Gredos, granito y Garnacha: la fórmula mágica de las tres ges
Quienes profesamos el garnachismo —léase amor incondicional y fervor por esta uva— hacemos nuestro especial peregrinaje a Gredos para buscar una Garnacha vertical, mineral y menos golosa que en otras partes de España. Aquella que causa furor entre quienes adoramos la fluidez y la ligereza en un tinto. Por ello, y mucho más, debemos ya no solo pisar sus montañas sino también beber de sus paisajes.
¿La fórmula del éxito? Las tres ges, puesto que no se puede comprender Gredos sin la mencionada Garnacha y sin el granito. El fruto de ello son tintos verticales, minerales y altamente elegantes que coronan la zona centro como uno de los paraísos vinícolas más populares del momento y que en tan solo unos años se ha vuelto un lugar de culto.
Pero este dulce momento que atraviesa es muy reciente, y es que hasta hace bien poco los vinos que aquí se elaboraban no tenían apenas relevancia en el panorama nacional, relegados a ser vinos de mesa, creados para rebajar con gaseosa. Acompáñanos a descubrir los secretos que esconden los picos de esta sierra.
¿Dónde estamos?
Cuando hablamos de la zona vinícola de Gredos no lo hacemos de la sierra como tal, sino de una región que recibe la influencia de su clima continental de montaña. Es el punto en el que convergen tres comunidades autónomas y provincias, y en que conviven cuatro denominaciones de origen: IGP Castilla y León, Vinos de Madrid (la subzona de San Martín de Valdeiglesias), Méntrida (Toledo) y la recientemente creada Cebreros (Ávila).
Alcanzando más de 1.000 metros, y teniendo como mínimo unos 600, estas son las primeras cumbres que dan entrada a la sierra desde Madrid. La Sierra de Gredos como tal está a 100 kilómetros más al oeste, al sur de la provincia abulense. Y aunque la altitud es un factor importante de cara a obtener la semejante frescura y carácter de la Garnacha que aquí se cultiva, para los elaboradores de la región la clave real está en los suelos, predominantemente graníticos aunque también de pizarra y cuarzo. Cuanto más pobre y rocoso el suelo, mayor personalidad. Además, son terrenos con una importante pendiente, muchas veces inaccesibles, y que requieren en su mayoría de laboreo manual. Poca broma.

Por eso, en muchos casos lo que determina el ciclo de la uva es el territorio sobre el que se asienta la vid. Por ejemplo, si una viña está a 1.200 metros plantada en suelos pizarrosos se vendimiará más tarde que una que esté más abajo pero cultivada sobre granito. Esto ocurre porque la pizarra retiene más el calor, y el fruto madurará antes que si lo hace sobre granito. Por eso las campañas de vendimia pueden llegar a alargarse dos meses. Esto, junto con un clima de extremos con grandes oscilaciones térmicas, proporciona un fruto excepcional que da origen a vinos auténticos, de terroir, sin artificios y de mínima intervención en su proceso de vinificación. A esto le llamamos verdadera pureza.
Un poco de historia
Por todos es bien conocido que la Garnacha vivió capítulos oscuros que llevaron a arrancar sus viñedos masivamente a lo ancho y largo de la península a mediados del siglo XX. Un hecho que ocurrió para poder plantar Tempranillo en otras regiones como Rioja y Ribera del Duero, pues esta variedad gozaba de mayor prestigio y valor en ese momento.
Por ese entonces, en Gredos, las uvas recolectadas de las viñas privadas de sus habitantes se destinaban a la venta de vinos a granel y a las cooperativas. Se elaboraban tintos alcohólicos, densos y oxidados gracias a su mala conservación, demasiado rústicos hasta para el más alternativo. El resultado fue el desprestigio, tanto de la región como de la propia uva.
Así, en una tierra en la que el minifundismo sigue estando muy arraigado incluso a día de hoy, muchas familias acabaron sucumbiendo a la presión. Solo hay que echar un vistazo a las terrazas desvalijadas y desnudas que rodean el pueblo de Cebreros para ser testigo de esta historia. Pero no todo estaba perdido, muchos resistieron la ola devastadora y como resultado hoy encontramos cepas viejísimas en estos parajes montañosos, con una edad mínima de 40 años.

