Vinos inesperados

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Existen zonas vinícolas que provocan automáticamente una reacción en nuestra mente. Zonas que por tradición, historia y, sobre todo, hábitos de consumo han modelado unas ideas preconcebidas sobre el tipo de vino que se debe elaborar en según qué regiones. Con este “A fondo” queremos poner la lupa en esas raras avis que podemos encontrar en diversas regiones y que suponen una bendita excepción a la regla. Unas aldeas galas en forma de botella que resisten con tesón la presión del entorno al que pertenecen y que continúan, por suerte, entregando grandísimas dosis de placer.

Nos embarcamos en un viaje en el que vamos a recorrer la península ibérica de norte a sur, junto con algunas sorpresas del Nuevo Mundo, buscando vinos que completan la identidad de diferentes territorios. Un recorrido que sirve de homenaje a bodegas y productores, románticos o incomprendidos según se mire, que han mantenido una fe y una voluntad férrea a la hora de hacer el vino que querían y no el que el mercado o la corriente mayoritaria demandaba.

En ocasiones, la presión de grupo ejerce una influencia sobre las personas que limita su libre expresión o creatividad por el mero hecho de no querer estar señalado. Son solo las figuras con más personalidad las que resisten frente al poder, ya sea en el ámbito comercial o personal.

Después de esta pequeña disertación casi filosófica o de teoría de comunicación, entramos en materia vinícola que es lo que nos concierne, no sin antes recalcar un apunte. Es de justicia indicar que si en una denominación de origen domina un estilo, ya sea tinto, blanco o espumoso, será lógicamente porque cuenta con las condiciones idóneas para su producción, por lo que en ningún caso se pretende desmerecer al tipo de vino más común de cualquier lugar.

Por tanto, si alguien se atreve a llevar a cabo un proyecto que no se acoge a lo preestablecido, es probable que se deba a razones que destacan por su singularidad y por un resultado que lo convierte en extraordinario. Estas excepciones cada vez están ganando más adeptos, como los blancos riojanos, porque el ávido aficionado al vino se encuentra en una búsqueda constante de nuevas experiencias y demanda cada vez más creaciones únicas.

Nos encontramos por suerte en un momento en el que se dan las condiciones para que los vinos expresen un paisaje y no un estilo marcado por factores externos. Los tiempos de arrancar vides con poco rendimiento fueron una pesadilla de la que hemos podido despertar y en la que por desgracia se dejó de elaborar de forma artesanal para producir de manera industrial.

Nos disponemos a revisitar blancos con mucho carácter, tintos de perfil atlántico y sureño, algún generoso alejado de Andalucía y variedades más que insólitas en lugares no menos inesperados. Seguro que nos dejaremos alguna joya oculta, pero consideramos que lo que vamos a narrar son ejemplos significativos y que sirven de inspiración para continuar esta línea mágica de vinos a contracorriente.

Algunas de estas historias esconden retos personales o la recuperación de estilos olvidados. Nombres propios como Rodrigo Méndez o Juan Antonio Ponce y bodegas como CVNE, Félix Lorenzo Cachazo o Forlong son algunos de sus protagonistas.

Tintos gallegos 

Si hablamos de Galicia, al instante pensamos en sus maravillosos vinos blancos. La Albariño ha conseguido un grado de aceptación y consumo dentro del gran público que ha crecido de forma exponencial en las últimas décadas. De manera más reciente, la Godello o la Treixadura también han irrumpido con fuerza en el mercado, y zonas como Valdeorras o Ribeiro se han unido al éxito de la todopoderosa Rías Baixas.

Pero es en Rías Baixas donde comenzamos este capítulo. Porque para los no iniciados en el universo del tinto gallego, es de obligado cumplimiento saber que en la cuna del Albariño también existen variedades tintas autóctonas como la Caíño, la Loureiro o la Espadeiro que están resurgiendo gracias al esfuerzo de elaboradores que han tenido que superar los malos presagios que auguraban algunos vecinos poco crédulos con la calidad final de estas creaciones.

