Levante estelar: el estallido vinícola del este peninsular

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Está de moda, en estado de gracia y todos lo saben. El mundo lleva ya un tiempo fijando sus ojos en los vinos del levante peninsular y su pequeña gran revolución. El granel y la exuberancia desmedida de otros tiempos han dado paso a mayor frescura y finura sin perder la alegría y luz mediterráneas que evocan puro placer. De Valencia a Alicante, pasando por Jumilla o la limítrofe Manchuela, el este español vive nuevos y prometedores tiempos con etiquetas, elaboradores, bodegas y proyectos que todo buen aficionado haría bien en no perder de vista, nariz y, sobre todo, boca.

Del hallazgo en Jumilla de restos de semillas de vitis vinifera de 3.000 años a.C. o de los lagares del yacimiento íbero de Alt de Benimaquia en Denia a la fundación en 1960 de la Escuela de Viticultura y Enología de Requena, factoría de talentos patrios de la talla de Raúl Pérez, Javier Ausás, Pablo Ossorio o Toni Sarrión. El vino y el cultivo de la vid han tenido desde siempre una cuna privilegiada en esta franja geográfica de la Península comprendida por las comunidades autónomas de Valencia, Murcia y parte de Castilla-La Mancha, concretamente en localidades de Albacete y Cuenca. 

En los últimos años algo excepcional se mueve en estas tierras. Y lo hace desde un cambio de paradigma, la reivindicación de su propia y rica diversidad y la apuesta por lo local para convertirse en un éxito universal, impulsado por la revalorización de sus variedades mayoritarias Monastrell, Bobal, Merseguera o Moscatel pero también rescatando del olvido a otras minoritarias como Forcallà, Arco, Giró, Mandó, Bonicaire o Verdil

La identidad ha tomado el protagonismo y se manifiesta en un estilo que tiene a la frescura como leitmotiv. La mediterraneidad vinícola ya no es sinónimo exclusivo de elaboraciones marcadas por una madurez, concentración, madera y graduación alcohólica excesivas. En abril de 2022, Casa Castillo Pie Franco 2020 se convertía en el primer vino levantino en lograr 100 puntos Parker. La coronación de su bodega homónima y creador, José María Vicente, supuso la consagración de ese nuevo estilo en pos de mayor sutileza, elegancia y agilidad no exentas de profundidad. La puerta a la clase mundial quedaba así abierta para que otros nombres de la escena como Carlos y Juanjo Cerdán de Bodegas Cerrón, Rafa Cambra, Pepe Mendoza, Óscar Mestre, Javi Revert o Juan Antonio Ponce puedan traspasarla de par en par.

Viña vieja de Monastrell en las laderas de Los Hermanillos, en el término municipal de Jumilla. Foto de Juan Palao, de Guarafía Producciones, propiedad CRDOP Jumilla
Viña vieja de Monastrell en las laderas de Los Hermanillos, en el término municipal de Jumilla. Foto de Juan Palao, de Guarafía Producciones, propiedad CRDOP Jumilla

Del mar al interior: una D.O. con mil caras

Valencia. Reino de fallas, horchata, paella y vino. La historia vitivinícola de la provincia se remonta a la época romana, pero no fue hasta los siglos XV y XVI, cuando sus vinos comenzaron a exportarse desde el puerto. Con el ferrocarril, el comercio interior se intensificó, y se produjo una clara apuesta por la calidad, las variedades autóctonas y los métodos sostenibles. La D.O.P. Valencia comprende 13.000 hectáreas divididas en cuatro subzonas: Valentino, Alto Turia, Moscatel y Clariano. Cada una presenta características particulares, con un clima mediterráneo y suelos que varían entre calizos, arcillosos y margosos, además de altitudes que van de los 250 a los 800 metros sobre el nivel del mar. Esto da lugar a un sinfín de tipologías de vinos, además de favorecer el cultivo de múltiples variedades como las blancas Merseguera, Pedro Ximénez y Malvasía, y las tintas Monastrell, Tempranillo y Syrah.

Valencia, además, se ha erigido en templo para la viticultura sostenible gracias a proyectos como los de Vicente Gandía o Celler del Roure, entre otros, que han logrado combinar innovación y tradición recuperando métodos ancestrales como el uso de tinajas de barro en la crianza.

Viñedo de Vicente Gandía
Viñedo de Vicente Gandía

Más allá de esta D.O., encontramos la de Utiel-Requena, tierra de interior que ha forjado una identidad propia. Suelos pobres, un clima continental más extremo y una de las tradiciones vinícolas más antiguas de Europa occidental. Aquí, la gran protagonista es la Bobal. Durante décadas se destinó a la producción de vino a granel, y hoy se ha convertido en la variedad estrella, con la que se elaboran tintos frescos, con notas de fruta roja, buena acidez y taninos firmes, así como rosados vibrantes.