En una tendencia de volver a lo autóctono, varios elaboradores decidieron centrar su empeño en buscar esas abandonadas vides para recuperarlas y convertirlas en lo que debían haber sido desde el inicio. Rendimientos bajísimos, una viticultura cuidada, con una poda de respeto, amiga de la vid, hicieron el resto. Esto no hubiera sido posible sin que mentes brillantes supieran ver el potencial de una zona que hasta hace nada tan solo se dedicaba a elaborar el entonces llamado “6 estrellas” (un vino de litro corriente que se mezclaba con Albillo, la reina blanca de estas latitudes, para rebajar su potencia y graduación alcohólica).
Poco a poco personas como Telmo Rodríguez (ya en los noventa con Pegaso) o Raúl Pérez (a partir de 2010) pusieron sus ojos sobre las montañas situadas al oeste de Madrid. Lugar que el mismo José Peñín había ensalzado y augurado un futuro prometedor ya en los ochenta, como cuenta en su artículo ‘La prehistoria de los vinos de Gredos’. Esto atrajo la atención de otros, y uno a uno restauraron el orgullo gredense, sobre todo gracias a la labor de las bodegas pertenecientes a la Asociación de Albillos y Garnachas de Gredos. Un hito que culminó con la creación de Cebreros como denominación de origen en 2017, la cual muchos abogaban porque fuera llamada ‘Gredos’ puesto que ninguna de las cuatro que aquí encontramos lleva su nombre. Sea como fuere, la zona centro ya estaba en el mapa.

Algunos protagonistas
La historia continúa, y hoy hay cada vez más elaboradores apostando por Gredos. Ya sean oriundos de la zona y conozcan los tesoros que aquí se ocultan, o forasteros en busca de oro. Uno de esos aventureros exploradores es Jesús Soto, o Chuchi, como se le conoce.
Chuchi había pasado por bodegas como Belondrade y Leda Viñas Viejas, por tanto, es poseedor de esa sabiduría especial que solo la experiencia otorga. Corría el famoso año 2017 y se encontraba en búsqueda de algo puro y auténtico. Lo encontró en Cebreros.
La denominación como tal nació ese mismo año a la par de su proyecto personal, SotoManrique, que hoy es una de las grandes impulsoras de la comarca. Él nos contó, a Cristina Simeone (Selección y Ventas) y a mí cuando le visitamos, que se encontró con un desafío inesperado cuando indagaba para encontrar la viña de sus sueños en el pueblo: el vínculo sagrado y emocional que unía las tierras a sus propietarios.
Es el caso de la parcela de 1,3 hectáreas que encontramos en el Puerto de Arrebatacapas, a 1.100 metros de altitud e imagen de cabecera de este artículo. Plantada en 1961 por el suegro de Julián, o Sira como le conocían sus vecinos, era lo último que le unía a su mujer y su familia, pues ya en su octava década de vida, todos habían fallecido.
Fue cuando ya no pudo seguir cuidando de su tierra, en 2018, que accedió a su venta, promesa mediante de Chuchi de elaborar un vino parcelario de ella. Nacía así Alto de la Estrella, un perfecto exponente de su trabajo, de su búsqueda de verdad y uno de los mejores vinos que podemos encontrar en la zona.
Este desafío es algo común a la gran mayoría de viticultores que depositaron su fe en Gredos. Comando G, Ca’di Mat o Jiménez-Landi, entre otros, han conseguido lo que para muchos era imposible. Un cambio no solo en la calidad de los vinos sino también en la mentalidad del viticultor que, en lugar de buscar lo sencillo, busca la calidad. Ahora, en lugar de llevar la uva a la cooperativa y desentenderse, se disfrutan los frutos del trabajo.



