Crucero por el Mediterráneo

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Recorrer el Mediterráneo a bordo de un crucero es una de las travesías más recurrentes y evocadoras del mundo. Este mar se encuentra rodeado de belleza, paisajes, culturas y mucha historia. No encontramos mejor forma de profundizar en él que hacerlo a través de sus vinos, de sus viñedos y de sus productores. Su influencia en el clima y en el carácter de las personas ha moldeado durante siglos la manera de elaborar vinos, junto con una historia de conquistas e intercambios culturales que han expandido su consumo por decenas de países.

Aunque el origen geográfico de la viña (Vitis vinifera) no está claro con exactitud, podemos estar de acuerdo en que su desarrollo y éxito de consumo tuvo lugar en el litoral mediterráneo, desde el extremo más oriental hasta el estrecho de Gibraltar, teniendo un impacto fundamental para que el vino se convirtiera en la bebida más importante del mundo a lo largo de los siglos.

El inicio de una “cultura de vino” de forma popular comenzó a gestarse en la antigua Grecia, aunque su forma de degustarlo dista mucho de la versión actual, al aguarse para contrarrestar su alta graduación alcohólica y disminuir por tanto sus efectos. Crearon el momento del simposio, un banquete de celebraciones de diversa índole en el que el consumo de vino era uno de los pilares fundamentales en su estructura. El hedonismo asociado a comer y beber comenzaba a dar sus primeros pasos.

Avanzaron además tanto en el cultivo como en la conservación de los diferentes vinos que elaboraban, aunque heredaron las ánforas de barro de los egipcios para almacenar los vinos de mayor calidad y transportarlo a otras regiones.

Los pueblos romanos y fenicios (situados en Israel, Siria, Líbano y Palestina) fueron clave a la hora de extender la viticultura por toda Europa, gracias en parte a un clima común que convierte al Viejo Mundo en uno de los pocos lugares del planeta aptos para este tipo de agricultura. Las suaves temperaturas del invierno, junto a la calidez veraniega y unas precipitaciones poco abundantes, crean un ambiente óptimo para las uvas y también para las personas que habitan sus tierras. Esta es una de las razones por las que cada verano viajeros de todos los continentes se fijan en esta zona para disfrutar de sus vacaciones.

Otro punto a favor para deleitarse con los vinos mediterráneos es el placer de acompañarlos con la gastronomía autóctona de cada región. Cocinas como la payesa, valenciana, provenzal, toscana, turca, libanesa, griega, marroquí… la lista es infinita. Aunque cada una de ellas tiene su propia identidad, sí que comparten ciertos ingredientes y maneras de hacer que conforman un mosaico rico en todos los sentidos.

Comenzamos ya con siete paradas en algunos de los puntos más representativos del Mediterráneo vinícola en las que podremos observar un amplio espectro de estilos, variedades y terruños.

España

Nuestro punto de partida es el litoral catalán, no sin antes adentrarnos para visitar algunas de sus principales denominaciones de origen. Con una tradición vinícola que se remonta a principios del siglo XII, nuestra primera parada es el Penedès, una región especialmente conocida por sus blancos y cavas. La Xarel.lo, la Macabeo y la Parellada son algunas de las uvas blancas que predominan en la zona, cuyos vinos se caracterizan por ser muy aromáticos, suaves y equilibrados.

No podíamos irnos de aquí sin visitar la comarca del Priorat, tierra de viticultura heroica y suelos de licorella, que acoge la D.O.Ca. Priorat y la D.O. Montsant. Con pendientes impracticables, su orografía es muy accidentada y en muchas ocasiones sus viñas son plantadas en terrazas, lo que provoca que la vendimia sea toda una hazaña.

Antes de seguir con nuestra ruta, hacemos una breve parada en Baleares, concretamente en Mallorca. Sus calas de turquesas imposibles rodeadas de pinares nos obligan a detenernos, su gastronomía y sus vinos, a quedarnos. Existen dos denominaciones de origen en la isla, Binissalem y Pla i Llevant, e infinitos vinos de la tierra. Son elaboraciones con un marcado carácter mediterráneo y entre las variedades, destacamos las autóctonas Callet, Manto negro y Fogoneu para los tintos y la Prensal, Giró ros y Malvasía para sus blancos.

