La Copa de los Sentidos 2024

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Son muchos los que piensan que trabajar en el sector del vino es un continuo simposio, una experiencia esencialmente lúdica que se desarrolla en elegantes salas de degustación, entre aperitivos, grandes copas de cristal y, quizá, algo de música lounge de fondo. Los que se dedican a este oficio saben perfectamente que este retrato glamuroso no se corresponde con la realidad, pero… (sí, hay un pero), a veces, el dios Baco muestra su benevolencia con sus ‘adeptos’ y nos regala algunas experiencias que consiguen enriquecer enormemente nuestras almas y sobre todo nuestros sentidos.

La Copa de los Sentidos es una de ellas, una gran fiesta para los amantes del vino organizada bianualmente por la distribuidora de vinos premium y productos gourmet Aseuniv. El evento tuvo lugar el 28 de febrero en el Florida Park, situado en el Parque del Retiro, el corazón verde de la capital madrileña. Inicialmente el evento iba a celebrarse el día anterior, pero debido a los fuertes vientos y al cierre del parque por motivos de seguridad, la organización tuvo que posponer un día la apertura de puertas.

Debo confesar que al principio me sentí como un niño en un parque de atracciones. Este evento es el sueño de todos los amantes del vino, donde puedes ver reunidas algunas de las bodegas más emblemáticas del panorama vinícola nacional e internacional en un ambiente jovial, festivo y menos formal que un normal salón o una cata profesional.

Mención aparte merece la selección de productos gourmet que se nos ofreció, los excelentes jamones y embutidos de bellota y la carne de primera calidad de la marca Discarlux fueron un aliado imprescindible para poder disfrutar plenamente del evento.

Fue un gran placer para mí poder participar en compañía de algunas de mis compañeras, y tuvimos la oportunidad de probar varias etiquetas muy interesantes que nos gustaría compartir con vosotros.

Para abrir los bailes, y eliminar de mi paladar el sabor a café que atenazaba mis papilas gustativas, mi primera parada fue en la mesa de un clásico entre los clásicos: Moët & Chandon, donde pude degustar un champagne que realmente me impresionó por su finura y expresividad: Moët & Chandon Grand Vintage 2015. Un homenaje a la gran añada de 2015, en la que se alternaron calores extremos con fríos intensos y que dotó al vino de una agradable tensión que lo hace aún más interesante en boca y en nariz.

Tengo debilidad por los tintos de Garnacha elaborados en la Sierra de Gredos, y no puedo dejar de mencionar una etiqueta que realmente me impresionó: Ataulfos 2018 de Jiménez-Landi. Un vino de parcela elegante, floral, mineral, con toda la finura que puede ofrecer el suelo granítico de la zona. Se trata de un lugar privilegiado donde la Garnacha, en mi opinión, ha encontrado un hábitat ideal. Este tinto me recuerda los largos paseos matinales por la montaña de mi infancia, en busca de las deliciosas bayas rojas escondidas entre las zarzas. Un vino que me gustaría definir proustiano.

Para concluir mi breve excurso y dejar la palabra a las impresiones y “flechazos” de mis compañeras, hay que hablar de «la reina del baile», la etiqueta más deseada, codiciada y cortejada del evento: La Faraona de Descendientes de J. Palacios. Estamos hablando de uno de los mejores vinos del mundo, y debo admitir que después de probarlo, merece toda su fama. Tuvimos que esperar unos minutos con la esperanza de que la multitud se redujera frente a la mesa de degustación y, finalmente, conseguimos hacernos un hueco y pudimos ofrecer nuestras copas deseosas de recibir este elixir.

A veces es muy complicado describir un vino que consigue tocar tan profundamente nuestros sentidos, de hecho, se me olvidó tomar notas (de memoria recuerdo que la añada debía ser 2020, pero podría equivocarme) y opté por disfrutar libremente de este tinto que, sin ninguna duda, se encuentra entre los mejores que he probado nunca. Fino, elegante, intenso, pero también dotado de una genuina sencillez, una belleza natural que no necesita trucos ni oropeles, tan seductora y atractiva como una diva del cine neorrealista de los años 50. Una creación que todo el mundo debería probar al menos una vez en la vida. Desgraciadamente, el precio lo hace inalcanzable para muchos, pero afortunadamente existen eventos como éste que también permiten a nosotros, comunes mortales, degustar el néctar de los dioses.

Ahora dejo la palabra a los flechazos de mis compañeras:

Microcósmico Macabeo 2022

El amor a primera vista existe. Y lo puedo confirmar con esta joya de Frontonio, se trata de una Macabeo de exquisita finura en un blanco de carácter eminentemente fresco, con buen volumen y longitud. ¡Todo un descubrimiento para mi paladar!

Laura Calvo Toulouse

Gramona III Lustros Brut Nature 2015

Gramona ha vuelto a enamorarme. Si te gustan las finas burbujas de Corpinnat te recomiendo este cava, suave, cremoso y elegante. Sus típicas notas de panadería y pastelería, su verticalidad y sus aromas minerales no dejan de sorprenderme en cada sorbo. Este espumoso te acompañará fielmente en tus encuentros más especiales.

Laura Calvo Toulouse

Alma do Vello Tesouro 2021

Para mí fue un flechazo instantáneo. Su capa ligera es una antesala a lo que está por venir: muchísima fruta, una frescura arrebatadora y repleto de elegancia y finura. Se trata de un monovarietal de Brancellao procedente de una pequeña parcela centenaria, un descubrimiento no solo en Valdeorras sino en lo que a tintos atlánticos se refiere.

Mariana Moura

Gran Vino de Guarda La Comtesse 2018

Ya había tenido el placer de probar esta referencia en su añada 2017. Me reafirmo, este es uno de esos albariños que me enamoran una y otra vez. Una delicia plena, con fruta madura, notas de eucalipto y manteniendo un frescor que solo nos podía transportar a las costas atlánticas. Sin duda uno de los mejores blancos gallegos, con una presencia única a la mesa.

Mariana Moura


Dulcis in fundo, el evento estuvo amenizado por un espectáculo de cabaret que siguió haciendo cosquillas a nuestros sentidos, ya embriagados por las numerosas degustaciones en las mesas de catas. Y en medio de esta mezcla de glamour, burbujas y delicatessen, levanté mi copa de Gramona Imperial para un último brindis antes de volver a la realidad, hecha de pantallas de ordenadores y vagones de metro abarrotados, donde, apiñado entre la multitud, en medio del desagradable olor y el ruido ajenos, me agarro a esa molécula de Faraona escondida en los meandros de mi paladar, pensando: sí, es verdad, somos unos privilegiados.