Pago de Carraovejas: el éxito de la bodega más popular del Duero

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Aunque la Ribera del Duero es una región que acoge a muchos de los grandes mitos del vino español, hay una bodega que en los últimos años está experimentando un éxito sin precedentes, algo a lo que sin duda contribuye el boca a boca de quienes descubren sus vinos, que sin ser los más económicos de la denominación, combinan una espectacular relación calidad-precio dentro del segmento de los vinos tintos premium nacidos a orillas del Duero.

Esta bodega no es otra que Pago de Carraovejas, fundada en el año 1987 a solo 3 kilómetros de la localidad de Peñafiel (Valladolid) por un emprendedor nato: José María Ruiz, creador también del mítico restaurante José María de Segovia.

Una de las claves del fenómeno Carraovejas es precisamente su ubicación, en la solana de los valles del río Botijas, un apéndice del valle del Duero del que tan sólo le separan 4 kilómetros. Es una zona que cuenta con un microclima en el que se conjugan los efectos dulcificantes del río, los vientos del oeste que favorecen la calidad de la uva y la orientación sur de sus laderas, que protegen a las cepas del viento del norte y de las heladas que se suelen registrar en la región durante la primavera y el otoño.

José María Ruíz junto a su hijo Pedro Ruíz Aragoneses.

En cuanto al terruño, la finca cuenta con tres tipos de suelos repartidos en función de la orografía del terreno. Allí se cultivan viñas principalmente de la variedad Tempranillo con las que se elaboran joyas como Pago de Carraovejas, un vino tinto que está siempre entre los más codiciados de España, y cuyo lanzamiento cada año está lleno de expectación.

En el año 2007 José María Ruíz cedió el testigo de la bodega a su hijo Pedro, quien con solo 24 años se hizo cargo de un proyecto que ya por entonces despuntaba enormemente. “Empezamos con 10 hectáreas y ahora tenemos más de 200, y a lo largo del año estamos entre 4 y 6 meses sin vino porque no podemos atender la demanda existente”, cuenta el propio director general de Pago de Carraovejas para entender la dimensión de este fenómeno. 

“Yo siempre digo que la bodega ha crecido tanto que ya casi ni nos pertenece, pero si hay algo que nos define es que nuestra pasión siempre está por encima del negocio, y eso es lo que nos hace avanzar”, nos contó el propio Pedro Ruíz Aragoneses en una entrevista. 

El año 2016 fue punto de inflexión para Pago de Carraovejas, ya que con motivo de su vendimia número 25 renovaron la identidad corporativa de la bodega y pusieron en marcha nuevos proyectos. Entre ellos, la apertura del restaurante Ambivium, materializada en marzo de 2017. Poco más de cuatro años le han bastado a este templo culinario ribereño para atesorar importantes reconocimientos como el premio a la mejor carta de vinos en la cuarta edición de los IWC Mercant Awards, el galardón de mejor restaurante de Castilla y León, otorgado por la Academia de Gastronomía, o la concesión de un Sol Repsol. Estas distinciones culminaron con la obtención de su primera Estrella Michelin, en diciembre de 2020, gracias a la labor de un excelente equipo capitaneado por David Robledo. Quien recibiera el Premio Nacional de Gastronomía al mejor sumiller en 2014 es el director gastronómico de este cuidado proyecto que cuenta, tras los fogones, con el chef Cristóbal Muñoz.

Viñedos de Carraovejas con el castillo de Peñafiel al fondo.

Otra interesante propuesta en la órbita de Alma Carraovejas, nombre escogido para aglutinar sus distintas bodegas, es Milsetentayseis. Bajo la dirección técnica de la enóloga Patricia Benítez, este proyecto, enclavado en el área de mayor altitud de la Ribera del Duero, está destinado a alumbrar vinos singulares de muy pequeña producción, como es el caso de La Peña 2018, un rosado que algunos críticos internacionales como Tim Atkin ya han valorado muy positivamente.

Carraovejas tiene además en mente la idea de abrir próximamente un pequeño hotel boutique con 15 o 20 habitaciones en el Valle de Espantalobos, dentro también de la Ribera del Duero. Se trataría de un alojamiento con no más de 15 o 20 habitaciones y una gran piscina junto a los viñedos para que los clientes pueden bañarse mientras contemplan las uvas de Tempranillo que dan lugar a estos vinos tintos de excepción.