Francia

Siguiendo la travesía, dibujamos el litoral mediterráneo francés deteniéndonos en dos grandes zonas vinícolas como son el Languedoc y la Provenza. Ambas regiones concitan los viñedos más antiguos del país, que nos remontan a las épocas griega y romana, bendecidos por un clima benévolo, con el mayor número de horas de sol de toda Francia.

En el caso del Languedoc, esta circunstancia, junto a los distintos tipos de suelos (grava, piedra arenisca, arcilla calcárea, arena, caliza o esquistos) y uvas autóctonas como Garnacha tinta y blanca, Monastrell, Syrah, Cariñena, Ugni blanc, Vermentino, Macabeo, Muscat o Marsanne, posibilita una gran variedad de estilos. El carácter afrutado, la potencia, una perfumada nariz y una más que interesante relación calidad-precio son los rasgos comunes de todos ellos.

Más al sureste se despliegan la Provenza y la Costa Azul, donde, como no podía ser de otro modo, destacan sobre el resto los afamados rosés. La cifra es apabullante: el 5,5% de los rosados que se consumen a nivel mundial proceden de esta región. Su delicado color piel de cebolla, con aromas a frutos rojos, cítricos y flores blancas, despliegan elegancia, sutilidad, frescura y ligereza suficientes para hacer de ellos la opción perfecta de cara a disfrutar de un verano sin fin. El éxito está asegurado.

Italia

El país transalpino cuenta con gran cantidad de viñedos de calidad de norte a sur, con bodegas históricas y proyectos que llenan las vinotecas de todo el mundo. Queremos hacer una mención especial en este recorrido mediterráneo para la Toscana y sus bellos paisajes adornados por cipreses, región que recibe una gran influencia marina y que cuenta con auténticas joyas como los llamados supertoscanos.

Estos tintos, bautizados así por la prensa americana hace décadas, fueron una auténtica revolución debido a su heterodoxia frente a las exigentes normas de las D.O.C. (Denominazioni di origine controllata) locales, al incluir en la elaboración de sus vinos variedades de origen francés, sobre todo de Burdeos. Sassicaia, Le Macchiole o Masseto son algunos de sus actores destacados.

Tampoco debemos perder de vista denominaciones como Brunello di Montalcino o Chianti, ligadas siempre con su variedad autóctona reina, la Sangiovese, que podemos traducir como “sangre de Júpiter” en latín. Su alta presencia de tanino y elevada acidez la convierten en una opción de altura para acompañamientos como el bistec a la florentina.

Croacia

Tras nuestro paso por Italia, atracamos en Croacia. No sabemos que nos embauca más, si los mil tonos de azul de la Costa Dálmata o el verde esmeralda que tiñe sus viñedos. Su condiciones meteorológicas diversas, sus tierras fértiles y una ubicación privilegiada, pues comparte latitud con algunos de los mejores viñedos del mundo, hacen de Croacia un país con los ingredientes idóneos para elaborar vinos exquisitos.

En la Croacia costera, concretamente en Istria, Dalmacia y las islas del Adriático, las uvas protagonistas son la Malvasía y la Moscatel, mientras que las variedades tintas más extendidas son la Teran, la Cabernet sauvignon, la Merlot y, por supuesto, la Plavac Mali, una uva autóctona con la que se elaboran algunos de los mejores tintos del país.

Más hacia el interior, Kutjevo está considerada la capital del vino de la Croacia continental y es famosa por sus blancos afrutados, con un carácter similar a los de los países vecinos. Una de las variedades más extendidas y cuya importancia radica especialmente en esta zona es la Grasevina. Esta variedad entrega vinos frescos, ligeros, fáciles de beber y con una acidez brillante que los convierte en la pareja perfecta de mariscos, sushi y quesos curados.

