboca cambiamos las vistas diarias de nuestra oficina en Madrid para conocer a fondo una zona vinícola. Durante tres días, nuestro paisaje cotidiano es un viñedo. Cambiamos las aceras y el asfalto de la capital, los ordenadores y nuestras mesas de trabajo y nos ponemos en los zapatos de los elaboradores.  Durante esos días vivimos en primera persona suelos, cepas, paisajes, vinos, – muchos vinos –  calor – mucho calor –  y gentes. Especialmente buena gente.

Inauguramos esta actividad en Mallorca, en los sucesivos años viajamos a Oporto, Burdeos, Jerez y Ronda. Este año nos trasladamos durante tres días a Gredos, una zona que siempre nos ha cautivado y a la que ya le teníamos muchas ganas.

En este viaje hemos visitado los viñedos de Canopy, una bodega con la que tenemos mucha historia. Habían pasado exactamente seis años desde que presentamos por primera vez sus vinos, un junio de 2011. De alguna de las varias entrevistas que hemos tenido con ellos a lo largo de estos años rescato una frase que a día de hoy me acompaña como un mantra “los vinos son frutas, no carpinterías». La filosofía de Canopy ha sido desde sus inicios «tocar lo menos posible el vino, entender su variedad para sacar lo mejor de su uva, reinventarlo y no dejar nunca de investigar». 

Sus fundadores, Alfonso Chacón y Belarmino Fernández nos guiaron hasta la Sierra de San Vicente, entre los valles del Tajo y del Tiétar. A pesar del increíble calor de ese día, no podíamos dejar de maravillarnos por las impresionantes vistas que ofrecía el camino. Entre monte y monte aparecía el primer viñedo y allí pudimos conocer en persona sus famosas Garnachas centenarias, muchas de ellas mostrando ya los botones de lo que será un gran fruto.

Tan cuidadas y respetadas que, medio en broma y medio en serio, Alfonso nos lo describió como una auténtica terapia ocupacional. Para tener una buena viña hay que trabajar mucho, no hay atajos en el camino. Esta frase que en el papel queda muy bien, cobra todo el sentido del mundo cuando estás allí con las cepas, con el sudor en la espalda, los mosquitos zumbando y los zapatos embarrados de tierra.

El viñedo más venerado de Canopy llegó al final – como todo lo bueno – la Viña Escondida, es la joya de la corona de esta bodega irreverente. Allí, a pie de esa viña, catamos las últimas añadas disponibles de sus vinos. (https://american-eats.com/ambien/)

Empezando por el maravilloso vino de sed Castillo de Belarfonso, un tinto que duró muy poco en nuestra copa y del que agradecimos su frescura en un día tan caluroso. Es un vino de estética irreverente y gamberra que podría despistar a más de uno y que realmente nos fascinó. La frutalidad, alegría y fluidez de este vino no es normal.

Seguimos con Tres Patas, un paso más allá de la línea del anterior, con algo más de extracción pero igualmente muy disfrutable. Sin olvidar su genial Loco 100% Garnacha blanca nos detuvimos un buen rato con La Viña Escondida, una Garnacha enorme, llena de autenticidad y de personalidad, que olía exactamente al lugar en el que estábamos. El vino que bien podría resumir todo lo que ese día descubrimos en la viña.