Entrevista a Santiago Vivanco

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Santiago Vivanco (Logroño, 1973) forma parte de la cuarta generación de una de las familias vinícolas más importantes de Rioja. Su perfil difiere mucho del clásico bodeguero, ya que además de Enología, ha estudiado Derecho y Filosofía, e incluso ingresó en la Compañía de Jesús llamado por una incipiente vocación religiosa que finalmente descartó. También dibuja, pinta y ha escrito 8 libros de poesía. Un bagaje cultural infrecuente pero idóneo para dirigir el Museo de la Cultura del Vino de Vivanco y la fundación que lo gestiona.

Santiago Vivanco.

Hace unos meses entrevistamos a tu hermano pequeño, Rafael. ¿En qué os parecéis y en qué os diferenciáis?

Por teléfono nadie sabe quién es uno y quién es otro (risas). Nos parecemos en los valores que nos mueven a ambos, pero a él le gusta el vino desde la parte más técnica y científica, y a mi eso me atrae menos. Yo soy de letras puras, me apasiona el arte, la filosofía, la arqueología y la historia, y veo el vino desde ese punto de vista. Somos como las dos caras de una misma moneda. Mi hermano tiene su visión más técnica y enológica y yo la parte más cultural y humanística. 

¿Cuál es el mejor legado que crees que os ha dejado a los dos Pedro, vuestro padre?

Cuando éramos pequeños, apenas lo veíamos en casa porque siempre estaba trabajando, aunque algún fin de semana íbamos con él a repartir vino. A medida que nos hicimos mayores y nos incorporamos al mundo del vino descubrimos quién era realmente. Una persona muy generosa tanto con el vino como con las personas. Cuando entré a trabajar en la bodega, había gente que me contaba cosas de mi padre que yo no sabía, como que había ayudado a gente a comprarse su primera casa o su primer coche. Todo lo hacía por los demás, buscando que todo el mundo estuviera contento y sin aprovecharse de nadie. A nosotros, que nos exigía más que a nadie, nos enseñó la importancia de la familia y a saber elegir un trabajo que nos apasionara. Era una persona que aunaba la parte más científica de mi hermano y la más humanística mía.

Poca gente sabrá que llegaste a ingresar en los jesuitas antes de dedicarte al vino.

Yo estudié en un colegio de jesuitas en Logroño, y con 16 años me impactó mucho el asesinato de Ignacio Ellacuría y otros jesuitas en El Salvador. Había tenido también un familiar misionero, y en ese momento tuve claro que quería ser religioso, así que a los 18 años entré en el noviciado y estuve en él 3 años y medio, estudiando además filosofía. Fue una experiencia muy bonita, de la que nunca me he arrepentido, aunque para la familia fue un golpe duro, incluso tuve familiares que me dejaron de hablar en ese tiempo. Después me salí de los jesuitas y volví a casa para estudiar Derecho. En ese momento, mi padre me invitó a dirigir y desarrollar el proyecto del Museo de la Cultura del Vino. Mi padre sabía que si entraba en el mundo del vino, por cualquier aspecto que fuera, nunca lo dejaría, porque el vino te atrapa. Los 7 años del montaje del museo fueron preciosos, creo que los mejores de mi vida.

¿De dónde os viene esa afición por el coleccionismo en la familia?

Mi padre ha sido siempre coleccionista. Empezó a recuperar piezas en desuso relacionadas con el vino, y llegó a tener cerca de 200 prensas de toda España. Mi madre aporta el amor por el arte, ya que es pintora y siempre nos ha hecho ver al resto de la familia que el vino está también presente en las obras de arte, no solo en las maquinarias. A partir de ahí empezamos a comprar pintura, escultura y arqueología.

Prensa ubicada en el Museo de la Cultura del Vino de Vivanco.

¿De dónde conseguís tantas piezas de arte?, ¿Son donaciones?

