¿Rioja o Ribera?

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Cuántas veces has escuchado esta pregunta: ¿Rioja o Ribera?

En la barra del bar, en el restaurante, en la taberna… Esta interrogación un tanto rancia que en cierto modo tranquiliza a los neófitos tiene, en cambio, la facultad de revolver las narices de los amantes del vino. ¿Es posible que un país tan rico de variedades de uva, con una gran tradición vitivinícola y más de 70 DD. OO. se reduzca a ofrecer sólo la posibilidad de elegir entre dos opciones?

Hoy en día, afortunadamente, son muchos los hosteleros que han decidido ampliar su oferta de catálogo, y no hablamos sólo de winebars o restaurantes de categoría; afortunadamente, también es posible en simples bares de barrio encontrar alguna botella de proximidad, alguna D.O. diferente e, incluso, algún vino ecológico. Pero volvamos a la fatídica pregunta: ¿Rioja o Ribera?

Esta vez lo preguntamos nosotros, pero de forma diferente. Hablamos de proyectos innovadores, de nuevos viñadores, de agricultura de mínima intervención que al principio costó emerger en las dos regiones que, aunque prestigiosas (quizá las más prestigiosas de España) han permanecido durante mucho tiempo, demasiado, ancladas en un pasado cercano hecho de vinos densos, amaderados, duros, atados a modas y tendencias que, innegablemente, han cambiado.

Por supuesto sabemos perfectamente que hay muchas bodegas que trabajan y han trabajado siempre con criterios de excelencia y siempre han elaborado vinos de gran calidad en todos los sentidos. Nuestro catálogo está lleno de estos ejemplos. Pero en este artículo queremos dar un poco de visibilidad a proyectos quizás menos conocidos pero que sin duda merecen atención.

Volver atrás para mirar al futuro, éste es el lema de una nueva generación de viticultores que vuelven sus ojos al vino «campesino«, pero con una sensibilidad contemporánea: cuidando el trabajo en el viñedo y prefiriendo esto a la intervención correctiva en la bodega, optando por una agricultura sostenible, ecológica y, en algunos casos, incluso biodinámica. Recuperando viñedos viejos, tratando de preservar las características varietales, la frescura de la fruta y, sobre todo, la esencia de un terruño.

Nos gustaría mencionar cuatro bodegas, dos de cada región, que nos parecen excelentes ejemplos de cómo dos denominaciones con una gran y arraigada tradición, pueden abarcar proyectos diferentes, valientes y muy interesantes.

RIOJA:

Vinos del Panorámico

Nos encontramos en el valle de Iregua, un lugar poco conocido de la Rioja Alta, donde Daniel Rodríguez, (hijo Miguel Ángel Rodríguez fundador de Vinícola Real) ha decidido emprender su propio camino. Aquí se cultivan variedades autóctonas en un escenario de paisajes fascinantes y evocadores (el nombre de la bodega es un homenaje a estos bellos parajes). Hablamos de cepas viejas de Viura, Tempranillo, Garnacha, viñedos de altura y mucho, mucho mimo. La característica común de estos vinos es una especie de oxímoron, una rusticidad refinada, donde las notas herbáceas y los toques minerales acompañan a una fruta expresiva, fresca y elegante.

De su pequeña producción me gustaría destacar un vino que me sorprendió y emocionó. Tengo debilidad por los blancos oxidativos, y para mí fue un placer probar el Oxidativo 2014, un blanco de casi 10 años, criando bajo velo de flor, que es extremadamente vivo, sabroso, aromático, con notas de piel de limón escarchada, frutos secos, miel y un paso de boca fluido, salino, con una acidez vibrante y perfectamente equilibrada, culminando en un final muy largo. En suma, un vino complejo y lleno de matices, ideal para acompañar una rica tabla de quesos, quizás tumbados sobre una manta, admirando el panorama del magnífico valle de Iregua.

Vinos en voz baja

Este proyecto tiene sus raíces en la Rioja Oriental, concretamente en Aldeanueva de Ebro y sus alrededores. Entre estas llanuras, el joven viticultor Carlos Mazo y su mujer, la fotógrafa Isabel Ruiz, elaboran sus vinos a partir de cinco hectáreas de viñas viejas que, dado su bajísimo rendimiento, habrían tenido que ser arrancadas de no ser por la intervención de Carlos, que decidió conservarlas. De nuevo, hablamos de una agricultura de mínima intervención, de baja producción, que muchas veces se traduce en un enorme cuidado y, por tanto, en vinos de alta calidad y, sobre todo, identitarios, que interpretan el territorio y son capaces de transmitirlo.