Eslovenia

De moda no solo por su atractivo turístico, Eslovenia puede también presumir de ser uno de los países europeos vinícolas más interesantes del momento. A principios de enero, Decanter incluía a sus blancos entre las principales tendencias para este 2021. De las tres regiones del país, Posavje, en la frontera con Croacia; Podravje, con Hungría, y Primorska, lindando con la italiana Friuli, es esta última la que acapara todas las miradas, incluida la nuestra, por su influjo mediterráneo.

En nuestro recorrido por el mare nostrum vinícola desembarcamos en Goriška Brda y el valle de Vipava, cuyos paisajes de suaves colinas y campiñas recuerdan a la Toscana. La cercanía, por una parte a los Alpes y por otra al mar, aporta frescura y aromaticidad a sus vinos. Creaciones elaboradas tanto con variedades autóctonas como la Pinela o la Ribolla Gialla, también llamada Rebula, protagonista de los apreciados orange wines eslovenos, como también foráneas bien adaptadas como la Chardonnay o la Sauvignon blanc.

Además, el enfoque moderno de una generación joven de enólogos, concretamente en Vipara, ha convertido a esta en la cuna de vinos biológicos y biodinámicos, cada vez más reconocidos. Bodegas como Batič abanderan este movimiento junto a otros elaboradores de renombre del país como Simčič Marjan o Ščurek.

Grecia

No solo de historia vive el país heleno. En la actualidad es un territorio en crecimiento que apuesta por el futuro incorporando prácticas ecológicas para poner en valor sus muchas y genuinas variedades autóctonas, donde predominan uvas blancas como Malagousia, Assyrtiko, Savatiano o Moschofilero. Dentro de los tintos, cepas de Xinomavro, Limnio o Agiorgitiko conforman un mosaico de estilos que se debería ir descubriendo poco a poco, ya que son un auténtico viaje espacio-tiempo en el que degustar matices de otras épocas. Destacar el uso del sistema de conducción en forma de cesta, propio de las islas, para proteger a la viña de las inclemencias del viento.

Aunque ofrezca la impresión de que se trata de un territorio pequeño en cuanto a extensión, debes saber que cuenta con más de 1.290 bodegas, 33 denominaciones de origen y un centenar de indicaciones protegidas, divididas entre las regiones de Norte de Grecia (incluyendo Macedonia, Epiro y Tracia), Grecia Central y Ática, Peloponeso e Islas Jónicas, Islas del mar Egeo y Creta.

Otra fuente de diversidad son los distintos relieves que se pueden apreciar, desde entornos volcánicos hasta continentales. La unión de su terroir junto con el perfil aromático y fresco, que consiguen gracias a sus vinificaciones, hace que los vinos sean muy gastronómicos.

Líbano

Terminamos este viaje en un territorio clave que ha firmado múltiples capítulos en la expansión del vino por media Europa gracias al pueblo fenicio. Por suerte esta herencia sigue presente con viñedos de fama mundial como los del valle de Bekaa, rodeados por la cordillera del Líbano y del Antilíbano, considerados un auténtico oasis que escapa al entorno árido de la región.

A día de hoy cuentan con una gran influencia de variedades francesas —gracias a la relación histórica entre ambos países— a la hora de elaborar sus vinos, entre las que destacan las uvas Cinsaut, Cariñena, Cabernet sauvignon, Merlot, Monastrell, Garnacha o Syrah.

En cuanto a bodegas ofrecen un gran número de productores de calidad como Château Kefraya o Clos St. Thomas, pero hay que hacer una parada especial con Château Musar, fundada en 1930 por Gaston Hochar. Cualquier vinoteca del mundo que se precie de contar con referencias únicas debe tener alguna de sus míticas botellas.

Su nivel de precisión tanto en el campo como en bodega, donde ponen todo el énfasis en expresar el carácter de lo que sale del viñedo, les coloca al nivel de otros grandes de Francia, España o Italia.

*Por Raquel Cuenca, Lucía Gómez de la Calzada y Selu Rodríguez.