Burdeos en ‘primeur’: un viaje para conocer la añada 2023

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Cada primavera, y durante una semana, más de 20.000 profesionales del sector llegados de todo el planeta se reúnen en Burdeos para descubrir en primera persona los vinos de esta región, seguramente la que mejor representa el clasicismo, la tradición y la grandeza del Viejo Mundo. Pero esta cita no está pensada para catar todos los vinos de Burdeos, sino específicamente los de la última añada que fue vendimiada, que en este momento es la de 2023

Es lo que se llama la semana de los primeurs, una serie de jornadas de trabajo en las que los châteaux de la zona abren sus puertas para dar a conocer exclusivamente a profesionales la primera versión de unos vinos que todavía se encuentran en fase de crianza, pero que en pocos días podrán ser adquiridos bajo una modalidad de “reserva” que data de mediados del siglo XX, cuando tras la Segunda Guerra Mundial las bodegas necesitaban urgentemente cashflow para cubrir sus costes sin tener que esperar a que los vinos estuvieran terminados.

Esta forma de compra en primeur —o como hemos traducido en español: a la avanzada— es también de enorme interés para los inversores con el fin de poner parte de sus activos en estos productos que, habitualmente (y especialmente si la añada ha sido excelente) tienden a revalorizarse, constituyendo así una gran oportunidad de negocio. Es por tanto habitual que entre los profesionales que se reúnen cada mes de abril en la capital de la Nueva Aquitania, además de periodistas, catadores, críticos, distribuidores e importadores, se encuentren igualmente asesores financieros y expertos en inversión privada.

El año pasado, desde Bodeboca tuvimos la ocasión de acudir por primera vez a este evento que mueve miles de millones de euros. Matteo Cipollone, Sourcing Specialist para el mercado francés, dio cuenta de su visita en este artículo en el que compartió los vinos que más le habían impresionado de aquella añada.

Este año fuimos dos los miembros del equipo que asistimos; y junto a Matteo, yo acudí como representante del equipo de Contenidos dispuesto a narrar esta cita que hasta ahora solo conocía por crónicas ajenas. Mi misión: explicar de la manera más personal y digerible posible cuáles fueron mis impresiones de los cinco días en los fui parte de uno de los acontecimientos más importantes que se viven en el sector del vino a nivel internacional. ¿Preparado para conocerlo como si hubieras estado allí? Aquí va mi particular diario de viaje.

Índice de contenidos:

Matteo Cipollone, sourcing specialist de Bodeboca, catando en la semana de los primeurs de Burdeos.
Cata en primeur en la bodega Cheval Blanc.
Explicación de las parcelas y viñedos de una bodega de Saint-Émilion.

Lunes, 22 de abril: una cita en el Hangar 14

Todavía es noche cerrada cuando salgo de mi casa y ya me está esperando en la puerta un Tesla negro para poner rumbo al aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Allí, una hora y media más tarde, despegamos en un pequeño avión con destino a Burdeos. Comienza nuestra aventura.

Días antes, cuando había contado a mis familiares y amigos que iba a pasar cinco días en Burdeos visitando más de una treintena de sus mejores bodegas, su reacción no había podido ser más entusiasta. Sin embargo, el motivo del viaje no era (como ellos imaginaban) degustar decenas de vinos con un fin puramente hedonista; sino recorrer, casi a ritmo de gymkhana, estas ubicaciones con el objetivo de conocer, desde un apartado puramente profesional, las características de una añada concreta. Es decir, todo mucho más concreto y profesional de lo que cabría imaginar.

Sabedores del ritmo de trabajo que nos esperaba durante las siguientes jornadas, dedicamos el primer día de nuestro viaje a reconocer el terreno, instalarnos y aprender cuál era la mejor manera de movernos por una ciudad poco amigable con el vehículo privado. Desde ese momento, el tranvía que recorre la ciudad se convirtió en nuestro mejor aliado para llegar a cualquier cita.

Tras unas primeras horas en la ciudad ubicando los principales puntos de interés, nos dirigimos hacia el Hangar 14, una instalación portuaria situada a orillas del río Garona convertida desde hace años en un centro de convenciones que acoge exposiciones de todo tipo. 