Donaciones por desgracia no hay, igual que tampoco hemos tenido nunca ayuda gubernamental para la creación del museo. Empezamos a través de anticuarios y después fuimos trabajando con galerías de arte y subastas nacionales e internacionales, ya que el museo está concebido de forma global, no está centrado solo en Rioja. Antes adquiríamos alguna pieza casi todas las semanas, pero ahora ya no buscamos tanto la cantidad sino piezas especiales que llenen el vacío de la colección o piezas de algún artista que todavía no tenemos, y eso puede llevar meses o incluso años.

Si solo pudieras salvar 3 cosas de vuestro museo. ¿Cuáles serían?

Salvaría la escultura de mi padre, que no está propiamente en el museo sino en la entrada al mismo. Y luego dos piezas del museo: La Sagrada Familia, que es una tabla flamenca de Jan van Scorel; y una escultura romana de mármol casi a tamaño natural que se llama El Copero. Son las obras más valiosas del museo, especialmente la primera, que además fue la primera que adquirimos. ¡La suerte del principiante!

No es frecuente encontrar un bodeguero que escriba poesía, y tú ya llevas 8 libros publicados.

Y tengo un libro de poesía dedicado enteramente al vino que verá la luz pronto, así que serán nueve. Empecé a escribir con 17 años y para mi es como una terapia. Mi mayor fuente de inspiración son los viajes largos. Suelo aprovechar los viajes en avión para desconectar de todo y escribir. Si el vino de Vivanco fuera un poema, creo que sería una oda, y el maestro de las odas es Pablo Neruda, un autor cuya poesía es rotunda, está llena de imágenes y de matices, como nuestro vino.

También eres el creador de la Fundación Vivanco. Háblanos de ella.

La Fundación se creó antes que el museo. Yo no quería que el museo fuera únicamente una herramienta de marketing para la bodega, por eso convencí a mi padre de que lo mejor era centralizar todas nuestras actividades culturales a través de una fundación, demostrando que lo que nos mueve son valores altruistas. Se buscaron patronos muy relevantes, como Víctor García de la Concha, Ferrán Adrià, Montserrat Caballé, Valentí Fuster o Carmen Iglesias, y comenzamos un proyecto de excavación arqueológica en Tudelilla donde hemos encontrado pepitas de uva desde hace 2.000 años hasta la actualidad. Actualmente, con la ayuda del CSIC y un laboratorio de Manchester, estamos haciendo un estudio genético de esas pepitas para conocer qué variedades se plantaban en la zona en cada época. Además tenemos un concurso internacional de grabado y contamos con colaboraciones con universidades de toda España junto con el Reina Sofía y el Museo Lázaro Galdiano.

Botella de Vivanco Crianza.

¿Cuál es el proyecto de la fundación que ahora mismo te quita el sueño? 

Hay un proyecto que empezó con mi padre y que está considerado el mejor centro de documentación del vino del mundo, con más de 10.000 libros y manuscritos desde el siglo XIII, además de miles de fotografías, postales, filatelia y numismática. Es el corazón y el centro de investigación de Vivanco, y se ha utilizado para elaborar muchas tesis doctorales, pero no sabemos cómo hacerlo llegar a la gente, a pesar de que hemos desarrollado numerosos proyectos de digitalización con numerosas instituciones de relevancia, el último con la Biblioteca Nacional. Ahora en octubre inauguramos además una exposición con obras de Picasso relacionadas con el vino que es muy especial, ya que nos ha costado mucho conseguir las piezas, y esperamos que ayude a acercar el vino a las personas que no están familiarizados con él.

Y para terminar, volvamos al viñedo. ¿Cómo se presenta este año la vendimia en Rioja?

A estas alturas (14 de septiembre) ya hemos empezado a recoger un poco de uva blanca, aunque a la tinta todavía le queda maduración. Este año estamos mirando más si cabe al cielo, ya que ha sido un año muy lluvioso y eso se ha traducido en la aparición de más humedad y hongos en la viña, por lo que hemos tenido que tener un especial cuidado. Ahora solo esperamos seguir disfrutando de días soleados para que la maduración finalice correctamente.