El tinto Erosivo 2021, elaborado con uvas autóctonas (Tinta velasco, Calagraño y Garnacha), procedentes de viñas plantadas en 1954, es un ejemplo perfecto de vino “campesino” catapultado al siglo XXI. Las uvas se pisan directamente con raspón y se fermentan con levaduras autóctonas en barricas destapadas. La crianza tiene lugar en damajuanas de cristal, donde reposan alrededor de un año. El resultado es un vino intenso con notas de violetas, bayas rojas y hierbas mediterráneas, el tanino es bastante rústico y la acidez sostenida. Se trata de un vino de parcela que ciertamente no responde al estilo clásico de Rioja, pero que se remonta a los métodos de elaboración ancestrales de la región, ofreciéndonos una interpretación única, fuera de lo común y sumamente interesante de un gran terruño.

RIBERA DEL DUERO:

Mélida Wines

Mélida Wines es un proyecto transversal, que parte del turismo rural en un pequeño pueblo de unos cientos de habitantes en la provincia de Valladolid y se extiende hasta convertirse en una bodega con una pequeña producción de vinos que han conseguido llamar la atención de los críticos más cualificados. Los viñedos situados en las localidades de Moradillo de Roa, Olmedillo de Roa y Milagros, a las afueras de Burgos, siguen los dictámenes de la agricultura sostenible y tradicional, al igual que la bodega trabaja de forma no invasiva, con mimo artesanal, potenciando las características varietales y el perfil frutal de la uva Tempranillo. Las hermanas Miriam y Silvia Herrera, ambas enólogas, enamoradas del vino y de su tierra, son las creadoras de este proyecto de mujeres, que consiguen compartir y dar a conocer a través de su hospitalidad y su pequeña producción de vino.

El estilo de la bodega está marcado por la frescura, la expresión y la pureza de la fruta. Entre las distintas etiquetas, todas elaboradas y hechas 100% con uva Tempranillo, nos enamoró su Párpados 2020, un vino de gran elegancia donde la fruta negra fresca y los taninos suaves prevalecen sobre las notas de robles. Estamos muy lejos del estilo severo y potente que suele asociarse a esta D.O., y esto nos permite descubrir una cara poco común de la Ribera del Duero, y que merece ser difundida.

Rafa García y Raúl Tamayo Viticultores

Nos trasladamos unos kilómetros hasta la localidad de Nava de Roa, un lugar situado entre Peñafiel y Aranda del Duero, donde la pasión de dos auténticos vignerons: Rafa García y Raúl Tamayo se vuelca en sus cuatro hectáreas divididas en nueve viñedos. Aquí nos encontramos con la Tinta fina, nombre que recibe la Tempranillo en esta zona, cultivada en pequeñas parcelas con cepas que oscilan entre los 20 y los 70 años de edad. El denominador común de estos proyectos es siempre el mismo: cuidado artesanal, gran trabajo en el viñedo, mínima intervención en bodega y vinos que consiguen hablarnos del territorio.

Entre sus distintas etiquetas, destaca el magnífico Espaldón 2018, bautizado así por el viñedo homónimo, situado a 810 metros de altitud y plantado hace un cuarto de siglo por Rafael García. En este caso estamos ante un vino potente y fino, aquí sí encontramos las características típicas de un Ribera del Duero. Un tinto donde reina la armonía y el uso de la madera está perfectamente integrado: vivo, intenso y jugoso, con taninos muy finos y un final muy largo, que tiene un gran potencial de envejecimiento y que se puede definir como «atemporal», transmitiendo el alma de un terruño y de una añada sin someterse a modas ni tendencias.

Cuatro proyectos y cuatro etiquetas elaboradas por viticultores guiados por la pasión, el saber hacer y el amor a la tierra. Botellas que consiguen emocionarnos y hacernos conectar profundamente con la magia que representa el arte de hacer vino, vinos genuinos que merecen ser conocidos, compartidos y, sobre todo, bebidos.

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Italiano del sur, enamorado de Madrid y por supuesto de los vinos españoles. Entusiasta redactor de contenidos en el equipo de Bodeboca. Licenciado en Bellas Artes en Roma y apasionado lector, me encantan los cómics, los picoteos, los vinilos de música jazz y exótica. Después de obtener la calificación Nivel 3 del WSET he decidido dedicarme al mundo del vino siempre en busca de nuevos horizontes.