En el Hangar 14, la Union de Grands Crus de Bordeaux (a la que pertenecen decenas de casas de la región) organizaba un salón de vinos dentro del marco de la semana de los primeurs. Como el lector se podrá imaginar, en cuatro días es imposible visitar todas las bodegas bordelesas, pues son miles, por lo que este salón era idóneo para conocer aquellos vinos que sabíamos que no íbamos a tener ocasión de catar a lo largo de la semana, ya que no se encontraban en nuestra hoja de ruta.

Las bodegas que allí exponían sus vinos (insisto, solo de la añada 2023) se distribuían por denominaciones de origen (o apelaciones, como se llaman en Francia), y así fuimos pasando por todas ellas, empezando por Pessac-Leognan y terminando en Sauternes, cuyos vinos se mostraban envueltos en un llamativo papel dorado a imitación del color que adquieren de forma natural. Primer síntoma de que en la semana de los primeurs la presentación y las formas importan, y mucho. No nos olvidemos de que estamos hablando de unos días en los que algunas de las bodegas más prestigiosas del mundo se juegan una parte significativa de su facturación, por lo que todo está cuidado al milímetro.

Tras un par de horas de intensa cata en el Hangar 14, tenía claro cuáles eran mis favoritos de aquella tarde: Château Rahoul (AOC Graves), Château Valandraud (AOC Saint-Émilion), Château Brane-Cantenac (AOC Margaux) y Château Léoville Poyferré (AOC Saint-Julien), un aperitivo en cualquier caso de lo que serían las tres maratonianas jornadas de cata que teníamos por delante. Era momento de marcharse al centro de la ciudad a tomar algo y a descansar para lo que estaba por venir. La acción iba a comenzar. 

Vista del río Garona desde el Hangar 14.
Imagen de la Grosse Cloche, uno de los monumentos más destacados de Burdeos.
Calle de Burdeos decorada con banderines de colores.

Martes, 23 de abril: el Médoc de norte a sur

Segunda jornada en Burdeos y primeras visitas. Para el que no conozca bien cómo funciona el modelo de comercialización de los vinos de Burdeos, es fundamental introducir la figura del négociant, intermediario que actúa como nexo entre las bodegas y los compradores, y que resulta de gran importancia para toda la cadena de comercialización teniendo en cuenta que en Burdeos, las bodegas centran sus esfuerzos en elaborar el mejor vino posible, delegando en muchas ocasiones la comercialización de los mismos en estos négociants de confianza, con los que tienen una relación, en algunos casos, de décadas o incluso siglos.

El negociant, durante la semana de los primeurs en Burdeos, actúa como lo hace la figura del “fixer” en el periodismo de guerra. Es decir, es aquella persona que vive en el terreno y que ayuda al cliente que viene de fuera (en este caso a nosotros) a moverse por la zona con plenas garantías. Es también el que se encarga, una vez conocidos los intereses de sus clientes, de planificar las jornadas de cata durante la semana de primeurs buscando siempre la máxima optimización.

Para nuestro primer día de visitas habíamos quedado con nuestro negociant a eso de las 9 de la mañana cerca de su oficina. Puntuales, hicimos las oportunas presentaciones, nos subimos a una furgoneta y pusimos dirección al Médoc, región donde se iban a concentrar nuestras degustaciones ese día. Aunque pueda parecer obvio, las bodegas bordelesas no se ubican en terreno urbano, y es necesario salir unos cuantos kilómetros a las afueras para verlas, lo que provoca que buena parte de estas jornadas se desarrollen en la carretera.

Aproximadamente una hora después de abandonar Burdeos llegamos a Calon Ségur, nuestra primera parada. En esta bodega de la apelación de Saint-Estèphe tuvo lugar mi primera cata “en primeur”, y tengo que reconocer que todo fue como me había imaginado: organización milimétrica, atención exquisita, explicación de la añada y del vino ágil y eficaz (no hay tiempo para más), algunas preguntas si las hay, apenas unos pocos minutos para observar el entorno, y vuelta a la furgoneta. 