Requena también ha sido pionera en la producción de cavas. Una de sus grandes impulsoras es la bodega Pago de Tharsys. Vicente García se entregó a la apuesta por los espumosos de su tierra, labor con la que consiguió inscribir Utiel-Requena en la D.O. Cava.

Esta comarca de raíces profundas ha sabido reinventarse, recuperar el valor de sus variedades olvidadas y apostar por una viticultura que combina tradición, autenticidad y calidad. Dentro de esa búsqueda por la calidad, ha sido precursora en la consolidación de proyectos con reconocimiento geográfico máximo: los Vinos de Pago. Destacan, por un lado, El Terrerazo, de Bodega Mustiguillo, donde la Bobal muestra todo su potencial bajo cultivo ecológico. Y por otro, Los Balagueses, de Bodegas Vegalfaro, situado en terrenos pedregosos donde variedades foráneas exhiben su riqueza.

La millor terra del món

Bienvenido a un oasis de playas, palmeras, la cuna de la mágica noche de San Juan y la representación viva del paraíso mediterráneo. Esta es también la tierra de la gente que “tira para adelante», como sus viticultores: resilientes, sabios en el trato a la vid y capaces de extraer lo mejor de un clima exigente, con veranos calurosos, inviernos suaves y escasas lluvias. 

Los orígenes de la tradición vinícola alicantina se encuentran en la época íbera, aunque fue bajo dominio romano cuando su producción se sistematizó. Entre los siglos XVI y XVIII, Alicante vivió su edad dorada ya que sus vinos, y en especial su fondillón, viajaban desde el puerto a media Europa. Este vino de postre, envejecido sin fortificar y elaborado con Monastrell sobremadurada, era considerado un lujo reservado para aristócratas y reyes. Se cuenta que Luis XIV lo bebía en Versalles y que Alejandro Dumas lo citó en El Conde de Montecristo, donde el protagonista lo ofrece orgullosamente como una de las joyas de su bodega.

Bodega de Enrique Mendoza
Bodega de Enrique Mendoza

La defensa de este patrimonio vinícola fue siempre una prioridad para la región. En 1510, Fernando el Católico prohibió la distribución de vinos foráneos en Alicante mediante la Junta d’Inhibició del Vi Foraster d’Alacant. La liberalización del comercio en 1756 consolidó la expansión vinícola y finalmente, en 1932, se crea la D.O. Alicante repartida en dos grandes subzonas: La Marina y el Alt Vinalopó. En este paisaje dividido entre las brisas costeras y el calor seco del interior, dominan los suelos calcáreos y arenosos. En La Marina brilla la Moscatel de Alejandría pero también destacan la Merseguera, Airén, Verdil, Planta fina y Macabeo. En cambio, en el Alt Vinalopó el protagonismo es para la Monastrell, de ella nacen los tintos más corpulentos y cálidos de la región. La sostenibilidad es un eje clave en numerosas bodegas, que han tomado conciencia de su entorno árido y buscan frenar la desertificación con prácticas de bajo impacto. Colección de Toneles Centenarios o El Sequé son algunas de las casas que viven un renacimiento gracias a esta simbiosis entre historia y sostenibilidad. Así lo demuestra también Pepe Rodríguez de Vera, el joven vigneron de Sopla Levante. Él, al igual que muchos otros, tiene una forma única de entender el vino, priorizando la búsqueda de viñedos y variedades singulares, así como elaboraciones sin artificios, interviniendo lo justo para sacar a relucir la personalidad única de su tierra.

El despertar jumillano

Aunque, los 100 Parker fueron un punto de inflexión en la historia de Jumilla, el éxito de crítica y público no había sido esquivo hasta entonces con los vinos de esta región delimitada entre el extremo sureste de Albacete y el norte de Murcia. Sus más de 20.000 hectáreas de viñedo, plantado en suelos predominantemente calizos, llevan décadas dando no solo auténticos superventas, como los vinos de bodegas centenarias como Juan Gil o Luzón, sino también referencias premium pioneras en las altas puntuaciones como El Nido o Clío, también propiedad de Gil Family Estate. Todos ejemplifican ese clasicismo bien entendido que hoy convive con la nueva ola.

El pasado enero, el crítico de The Wine Advocate, Luis Gutiérrez, calificaba a Juan Gil Etiqueta Plata 2022 como “campeón en bebilidad”. Esta es una seña común de la Jumilla “de siempre”, sumada a su mayor potencia, intensidad, músculo y concentración. Pese a tal reconocimiento, Gutiérrez, era rotundo al señalar a José María Vicente y los hermanos Carlos y Juanjo Cerdán como el motor de la recuperación de la imagen de calidad de la región. 