Rodrigo Méndez ha sido uno de los grandes artífices de este renacer, y su colaboración con Raúl Pérez lanzó al estrellato a unos vinos que han conquistado a la crítica internacional y a los aficionados más intrépidos. Su relato es el de un nieto que hizo realidad el sueño de un abuelo al dar vida primero a unas viñas y luego a unas referencias que han demostrado que se podía conseguir lo que parecía imposible. Solo fue necesario conocimiento y prever qué viñedos eran los más aptos para emprender esta aventura.

¿El resultado? Pues puro ‘atlanticismo’ en versión tinta con la que se puede comprobar el nivel de tensión y verticalidad de estas uvas. A nivel gastronómico dan siempre mucho juego por su vibrante acidez.

Eulogio Pomares, reconocido enólogo de Zárate, también ha sido otro actor destacado en esta apuesta tinta gracias a su colección de vinos parcelarios, en la que deja hueco para su interpretación de la Caíño, también dentro de Rías Baixas. En este caso nos encontramos con un creador que ha innovado también en la forma de vinificar, al realizar la crianza en ‘foudre’ de castaño junto a sus lías. Una práctica que no queremos dejar pasar por alto.

Para finalizar, nos trasladamos al interior de Galicia en búsqueda de los tintos de Ribeiro, los cuales suponen solo un 10% de su producción; un porcentaje anecdótico pero que a la vista de su resultado es digno de mención. Grandes nombres del vino gallego como Emilio Rojo o Luis Anxo Rodríguez han puesto en el foco a la Brancellao y a la Caíño longo, protagonistas de algunos de sus vinos y que entregan mucha elegancia y frescura.

Terrazas de viña Meín-Emilio Rojo

La Rioja blanca

Los esfuerzos en la promoción de los blancos vienen redoblándose, más si cabe, en los últimos años; pero las cifras son tozudas: el tinto sigue reinando abrumadoramente en Rioja. La superficie de viñedo de variedades blancas en la D.O.Ca. es de 5.956 hectáreas, lo que supone un 9,05% del total. Si bien no siempre fue así. Registros del siglo XVII recogen un gran volumen de elaboración de blancos y hasta mediados de la pasada década de los 30 el cultivo de Viura era muy importante e incluso subvencionado. Así, la región cuenta con referencias históricas como Monopole, la marca de vino blanco más antigua de España, que vio la luz en 1915.

Desde el Consejo Regulador no cejan en su empeño de recordar esta larga tradición blanca y su puesta en valor materializada en una atractiva gama que, asegura su director técnico, Pablo Franco, “constituye, en opinión de algunos prescriptores, la revolución enológica más importante que se ha producido en España en estos comienzos del siglo XXI”. El buen hacer de las bodegas y especialmente la incorporación de nuevas variedades blancas autóctonas como son la Tempranillo y la Maturana blancas “han venido a jugar un papel dinamizador en la calidad de los vinos’’. Estos, como los históricos de Viura, se caracterizan por su buen “entendimiento” con la madera, reforzando el planteamiento base de Rioja, que hace de ellos blancos de largo recorrido llamados a perdurar esplendorosamente en el tiempo.

Ribera del Duero y sus blancos de Albillo mayor

Un ascenso aún discreto pero irresistible y sin vuelta atrás, vinculado a la recuperación en la región de la variedad autóctona Albillo mayor, es el que están protagonizando los blancos en Ribera del Duero. En 2020, de los más de 77,8 millones de contraetiquetas entregadas por el Consejo Regulador (equivalentes a botellas puestas en el mercado por las bodegas), 79.073 fueron para blancos, los primeros de la historia de la región en ser comercializados bajo el amparo de la D.O. Este dato desprende que únicamente el 0,1% de los riberas en venta el pasado año pertenecen a tal categoría, pero su “despertar” es innegable. La producción de esta uva lleva creciendo desde 2017, pasando de 335.616 kilos cosechados a superar ampliamente el millón y medio.

Bodegas Zifar, con su Caballero Zifar 2018, fue pionera en lanzar en 2019 el primer blanco “oficial” de la D.O. Ribera del Duero y ya, como explican desde el Consejo, son una veintena de firmas las que les secundan con vinos “todos diferentes, y con una gama de expresiones incomparables, reflejo del trabajo del elaborador y de esa evolución tan especial, tan única, que tiene la variedad Albillo Mayor”. Como denominador común, los nuevos blancos ribereños sorprenden especialmente por su gran volumen en boca, redondez y elegancia y una espectacular evolución en botella que recompensa con creces a los más pacientes.