Esa es, a grandes rasgos, la dinámica de las catas “en primeur”. Soy consciente de que, contado de esta forma, el tema pierde glamour, pero ya lo advertí al principio: la realidad es más fiera de cómo la imaginan los que no viajan hasta aquí. Son visitas muy profesionales, sin tiempo para contemplar demasiado las bodegas ni relajarse, y las catas —en las que por supuesto no se traga el vino, sino que se escupe— no están tan pensadas para hablar de los aromas, sino que se centran en la parte más técnica de los mismos (estructura, volumen, taninos, complejidad, capacidad de evolución, etc.). No olvidemos que estamos ante vinos que se encuentran en plena crianza, por lo que el papel del comprador se basa en dilucidar su potencial a futuro, algo que se puede llegar a averiguar a través de dos factores clave: la acidez (columna vertebral del vino) y sus taninos.

Después de nuestro paso por Calon Ségur pudimos visitar Château Montrose y contemplar su espectacular sala de crianza, donde comprobamos que muchas bodegas pintan sus barricas de granate a propósito para evitar que si estas se manchan durante los trasiegos, no desluzcan a simple vista (de nuevo la importancia de la imagen es crucial). Al salir de allí, momento para una de las visitas que tenía marcada en rojo en mi agenda: la de los vinos de Lafite y Mouton Rothschild, que lamentablemente no pudimos realizar en sus instalaciones, ya que se encontraban en obras.

Tras comprobar la elegancia, equilibrio y gran capacidad de guarda de estos vinos, que llevan el nombre de una de las grandes dinastías europeas, nos dirigimos a Pontet Canet, donde teníamos previsto almorzar. 

Pontet Canet fue una de las bodegas cuyas instalaciones más me gustaron. Sus construcciones de piedra y sus techos, ventanas y puertas granates me recordaron a las de la familia López de Heredia en Haro (La Rioja), por lo que infiero cierta influencia entre ambas casas. Su vino, que probamos no sin cierta espera (ya que cada cliente es acompañado de forma personalizada por una azafata hasta el lugar donde se realiza la cata) nos trasladó a la versión más clásica de los tintos bordeleses de la orilla izquierda, donde la Cabernet sauvignon y sus notas de pimiento, champiñón y casis son dominantes.

Después de la comida, en la que no faltó un espectacular buffet de quesos (Francia nunca decepciona en este aspecto), pusimos rumbo a nuevos châteaux, todos ellos situados en el Médoc. Pasamos por Château Pichon Longueville Comtesse, en Pauillac, y nos deslumbramos con su construcción al más puro estilo “castillo francés”; y de allí nos dirigimos a las bodegas cuyos vinos fueron, sin lugar a dudas, nuestros favoritos de ese día: Château Margaux y Château Palmer, el primero mucho más complejo y el segundo mucho más disfrutable ya apenas unos meses después de haber empezado su crianza. Por cierto, en Château Palmer pudimos saludar a Ricardo Arambarri y a Raúl Acha, CEO y enólogo respectivamente de Vintae, que andaban por ahí. 

Una vez finalizada la jornada de catas, nos marchamos al hotel con el fin de prepararnos para la segunda parte del día, la más lúdica y social. Y es que la semana de los “primeurs”, más allá de las catas diurnas, está también trufada de eventos sociales donde las bodegas y los negociants ofrecen la mejor hospitalidad a sus clientes.

Nuestro negociant tuvo a bien invitarnos a la inauguración de las nuevas instalaciones de Château Cantenac-Brown, bodega centenaria de la AOC Margaux que celebraba tamaño acontecimiento con una cena de inspiración escocesa para rememorar sus orígenes. No faltaron por tanto gaitas, faldas de cuadros y, por supuesto, el mejor whisky acompañado de un menú elaborado por uno de los chefs de referencia en Burdeos. Una cena que maridamos, entre otros vinos, con un Cantenac-Brown de 1995. Un espectáculo.

