La verdad sobre los corchos que no son corchos

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El primer paso para disfrutar de un buen vino empieza por descorchar la botella que lo contiene. Toda una ceremonia en la que más vale maña que fuerza y que va desde la elección del que hará las veces de sumiller en la mesa, hasta el sonido inconfundible del corcho al salir de la botella.

El corcho es el material que tradicionalmente se ha utilizado para el cierre de las botellas. Dentro de las variedades del corcho, existen desde aquel que es 100% natural de una única pieza, pasando por colmatados y técnicos, hasta aglomerados.

Aunque no se ha demostrado que exista una alternativa mejor, cada vez son más frecuentes otra clase de tapones, con los que queda desterrada la posibilidad de que ocurra aquello que tanto miedo nos da cuando reservamos un buen vino para una ocasión especial: el olor a corcho.

Porque nada da más rabia que alardear de lo mucho que entiendes de vinos con tus amigos, presumir de esa joya que guardas en tu bodega personal y que al descorcharla sea un fracaso total.

Conocido comúnmente como olor a corcho, el TCA o tricloroanisol se debe a un hongo que crece de forma natural en los alcornoques y provoca ese aroma y sabor a humedad que puede afectar a algunos vinos. Otro tipo de contaminación es el TBA o tribromoanisol que provoca ese carácter mohoso en el vino.

Alternativas al corcho

La alternativa cada vez más frecuente a los tapones de corcho son los sintéticos, elaborados a partir de diferentes polímeros plásticos y siliconas. Se presentan como una solución al TCA, su producción es más económica y mantienen el clásico ritual de descorche que tanto nos gusta en España. No obstante, su uso se recomienda para vinos de consumo inmediato. Esto se debe a que mientras el corcho permite que los vinos respiren, favoreciendo su evolución, los sintéticos sellan por completo la botella.

Pero, ¿qué ocurre si ese sacacorchos que tu amigo, conocedor de tu afición a los vinos, te regaló en el último amigo invisible no forma parte del juego esta noche? ¿Y si con un simple giro de muñeca, voilà, puedes tener el vino en tu copa en menos de cinco segundos?

Estamos hablando del cierre que triunfa en países como Australia y Nueva Zelanda y que en España aún nos provoca cierto rechazo: los tapones de rosca. Por costumbre o postureo, tienen peor fama ante el público general que los corchos clásicos pues lo consideran sinónimo de vino barato. Pero nada más lejos de la realidad.

Como argumento a favor del tapón de rosca hay que destacar que estos están libres de hongos y aseguran un cerrado perfecto que mantiene intacta la calidad del vino. Esta clase de tapones se usa incluso en vinos de gama alta en el nuevo mundo y al igual que lo que sucede con los corchos, los hay de distintas calidades. Aquellos que se usan en vinos alta gama o vinos de guarda tienen un revestimiento que permiten distintos niveles de permeabilidad.

Por supuesto, no hay que olvidar otra clase de tapones que ya son tendencia en el mundo del vino, los de cristal. Modernos, elegantes y reciclables, además de mantener inalterable el sabor y aroma del vino. Aunque su producción es mucho más cara y aún está por determinar cómo afectan al envejecimiento de los vinos que precisan de varios años en botella debido al hermetismo de los mismos.

Un cierre para cada vino

Cada tipo de cierre aporta características diferentes al vino y por este motivo es necesario valorar las ventajas e inconvenientes de cada uno.

Por tanto, ya sabes cómo rebatirle al listillo de turno que se atreva a decir que tu vino de corcho sintético, rosca o cristal es de mala calidad y mantenerte en el podio de experto en vinos de tu grupo de amigos.

Porque hay vinos para todos, para el romántico del clásico ritual del descorche, para el que quiera innovar con el cristal y para aquel que se pase a la moda de “desenroscar” un vino. Porque al final lo más importante es disfrutar de un buen trago.