Detalle de racimo de Albillo mayor (Copyright CRDO Ribera del Duero)

Las tintas se abren paso en Andalucía

En una tierra en la que la Palomino fino, la Moscatel y la Pedro Ximénez son religión y la albariza es la reina, se abre hueco una nueva corriente. En una tierra eminentemente de blancos, algunos elaboradores y valientes viñadores se han atrevido a recuperar variedades casi desaparecidas como la Tintilla de Rota y elaboran vinos tintos, abriendo con su osadía un nuevo abanico de posibilidades.

Bodegas Forlong es una de las casas que decidió dar el paso y elaborar tintos en Cádiz. Rocío Áspera y Alejandro Narváez hacen su magia en El Puerto de Santa María, en una finca que ancestralmente ocuparon olivos y que hoy pone sobre el mapa vinícola gaditano variedades tan inusuales en la zona como son la Syrah, la Merlot o la ya mencionada Tintilla de Rota. Un triple salto mortal que ha encumbrado al proyecto como uno de los más interesantes al sur del sur.

Otro de los proyectos sobre los que poner el foco en cuanto a la elaboración de tintos andaluces es Finca La Melonera, que se sirve de la Tintilla, la Romé y la Garnacha, entre otras, para la creación de sus tintos. Variedades que se encuentran lejos de la que teóricamente sería su zona de confort pero que han entregado a los elaboradores que las emplean grandísimas alegrías.

Burbujas más allá de Cataluña

Si pensamos en espumosos patrios probablemente nuestra mente viaje automáticamente hasta Cataluña. Si bien es cierto que la mayoría de vinos de la D.O. Cava se elaboran en dicha comunidad autónoma, la denominación de origen permite la crianza en rima más allá de las fronteras catalanas; La Rioja, Extremadura, Álava, Valencia o Zaragoza son otros de los enclaves en los que el Consejo Regulador permite la elaboración de cavas siempre que se haga según la normativa.

Además, existen algunos elaboradores que se han lanzado con la creación de espumosos en zonas donde las burbujas no son la norma general. Pago de Tharsys hace lo propio en una tierra donde la Monastrell reina y crea su Tharsys Único en Utiel-Requena, un blanc de noirs de Bobal que demuestra que un nuevo estilo de vino es posible.

Otra excepción magnífica es Lumé Brut, elaborado por Contreras Ruiz en Huelva con la autóctona Zalema. Un espumoso elaborado en Doñana donde mandan la salinidad y la mineralidad. Porque disfrutar de burbujas diferentes es más que posible.

Blancos manchegos

Castilla-La Mancha es la comunidad española con más kilómetros cuadrados de viñedo, y aunque las variedades tintas sean las imperantes en la región, cuentan con algunas joyas blancas de magnífica factura en las que podemos encontrar tanto uvas autóctonas como foráneas. Todas ellas demuestran que a pesar de la dureza del entorno, se pueden conseguir grandes resultados.

A través de tres ejemplos vamos a ver hasta dónde son capaces de llegar. Comenzamos con Juan Antonio Ponce, uno de los ‘winemakers’ más talentosos de España que ha sido capaz de afrontar el desafío de recuperar una parcela de Albilla (que no Albillo) procedente de la D.O. Manchuela. De ella ha conseguido Reto, uno de los blancos con más proyección de todo el país y que ya se encuentra presente en las bodegas de algunos de los mejores restaurantes por su perfil mineral y su profundidad.

Si hablamos de una uva canónica manchega no hay otra que la Airén, adaptada a la perfección a las condiciones climáticas de la meseta. Estamos ante la uva blanca más cultivada en España, destacando por su intensidad y su envolvente presencia.

La familia Fernández Rivera creó el proyecto de El Vínculo en Campo de Criptana hace más de 20 años buscando no solo una Tempranillo de calidad, sino también un monovarietal de Airén a la altura de su historia. Alejairén es en la actualidad una de esas referencias que dan proyección y futuro a los blancos manchegos.