Era más de medianoche cuando por fin llegamos a nuestro alojamiento sin tiempo apenas para dirigir lo que habíamos vivido y probado ese día. Y eso era prácticamente el principio. 

Rincón de la bodega Pontet-Canet.
Sala de crianza de Chàteau Montrose.
Exterior de Château Margaux.

Miércoles, 24 de abril: un salto a la orilla derecha

Amaneció nublado en Burdeos y con riesgo de tormenta. Habíamos quedado sobre las 8 de la mañana con nuestro négociant en el mismo lugar que el día anterior para emprender nuestro camino, esta vez por la orilla derecha. Pero antes, una sorpresa nos sobrevino. Una sorpresa que sólo te puede acontecer durante la semana de los “primeurs” de Burdeos: bajarte del tranvía y cruzarte, en mitad de la calle, con Raúl Pérez, enólogo berciano premiado como el mejor del mundo en varias ocasiones, y del que luego nos enteramos que están preparando un documental que seguramente podremos ver en televisión dentro de unos meses.

Una vez vivida esta anécdota, subimos al coche con el objetivo de poner rumbo a las apelaciones de Saint-Émilion y Pomerol, donde se encontraban las bodegas que visitaríamos ese día. 

Me sorprendió el contraste paisajístico con el día anterior en el Médoc. Y es que la orilla derecha de Burdeos se caracteriza por ser más montañosa y con un terreno más arcilloso y arenoso en contraposición con la grava y las llanuras que predominan en la orilla izquierda, más pegadas al estuario del Gironda. En esta otra orilla muchos viñedos están plantados o bien en laderas o bien en terrazas, y la Cabernet sauvignon cede el protagonismo a la Merlot, y eso se nota en el carácter de los vinos. 

Empezamos la jornada en Château Laroque. Éramos la primera visita del día y la bodega parecía por estrenar. Durante esa mañana visitamos otras, pero si me tuviera que quedar con alguna, lo haría con Château Ausone y Château Angelus. La primera es una edificación excavada en una roca situada en la parte más alta de Saint-Émilion, lo que le confiere unas vistas increíbles, y su vino tengo que confesar que fue uno de mis favoritos de todo el viaje. La segunda se encuentra ubicada unos metros más abajo, en una zona más llana, y en ella se respiraba exclusividad por todas partes. Tuvimos suerte de que nuestra visita terminara justo a las doce en punto, y en ese momento pudimos escuchar las famosas campanas que presiden la bodega, y que ilustran la etiqueta de su vino más célebre. Fue un momento mágico.

Tras la visita a Château Angelus tomamos dirección a Grand Corbin-Despagne, donde el propio François Despagne, su bodeguero, nos guio en una cata más pausada en la que además de hablarnos de sus vinos más conocidos, también nos presentó su “Bordeaux Clairet”, un vino que sigue la línea de los tintos con menos coloración y más fluidos que hoy en día reclaman muchos consumidores. Tras este descubrimiento, François nos abrió literalmente las puertas de su casa, donde había preparado una comida en nuestro honor, que tuvo como punto culminante una cata a ciegas para averiguar la añada de su tinto más icónico: Château Grand-Corbin-Despagne. ¿El resultado? 1983. Qué lujo poder viajar en el DeLorean del vino para trasladarme a épocas que, por mi edad, ni siquiera he vivido.

Por la tarde, cuatro paradas más en nuestra ruta: Château Figeac, Château La Conseillante, Vieux Château Certan y Cheval Blanc. Esta última era la que más ganas tenía de visitar, aunque a decir verdad, quizás por las altas expectativas sus vinos no estuvieron a la misma altura, si bien demostraron un enorme potencial de guarda. Eso sí, a nivel de instalaciones la visita fue un auténtico espectáculo, y es que esta propiedad es una de las que se ha apuntado al carro del enoturismo y al de concebir la bodega como un espectacular edificio arquitectónico que une tradición y vanguardia.

