Struggling vines: Melanie Hickman & David Sampedro

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Cuando descubres un vino que te sorprende siempre quieres indagar más. Sabíamos que un nombre como Phinca Hapa seguro tenía una curiosa historia detrás pero desconocíamos hasta qué punto el proyecto que explica estos originales tintos riojanos se construía desde una experiencia muy personal.

La norteamericana Melanie Hickman y el viticultor y enólogo riojano David Sampedro (bodegas Bhilar) se conocieron por culpa de un bar madrileño. El proyecto que años después surge a raiz de este pequeño encuentro, Phinca Hapa, se estrena con muy altas puntuaciones y nosotros hemos querido entrevistar a Melanie, su principal protagonista.

Struggling vines (vides que luchan) ¿Por qué este nombre para tu proyecto?

Siempre se ha dicho que una viña que sufre entrega un mejor vino, al menos en inglés es una expresión común. Esta frase representa bien nuestro viñedo y también la forma en la que David y yo nos hicimos pareja.

¿Cómo conociste a David Sampedro?

Es justo parte de la historia, en 2008 yo viajaba con una amiga a Marruecos pero hicimos una parada en Madrid y justo era mi cumpleaños. Esa noche le pedí a mi amiga que me llevara a un sitio no turístico que tuviera buenos vinos. David estaba en una mesa cercana y yo pedí una copa de tinto, concretamente Rioja y él me preguntó desde su mesa si bebía tinto y si conocía Rioja, le contesté que justamente era lo que acababa de pedir, así empezó todo. Intercambiamos nuestros datos de contacto y posteriormente nos encontramos en Chicago durante una semana. Nos conocimos un poco más y nos enamoramos. David no hablaba inglés y yo no hablaba español por lo que la relación pasó por altos y bajos por el idioma. Dos años después decidimos tener una relación más seria. Nos casamos en Hawaii donde llevaba viviendo más de 10 años por trabajo y en 2012 me mudé a España.

¿Qué relación tenías con el vino hasta ese momento?

El vino era un hobbie para mi, había recibido clases de cata y cursos en Estados Unidos,  disfrutaba de beber pero quería aprender más. Yo tenía un trabajo que me reportaba un buen dinero pero no me hacía feliz. Soy una persona apasionada, que necesita amar lo que hace. Cuando me vine a España decidí ayudar a David en todo lo que necesitara, y así comencé a aprender la parte de elaboración de un vino.

¿Cómo fue empezar a trabajar con tu pareja?

Básicamente al ser dos me toca hacer mucho papeleo, pero cuando David necesita alguna ayuda en la bodega, que al principio era el garaje de la casa, yo bajo y me remango. Al final es un trabajo muy manual y tienes que echar una mano.

Trabajar con tu pareja es difícil y hacerlo con David es aún más difícil, pero tengo mucho respeto por su talento y por su su libertad artística. Si alguien trata de controlarlo no funciona, tienes que dejarlo a su aire para que haga un trabajo alucinante.

¿Qué supuso para ti mudarte a Elvillar?

Big change. Aunque crecí en un sitio muy pequeño (un pueblo en Ohio) y siempre he amado la naturaleza por lo que en este aspecto no supuso un gran cambio. Lo que más me costó fue el tema cultural. La gente en España es más directa, nosotros los americanos somos amigables con todo el mundo, incluso con desconocidos.

Háblame de Hapa

Soy una amante de los animales. Hapa vivió conmigo en Hawaii y era mi gran compañero. Murió antes de que me lo pudiera traer a España. Yo siempre he sido una persona con buen humor, me despierto feliz, y cuando Hapa murió no paraba de llorar. David no entendía mucho por qué lloraba tanto y un día para hacerme sentir mejor me dijo que haría un vino con el nombre de Hapa en honor a él.

No lo hizo y cuando me mudé a España le pregunté ¿cuándo vas a hacer mi vino Hapa? Y un día caminando por la zona llegamos a un viñedo. David me lo estaba enseñando y me decía: mira el suelo blanco, mira que está plantado con blancas y tintas, y cuando llegamos a la cima de la colina decreté en mi mente: este viñedo será mío. Hablé con el dueño de la viña pero no quería vender, aún así yo seguía paseando por allí y lo llamaba mi viña Hapa, nunca dejé de llamarlo así. Dos años y medio después David me dijo que había recibido una llamada del dueño y que quería venderlo. Llamó porque se acordaba que yo lo quería y quiso avisar para que fuera la primera en tener la oportunidad de comprarlo.

Lo cierto es que el dinero de los dos estaba ya invertido en la bodega y en la casa y no nos venía bien en ese momento. Entonces me lo pensé bien y como en Estados Unidos tenía un plan de pensiones privado decidí sacar todos los fondos  y comprarlo.

Invertiste todo tu futuro material en esa viña. ¿Fue muy valiente o muy inconsciente?

Fue ambas cosas. Un amigo que era mi asesor financiero me dijo que la tierra y las viñas eran un valor seguro. Fue arriesgado, lo sé, porque luego tienes que hacer el vino y además tienes que tener mercado para venderlo. Pero yo soy una persona muy intuitiva, me gusta tomar riesgos, así que simplemente lo hice.

¿Qué te inspiró a la hora de pensar en hacer tus propios vinos?

Me gusta el estilo de vinos que elabora David, pero yo quería hacer vinos blancos. Como la mitad de la viña está plantada con variedades blancas le propuse hacer un blanco fermentado con pieles. Yo quería aprender más sobre este estilo, los orange wines, y quería profundizar en ello. El Phinca Hapa tinto surgió porque teníamos la otra mitad de la viña con tintas, no mirábamos producción sino calidad. En el proceso de reconversión a la biodinámica si algunas viñas morían por no ser tratadas nos parecía bien. No nos importó perder producción, queríamos hacer algo realmente consecuente con nuestra filosofía.

¿Qué es lo que más te gusta de elaborar vino?

La oportunidad de compartir tu historia personal en una botella. Es también compartir el estilo de vino que me gusta, todo en estos vinos es muy personal, son especiales y compartirlos con gente es como contar cómo empezó esta historia. Soy como un libro abierto, no me importa desnudarme en cierta forma con mis vinos. David es más cerrado, tienes que hacerle las preguntas precisas, es muy reservado. Yo soy la de las historias y le dije que tenía que contar a la gente las cosas maravillosas que hacía, porque en el año 2000 la gente no sabía nada de lo que hacía, convirtió todo el viñedo a orgánico en un momento en que no se hablaba mucho de eso. Yo como consumidora quiero saber de dónde viene el vino, si se cuidan las viñas, si se usan productos químicos o no, creo que esto es algo que debemos de contar siempre.