Como caso opuesto, también existen ejemplos de éxitos en el cultivo y vinificación de variedades extranjeras como la francesa Viognier, natural del norte del Ródano. Para saber de qué hablamos lo hacemos con un proyecto de máximo nivel como el de Pago de Vallegarcía. Su Viognier crece en el entorno de los Montes de Toledo, en viñedos situados a una altitud considerable y ofrece una fragante paleta aromática.

Los dorados de Rueda 

La asociación Rueda-Verdejo es tan inevitable como imbatible, pero pocos aficionados conocen que el popular blanco seco joven, fresco y afrutado no es el vino con más historia de esta D.O. Este título lo ostenta el dorado de Rueda, vino rancio que ya gozaba del favor de la corte de los Reyes Católicos y que en 1911, bajo el nombre de Vino Oloroso de Tierra Medina, alcanzó su máximo esplendor al reconocerle una categoría especial similar a los elaborados en Jerez.

Félix Lorenzo Cachazo es una de las bodegas pioneras en la región y también en el rescate de este singular blanco de crianza oxidativa, con un aire a amontillado, como evoca la primera etiqueta que guardan de una de sus botellas fechada en 1946.

En la actualidad, su elaboración conjuga la Verdejo y la Palomino fino de viñedos prefiloxéricos y de vendimia tardía para lograr más azúcar residual. Ambas se vinifican por separado y el vino resultante pasa a damajuanas de 16 litros, donde permanece a la intemperie durante dos años. Sin encabezar, ahí cumple una crianza oxidativa “y lo curioso es que en los meses más suaves, principalmente de otoño y primavera, realiza también su crianza biológica mediante velo de flor”, explica Eduardo Lorenzo, director comercial de la firma. El proceso culmina con el trasiego del vino a barricas de roble para envejecer al menos dos años más y regalarnos un vino excepcional, con el característico color que le da nombre, sensaciones a frutos secos y tostados y una rica boca grasa, larga y especiada. (Adipex) Toda una joya que merece ser descubierta.

Damajuanas nevadas expuestas a la intemperie en la bodega Félix Lorenzo Cachazo

Variedades en lugares inesperados

Como cierre, nos gustaría acabar con una serie de creaciones singulares en las que están presentes algunas uvas que nunca pensaríamos que pudieran cobrar vida en las localizaciones en las que se encuentran.

Un buen ejemplo de proyecto al que no le pesa lo más mínimo embarcarse en este tipo de aventuras es Can Ràfols dels Caus, bodega situada en el macizo del Garraf y que bordea el litoral a la altura de Sitges. En este punto mediterráneo de base calcárea nacen dos de los mejores blancos nacionales, La Calma y El Rocallís, que se elaboran a partir de la Chenin blanc y la Incrocio manzoni respectivamente.

La francesa Chenin blanc, originaria del Loira y de enorme implantación en Sudáfrica, encuentra en esta parte de Cataluña un rincón en el que exhibe toda su untuosidad y estructura. Por su parte la desconocida Incrocio manzoni, uva italiana fruto de la unión entre la Pinot blanc y la Riesling, no admite comparación alguna con cualquier otro vino.

Cambiamos de forma radical no solo de estilo, sino también de continente. Volamos hasta Uruguay, país de pequeñas dimensiones pero que está haciendo grandísimos vinos en los últimos tiempos, para encontrar un monovarietal de Albariño creado por Bodega Bouza. Esta versión de Nuevo Mundo presenta una acidez menos intensa que la gallega, pero con un nivel de placer bastante alto.

Seguimos con la misma variedad, pero cambiamos de país. La familia Torres dejó su huella en los viñedos californianos en los años 80 de la mano de Marimar Torres. Allí elaboraron monovarietales de las conocidas Chardonnay y Pinot noir, pero también introdujeron la Albariño. Tras intentos frustrados a causa del frío en Sonoma Coast, consiguieron un gran ejemplar en Russian River Valley.

Después de este viaje en el que hemos visitado tantos lugares, tantas personas y tantos viñedos, solo queda celebrar la infinita diversidad con la que nos sorprende el universo del vino. Un universo sin fronteras en el que la identidad de una referencia no la mide solo su historia o procedencia, sino también la verdad y la intención con la que se elabora.

*Por Selu Rodríguez, Cristina Carpintero y Raquel Cuenca.

** Foto de portada: (Copyright CRDO Ribera del Duero).