Finalizada la jornada de trabajo, esta vez tocaba cena en la ciudad. El lugar elegido, Vins Urbains, es una encantadora vinoteca situada en el centro histórico de Burdeos en la que pudimos disfrutar de sus platillos informales con un toque de cocina fusión y de vinos que se salieron, por un rato, del marco de Burdeos; y que como buenos frikis del asunto tratamos de adivinar mediante catas a ciegas. Si visitáis Burdeos no dejéis de pasaros por este restaurante, ya que cuenta con una oferta vinícola apabullante.

Imagen de una de las puertas a la bodega Château Ausone, excavada en la roca.
Botella del vino Grand Crobin-Despagne que catamos en primeur.
Nacho Civera en la fachada de la bodega Château Angelus, con sus características campanas en la parte superior.

Jueves, 25 de abril: más Médoc y cena en Sauternes

El jueves fue el momento de volver a la orilla izquierda. Nos esperaba un día apasionante que terminaría con una cita de altos vuelos: una cena de gala en Sauternes junto a otras mil personas organizada por la Commanderie du Bontemps. Pero de eso hablaremos unas líneas más abajo.

Nuestro acompañante durante esta jornada fue Denis, representante de uno de los distribuidores más importantes de vinos bordeleses a nivel mundial. Pese a estar esos días en Burdeos, Denis es de Borgoña y ha vivido en Brasil y en el Caribe, y pronto empezó a fluir la conversación con él, la mayoría de las veces centrada en aspectos comerciales, que es de lo que más se habla durante la semana de los primeurs entre négociants y vendedores. Subidos en su coche dejamos atrás Burdeos para visitar en primer lugar una de las bodegas que más me impresionaron durante toda la semana: Château Cos d’Estournel, tanto por la calidad de sus vinos como por la magnitud de sus instalaciones, de inspiración india, ya que fue construida en honor a una princesa de ese país. 

Parada posterior en Château Lynch-Bages, donde comprobamos la cara más moderna de Burdeos gracias a unas instalaciones de lo más vanguardistas. Y es que si algo he sacado en claro de mi viaje por esta región es que Burdeos, pese a ser la cuna de algunos de los vinos más tradicionales del mundo, abraza sin desprecio la modernidad en todos los puntos de contacto, tanto en el estilo de muchos de sus vinos como en el apartado más vinculado a la imagen de sus bodegas. Eso se demuestra también en las catas, que no se hacen directamente en la barrica, como yo imaginaba inicialmente, sino a través de unas muestras perfectamente embotelladas y ya etiquetadas con el indicativo de la añada 2023.  

Y hablando de tradición, mención especial en este cuaderno de bitácora para nuestra parada en Château Latour y Château Pichon Longueville Baron. La primera de ellas nos regaló uno de los vinos más completos y exuberantes de nuestro viaje; y la segunda, que pudimos visitar pese a no estar inicialmente prevista en nuestra planificación, nos mostró un entorno que parecía estar sacado de un cuento de Disney.

Tras visitar algunas bodegas de la apelación Saint-Julien comimos en Château Belgrave; y por la tarde, momento para cambiarse rápidamente y enfundarse el esmoquin que habíamos traído en nuestras maletas, ya que ese día la cena exigía etiqueta. La Commanderie du Bontemps es una de las cofradías de vino con más tradición de Burdeos, y aprovechando la visita a la región de cientos de clientes internacionales, organizaba un increíble evento en Château Guiraud al que tuvimos el honor de ser invitados.

En dicho evento se entronizaron a nuevos cofrades y se invitaron a diversas personalidades (entre los asistentes había incluso un ministro y un famoso actor francés), que junto al resto de asistentes disfrutaron de una cena preparada por el chef Mathieu Vianney y el pastelero Rodolphe Tronc, del restaurante La Mère Brazier de Lyon, que cuenta con dos estrellas Michelin. Si bien la comida fue excepcional, nosotros nos quedamos (cómo no) con los vinos, que ya no eran “primeurs”. Hablamos de un Domaine de Chevalier de 2014, de un Château Calon Segur 2012 (el favorito de mi compañero Matteo), de un Château Mouton Rothschild de 2009 (mi favorito por ser auténtica seda) y de un Château Guiraud de 2005 para poner la guinda a la magnífica velada. 