Un ejemplo es la rigurosidad a la hora de seleccionar el fruto. “Antes hasta piedras te encontrabas. Hemos tenido que reeducar a los vendimiadores que nos ayudan para que tengan un mayor rigor y sean más minuciosos”. Estas son palabras de Aitor Paul, de A Pie de Tierra, uno de los proyectos en alza en Méntrida, y que recientemente ha sido alabado por Luis Gutiérrez (crítico en The Wine Advocate para España, Portugal y Jura y acérrimo defensor de Gredos) como una de las grandes mejoras de la región.
Él y David Villamiel emprendieron su proyecto también en 2017, el año dorado, como decíamos al comienzo. Ambos estudiaban entonces en la Escuela Profesional de Viticultura y Enología de Madrid, donde se conocieron y forjaron una amistad. David es de Méntrida, y su familia posee unas 20 hectáreas de viñas muy viejas, con entre 50 y 90 años, que cuidan con esmero entre él y su padre. Sabedor del potencial que guardan, le insistió mucho a Aitor para que las fuera a visitar. Claro que, en esa época, Gredos aún estaba en proceso de ser lo que es hoy, por lo que Aitor no pudo esconder su sorpresa cuando se encontró ante aquel tesoro de cepas viejas de Garnacha en el valle del Alberche.
Actualmente alumbran tres vinos que son esencia pura de Aldea del Fresno (Madrid), una zona que fue devastada hace apenas un año por una dana que captó menos la atención mediática, pero que igualmente causó mucha devastación. De hecho, cuando se entra por el camino que lleva a la pequeña construcción en la que “cocinan” sus vinos, se palpa el daño. Un cauce desbordado, árboles caídos, y terrenos arrancados completamente. “Tuvimos suerte”, destacaba Aitor, “nuestra viña no llegó a anegarse por muy poco, aunque el río sí se cobró una parte de ella”.
Hablaba de la Dehesa de Navayuncosa, lugar en el que nace Fuerza Bruta, su vino insignia y con el que han dado a conocer su aventura vinícola. Era 2023, una añada marcada por este destrozo tan importante en la región.
Contra todo pronóstico ocurrió algo inesperado, y fue aquella añada la que marcó un antes y un después para ellos, siendo una de las mejores hasta la fecha. Ronca de Mazalba 2023, su “top” en este momento, fue destacado por Gutiérrez con 96 puntos como “el vino más impresionante que he probado de Méntrida”. Ellos mismos cuentan que la viña de la que procede “la descartamos a la primera por su orientación sur, ya que siempre se dice que hay que evitar esa exposición, y fíjate tú”. Al final, resultó ser una mina de oro.

Esta es la magia de Gredos. Una tierra de infinitas posibilidades, riqueza y amabilidad extrema en la que conviven un pasado reciente, un presente ilusionante y un futuro prometedor. Una evolución tangible y bebible que seguro que nos brindará mucha más alegría y placer a través de su fórmula magistral de las tres ges. Hay un brillo especial en sus gentes, en las ganas y en la ilusión, por no hablar de que aquí podemos encontrar una de las mejores relaciones calidad-precio del país. Esto solo es el comienzo.
Nacida en el seno de una familia vinícola, crecí entre las vides de mi tío en la famosa región de Douro. A pesar de ser portuguesa, me he criado en Vigo. "¿Y qué prefieres?, ¿España o Portugal?". Mi respuesta, los dos, soy Ibérica como el jamón. El 'true crime', el arte contemporáneo, la historia, el yoga, las plantas y el vino son mi pasión. Estudié Publicidad y Relaciones Públicas, y realicé un máster de Marketing Online con el que me he enfocado en la Redacción de Contenido. Me encantaría poder vivir en una granja con mi huerto y unas gallinas.