Carlos Sánchez: “Quizá algún día seremos bourguignonnes»

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Decía el poeta checo Rainer Maria Rilke que la infancia es la verdadera patria del hombre. A ella volvemos, rememorando los recuerdos que entonces forjamos y los escenarios en los que fuimos felices. Poco imaginaba el Carlos Sánchez niño que de adulto volvería a las tierras riojanas de sus vacaciones familiares de verano para instalarse en ellas y emprender una tarea alquímica: atrapar la esencia de los paisajes de Labastida y San Vicente de la Sonsierra y hacerlos vino. Una transmutación increíble y maravillosa que a este viticultor y enólogo le ha valido grandes elogios de la crítica, destacando su nombre entre aquellos a los que no perder de vista en la escena de la D.O.Ca. Tal y como antes lo fue en la madrileña con Las Bacantes, su primer proyecto. Algo grande se está forjando. 

He leído que eras maestro en Madrid, ¿qué te llevó a dejar las aulas por el vino? 

La verdad que la vocación del campo, la viticultura y lo que rodea al mundo del vino me atrapó mucho más y di el paso. De todas formas, para mí, sigo ejerciendo parte de mi carrera cada día, transmitiendo y comunicando lo mejor que sé mis proyectos y mi visión del mundo del vino a muchos tipos de personas.

Tu primer proyecto personal fue también adscrito a la D.O. Vinos de Madrid, en el entorno de la Sierra de Gredos, ¿cómo y cuándo surgió la posibilidad de arrancar otra aventura propia en Rioja? ¿Qué te movió a ello? 

Sí, en 2014 comencé en Cadalso de los Vidrios, en la sierra de Gredos, gracias a la ayuda de 4 Monos con el proyecto Las Bacantes, que me mantiene apegado a tan maravillosa zona. Desde 2008 ya tenía segunda vivienda en La Rioja, y en 2014-2015 me inquietó hacer vino con objetivo calcáreo en la zona que más me atrajo, la Sonsierra. Ahí comenzó el proyecto de 3 Viñerones junto a Nacho Jiménez y Javier García (La Esquirla del Bardallo), y posteriormente, cuando me instalé en Rioja definitivamente, fui creciendo, adquiriendo algunas parcelas, alquilando otras y dando forma a mi proyecto personal.

Gredos y Rioja son dos zonas muy distintas entre sí que dan vinos muy diferentes, pero en tu caso, ¿dirías que comparten una filosofía común? Si es así, ¿cuál sería? 

Sí, hay una filosofía clara: en el campo viticultura elegante, respetuosa, suelos sanos, vivos, paisajes bellos, el terroir marcado… y en los vinos, la búsqueda de la elegancia, finura, mineralidad, frescura, la pureza…

Labastida y San Vicente de la Sonsierra son las dos cunas de tus vinos riojanos, ¿qué superficie trabajas y cómo son estos viñedos? ¿Qué tienen de especial?

Actualmente trabajo con 2,5 hectáreas, este año se amplía la propiedad. Estos viñedos son en vaso siempre, de zonas medias altas, con suelos del Terciario de 60 millones de años, minerales calcáreos y de limos, y una viticultura basada en el alto respeto al futuro, al medio ambiente, en la biodinámica, en la ecología, en el respeto al paisaje y a los lugares prehistóricos. Viñas que me regalan la finura de sus taninos, la tensión desmedida del calcio de las pieles de sus frutos y la exuberancia aromática de cada lugar, de cada lieu dit del que provienen. Lugares escogidos, buscados, seleccionados por estos motivos.

¿Cuáles crees que son las principales señas de identidad de tus vinos en Rioja?¿Podríamos decir que se aproximan a un concepto próximo a Borgoña?

Hablar de Borgoña se está generalizando y banalizando. Borgoña es mucho más que llevar botas de campo sucias, tener barricas con nombres de parcelas y hacer algún viaje por la zona para hacerse la foto en la Cruz de la Romanée. El concepto borgoñón es complicado de alcanzar si no se vive allí desde dentro, convives con los viñerones y te abren su mente, su corazón y sus vinos cuando no hay turistas en las visitas. Hay que catar muchos vinos de pueblos, 1er Cru y Grand Cru. Llegar al porqué de las cosas, la sensibilidad. Catar los Pinot y Chardonnay de los pueblos antes de las vendimias para ver las diferencias de las parcelas, la complejidad, la exquisitez… Borgoña es Borgoña, no sé si nos acercamos, quizás algún día seremos bourguignonnes; es un concepto mágico e ideal para mí como filosofía e inspiración. Pero no hablemos de Borgoña en vano.

Tu tinto 1er Los Montes Bellos del Buradòn fue nombrado por Tim Atkin Vino Tinto Descubrimiento del Año, obteniendo como el resto de tus vinos, altísimas puntuaciones ¿qué significan para ti este tipo de reconocimientos?

Precisamente el nombre de este vino procede del mítico 1er Cru Les Beaumonts de Vosne-Romanée. Este año estuve probando uvas en este pueblo, prevendimias en distintas parcelas en un maravilloso atardecer y fue una experiencia estratosférica. Los reconocimientos siempre ayudan, apoyan los proyectos, empujan a crecer y aclaran dudas. Me llamó mi amigo (el elaborador riojano) Miguel Merino desde Barcelona y la verdad que fue una gran sorpresa.

También Atkin ha calificado tu Buradòn Las Plegarias 2021 como una «Garnacha de clase mundial». Por lo que tengo entendido sientes especial predilección por esta uva, ¿por qué?

Fue la variedad con la que aprendí y sufrimos juntos, comencé en una cooperativa de Méntrida donde el 90% de la uva era Garnacha. Experimenté, probé, separé suelos, parajes, crianzas, barricas, hormigones, inox…. fue mi laboratorio de garnachas. Después vino Las Bacantes…y después la ilusión de trasladar a Rioja la elaboración de una gran Garnacha, a mi estilo, claro.

¿Cómo te definirías como elaborador? 

Humilde, discreto en mi trabajo, inquieto, maniático en bodega, extremadamente organizado de mente, admirador de los grandes elaboradores, intentando aprender todos los días, buscando siempre la perfección a mi estilo en mis vinos, cuidadoso y exquisito con los detalles. «Pequeños detalles, grandes vinos».

En Rioja no cuentas aún con bodega propia, ¿sería ésta una de tus aspiraciones futuras?

Efectivamente, actualmente elaboro en Labastida, en la Unión Cosecheros Labastida, cosa que les agradezco muchísimo a todos porque si no sería complicado. A futuro, lo ideal sería tener bodega propia. Es complicado y duro, pero llegará.

Para finalizar, ¿cuál es el vino que sueña hacer Carlos Sánchez? Si aún no lo ha hecho, claro…

Veravier La Piedad. Es un vino que no existe, el nombre está registrado, es la unión de Vera y Javier, mis hijos. Será el gran vino de mi vida y será de Labastida. Haré este año la primera añada del gran viñedo buscado durante mucho tiempo. Ilusión y brillo en los ojos es lo que te hace llegar a todo.