Viernes, 26 de abril: descubriendo la Cité du Vin

Después de unos 250 vinos catados en apenas cuatro días, de idas y venidas por decenas de apelaciones, de veloces catas con una duración máxima de 30 minutos y de diversos encuentros sociales, el último día lo reservamos para disfrutar con más tranquilidad de alguna de las propuestas lúdicas que ofrece Burdeos alrededor del vino. Como ninguno de los dos conocíamos la Cité du Vin, espacio museístico que abrió sus puertas en el año 2016, ese día nos propusimos visitarlo y nos fuimos hasta su sede, ubicada en un espectacular edificio con forma de decantador situado junto al río.

Tuvimos la tentación de pensar que, por ser profesionales del sector, el contenido del museo se nos quedaría algo corto, ya que se trata de un espacio dirigido al público generalista que tiene interés por el mundo del vino sin necesidad de ser entendido en la materia. Sin embargo, pronto pudimos comprobar que pese a que había muchas cosas que no nos resultaban nuevas, el enfoque didáctico y multimedia del museo era muy evocador para cualquiera.

Un paseo virtual por alguno de los terruños más singulares del mundo, un pasillo explicativo sobre las tendencias del sector, un repaso histórico por la evolución del vino, una mesa sensorial donde poder contrastar los principales aromas del vino, un juego con el que poder pisar la uva y hacer tu propia vendimia y, por supuesto, un recorrido por la historia del vino bordelés, son solo algunas de las propuestas de este lugar pensado para prácticamente todas las edades en las que el vino se convierte en mucho más que una bebida.

Especialmente interesante me pareció el enfoque cultural de la Cité du Vin. A lo largo de la visita se puede contemplar un vídeo recopilatorio con escenas de diversas películas en las que el vino es un protagonista más del filme. Sensibilidad para constatar que el vino, más allá de una bebida alcohólica, es un elemento sin el cual no se puede entender la cultura francesa, y por ende, la europea.

Tras un breve almuerzo, rumbo de nuevo al aeropuerto de Burdeos-Mérignac donde nos esperaba nuestro vuelo de regreso a Madrid que ponía fin a cinco días extenuantes pero apasionantes, en los que cruzamos puertas habitualmente restringidas para el común de los mortales y catamos vinos que habitualmente sólo están al alcance de unos pocos privilegiados. 

Si habéis llegado hasta aquí os damos las gracias por acompañarnos en esta extensa narración. Ahora solo nos queda poner a la venta en Bodeboca los vinos que más nos entusiasmaron y esperar que podáis disfrutarlos en cuanto estén listos para descorcharse.

Resumen de la añada 2023 en Burdeos 

Si después de leer nuevas aventuras por tierras bordelesas estáis pensando en adquirir alguno de los vinos de la añada 2023 que tuvimos la oportunidad de catar allí, os interesará conocer las particularidades de esta cosecha. Así que allá vamos… ¿Cómo fue exactamente la añada 2023 en Burdeos?

La verdad por delante. La añada 2023 en Burdeos no fue un éxito generalizado para todas las regiones y bodegas. Y eso, unido a que durante los dos últimos años la campaña no ha tenido una acogida comercial a nivel global tan positiva como se esperaba, junto a una situación geopolítica y económica actual bastante incierta en los principales mercados, hará que podáis adquirir vinos en primeur a un precio sensiblemente inferior al de las últimas añadas.

Incluso se dice que los precios de esta cosecha 2023 serán similares a los de la añada 2019. Esto provocará inevitablemente dos cosas: 1) No será una añada tan atractiva para los que quieran comprar vino en primeur como inversión, pues al no ser una añada excepcional no se espera que se revalorice tanto con el tiempo; 2) Para los clientes que solo compréis en primeur esperando disfrutar del vino y sin ningún ánimo especulativo, existirá la posibilidad de acceder a etiquetas de categoría superior con el mismo presupuesto de anteriores campañas, lo que no deja de ser una gran noticia.

