Un día entre viñedos austriacos descubriendo el sturm

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Taberna en el pueblo de Grinzing.

Me llamo Samuel y desde 2016 trabajo en BODEBOCA como desarrollador web. Desde que estoy en esta empresa me he empapado de su entusiasmo por el vino, y cualquier viaje que realizo ahora necesita su pequeña dosis de cultura vinícola. ¡Y más si el destino es un país como Austria, lleno de peculiaridades!

Tras unos días viendo Viena con motivo del congreso Drupalcon, guardamos el sábado con un objetivo claro: probar el verdadero sturm, como llaman los austriacos a un tipo de vino (mosto realmente) que, tras la vendimia, acaba de empezar a fermentar.

Cartel anunciando el sturm.

Uno de los mejores sitios para hacerlo es el pueblo de Grinzing, situado en el noreste de Viena. El pueblo, de estilo austriaco, con casas bajas y coloridas, cuenta con una amplia tradición vitivinícola, dedicando casi un 25% de su territorio a la plantación de viñas. Nada más bajar del tren localizamos una serie de tabernas con carteles que no dejaban lugar a dudas: era época de mosto y de sturm, ¡y lo servían por todos lados!

No seríamos nosotros los que nos quedásemos sin probar lo más típico de la zona por estas fechas, así que nos adentramos en el mundo de este particular vino joven austriaco entrando en la taberna que mejor impresión nos causó.

El sturm es un vino que, dada su rápida fermentación, se estropea con mucha rapidez; por lo que solo lo sirven entre finales de septiembre y octubre, poco tiempo después de la vendimia. Tras probarlo descubrimos que sabe exactamente a lo que es: zumo de uva con burbujas. Un fresco recuerdo a mosto inunda la boca, seguido de un burbujeo parecido al que provoca una bebida carbonatada. No tiene demasiados grados y menos mal, porque es demasiado fácil de beber. (Aderall)

Cata entre viñedos. Al fondo, la ciudad de Viena.

Tras la cata del producto local, empezamos a recorrer los caminos del vino’ que hay por la zona. No tuvimos tiempo de terminarlos, pero no pudimos dejar escapar la oportunidad de pasear por las viñas. Los impresionantes paisajes merecían ser disfrutados y la experiencia resultó completa cuando descubrimos un pequeño puesto en el que servían vino a pie de viñedo. No era nada elaborado (apenas cuatro mesas sobre unos caballetes y unos señores sonrientes ofreciendo sus propios vinos), pero fue divertido y gratificante.

Probamos tres blancos y lo cierto es que estaban muy buenos. Dos de ellos jóvenes y frescos, y el tercero (con algo de barrica) mucho más untuoso y con mayor cuerpo. Un buen rato entre Rieslings y Grüners (las variedades de uva de la zona) que os recomendamos si visitáis Austria en estas fechas.