José María Vicente, alma mater de Casa Castillo
José María Vicente, alma mater de Casa Castillo

El pilar de Casa Castillo es la interpretación de la Monastrell basada en el equilibrio y la pureza de su paisaje, la zona umbría de la sierra del Molar, en el altiplano jumillano. El nuevo Priorat sirvió de inspiración a Vicente de cara a buscar las mejores parcelas y los viñedos más viejos para lograr vinos representativos de su origen. “Ahora hay una nueva página que se puede escribir en la historia del vino mediterráneo: producciones más limitadas, bodegas más pequeñas y no confiar tanto en la tecnología como en el factor humano pueden ser parte de la clave”, aseguraba en 2022, en este mismo blog

La cuarta generación de vitivinicultores en Fuente Álamo (Albacete) es una de las que ya ha empezado a pergeñar su propio y brillante relato. Stratum Wines by Bodega Cerrón, el proyecto mimado de los Cerdán de vinos con este perfil más moderno, a partir de viñedos casi abandonados, es también para Gutiérrez, ”el proyecto con la progresión en calidad más impresionante de España en los últimos cinco años”. El hilo conductor, una frescura muy marcada apegada al terruño calcáreo y a las noches frías, sin renunciar al carácter mediterráneo, traspasando la fruta y yendo hacia lo floral e incluso herbáceo y con gran potencial de evolución en botella. 

Revelación Manchuela

En 1998, un año después de la creación de la D.O., el periodista y escritor tristemente fallecido, Víctor de la Serna, fundaba en el municipio conquense de Ledaña, Finca Sandoval, proyecto al que estaría vinculado hasta 2019. Nacía así la primera bodega de Manchuela, y todo un emblema de la excelencia de los vinos de esta pequeña región fronteriza repartida en 26 municipios de las provincias de Cuenca y Albacete. Sus más de 14.800 hectáreas de viñedos a una altitud de entre 600 y 1.100 metros, un clima de fusión continental y mediterránea con influencia de los vientos húmedos de levante, y sus variedades autóctonas lideradas por la tinta Bobal alumbran referencias con una de las relaciones calidad-precio más asombrosas de España.

La labor de valor ingente que De la Serna inició al poner en el mapa vinícola este enclave es hoy continuada por figuras de la talla del actual enólogo de su Finca Sandoval, el valenciano Javi Revert (ex Celler del Roure y también con proyecto personal en su natal La Font de la Figuera) o Juan Antonio Ponce, desde Villanueva de la Jara. Ambos, como el resto de actores principales del actual boom del este peninsular, parecen compartir una misma concepción vinícola que habla de origen, autenticidad, respeto, cercanía y, sobre todo, precisión. Y es que esta última se antoja imprescindible para lograr esa frescura que todo lo hila, incluso en las añadas extremadamente cálidas. 

Juan Antonio Ponce
Juan Antonio Ponce

A juicio de Ponce, estamos ante “una nueva manera de interpretar” de esta serie de elaboradores, entre los que se incluye, con una confianza mayor en poder defender el valor de sus suelos, parcelas, terruño y maneras de hacer.

“Nos atrevemos a hacerlo sin complejos ante otras zonas; primero elaborando un vino que muestre de una forma muy pura el potencial de nuestros proyectos y luego no teniendo ese miedo a decirlo y a ponerse a la altura de cualquier otra región tanto de España como de fuera”, considera.

El reto es lograr ofrecer aquello que más les gusta encontrar a ellos mismos como consumidores en su copa: vinos muy puros, limpios, desnudos de adornos, sin que la madera sea protagonista y fáciles de beber. Como afirmó en abril de 2023 el creador de La Estrecha, Clos Lojen o del excepcional blanco homónimo de Albilla en nuestro podcast Sala de Cata “no quiero tener que pensar demasiado para abrir una botella. Quiero emocionarme y disfrutar”.

*Ilustración de portada: Andrea Herrero

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Madrileña de Aluche de cuna y militancia, licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y, desde noviembre de 2019, miembro del equipo de Contenidos de Bodeboca. La mayor parte de mi trayectoria laboral ha estado ligada a la información local de mi ciudad en prensa escrita y radio. La casualidad (¿o causalidad?) hizo que cambiara ruedas de prensa, plenos municipales y visitas de obras por historias de bodegas, variedades de uvas y notas de cata con palabras mágicas como sotobosque. Viajar, el mar con los míos, los días soleados, perder la noción del tiempo en un museo y las canciones de siempre de Calamaro, U2 o Bruce Springsteen, son algunas de mis cosas favoritas. Y, por supuesto, si se dan acompañadas de vino, la perfección.

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Graduada en Ciencias de la Información por la universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París. De padre español y madre francesa, Laura abraza el arte, la literatura y la gastronomía de los dos países que dividen su corazón. En la actualidad, presenta especial interés por el mundo del vino y todo lo que le rodea, uniéndose así al gran equipo de Bodeboca.