Vamos ahora a hablar de la añada a nivel meteorológico. La de 2023 está considerada en Burdeos una de las añadas más cálidas de la historia en términos de temperatura media, algo que no nos debe extrañar si asumimos el calentamiento global. Pero es cierto que, pese a ello, tampoco fue de las más soleadas. Debido a esta circunstancia, muchos de los vinos mostraban la densidad, profundidad y madurez típica de una añada calurosa, pero también la expresividad y la frescura propia de una añada más fría. 

Se comentaba mucho en Burdeos que estábamos ante una añada híbrida, situada entre una puramente continental y otra mucho más atlántica, y que recordaba a las de 1996, 2001, 2006, 2012, 2016 o 2019. ¿En qué se traduce esto? Pues, entre otras cosas, en un menor grado alcohólico que en los vinos de la añada 2022, que fue mucho más continental en ese aspecto. Y es que el tamaño del fruto fue esta vez, de media, un 20% mayor que entonces, lo cual se traduce en menos concentración de azúcar, y por tanto, de alcohol. 

Como asegura James Suckling en su reportaje sobre los primeurs 2023 de Burdeos, y también como se escuchaba en muchos châteaux de la región, fue una añada de terruño y de viticultores, y es que el reto estuvo mucho más en el campo que en la bodega. 

La primavera alternó el tiempo fresco con el templado. Posteriormente, un mes de junio más húmedo y caluroso de lo normal provocó la aparición de mildiu especialmente en la orilla derecha, lo que obligó a algunas bodegas a utilizar mayor porcentaje de Cabernet de lo habitual. Este fue uno de los retos de la añada, que puso a prueba la capacidad de los productores para aplicar tratamientos fitosanitarios que dieran respuesta al mildiu, enfermedad responsable de la disparidad de rendimientos entre distintas explotaciones.

Otro de los puntos calientes de esta añada en términos meteorológicos fueron las sucesivas olas de calor que se registraron a partir de mediados de agosto, y que provocaron que el perfil de la añada cambiara ligeramente sobre lo previsto.

Además, una serie de intensas lluvias acontecidas a mediados de septiembre obligaron a tomar decisiones trascendentales con la fecha de la vendimia, que fue una de las más largas que se recuerdan, ya que algunos productores optaron por vendimiar antes, y otros (los que más acertaron) esperaron y se beneficiaron de un verano indio, provocando que entre distintas parcelas la fecha de recogida fuera incluso de un mes de diferencia. Por cierto, estas lluvias de finales del verano fueron fantásticas para los vinos botritizados de Sauternes, y tal y como dice Suckling en su informe, parece que esta será la tercera añada consecutiva excelente para esta región. 

Con todo esto, ¿qué perfil de vino encontraremos definitivamente en los vinos de Burdeos de 2023? Pues como asevera William Kelly para The Wine Advocate, los mejores de esta añada presentan unos taninos plenamente maduros y una sensación en boca suave y sin fisuras, como ocurre con las añadas soleadas. Sin embargo, sus aromas y sabores vibrantes, de frutas y flores, son más propios de un año fresco, por lo que preservar esa fruta brillante y expresiva será fundamental para garantizar el éxito de la añada a largo plazo.

Para Suckling, esta añada se caracteriza también por su frescura, equilibrio y transparencia. Tal y como él asegura, nosotros también pudimos comprobar que, en general, estamos ante vinos relativamente fáciles de tomar incluso a estas alturas, debido al menor grado alcohólico que comentamos antes y a una acidez más elevada. Son vinos por tanto menos opulentos y con menos cuerpo que los de la campaña de 2022, pero que serán muy disfrutables desde el principio, sin necesidad de esperar años para encontrarlos en su mejor momento.

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A pesar de ser de Teruel, no me gusta el frío. En 2011 me licencié en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y he trabajado en medios como la Agencia EFE o Unidad Editorial. En 2013 me incorporé al equipo de Contenidos de Bodeboca y desde entonces he aprendido mucho sobre el mundo del vino y los destilados, el cual forma parte de mi día a día. Actualmente soy el Content Lead de Bodeboca y coordino a un apasionado grupo de redactores. Me encantan también el fútbol, el cine, descubrir nuevos restaurantes y viajar.