Stratum Wines by Bodega Cerrón: la nueva ola jumillana

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En Bodeboca queremos acercaros los proyectos más interesantes de viñadores que están dando que hablar y que hemos reunido en nuestra Colección de Jóvenes Promesas. Éste es uno de ellos. 

Mucho se mueve vinícolamente hablando en el sureste de la península y los nombres de Carlos Cerdán, Bodega Cerrón y Stratum Wines, su proyecto más personal, son activos implicados muy a tener en cuenta en esta nueva ola jumillana. 

Cuando se incorporó a la dirección técnica del viñedo en 2013, mientras estudiaba Biotecnología en Valencia, la cuarta generación de la familia Cerdán, junto a sus hermanos Juanjo y Lucía, tuvo muy claro el rumbo que debía tomar Bodega Cerrón. Y es que como suele decirse de casta le viene al galgo.

 “Tenemos un legado familiar de viticultores-cosecheros. Mi familia trabajaba en el campo y luego procesaba la uva para vender el vino. A mis abuelos los contrataron en la cooperativa de Fuente-Álamo (Albacete). Ellos hacían los mejores vinos del pueblo, pero pararon la producción propia. Mis padres no se identificaban con la política de la cooperativa. Arrancaron un proyecto sostenible con viticultura ecológica y biodinámica. Fueron avanzados en el pensamiento de su época. Certificaron en el año 86 en ecológico, siendo de las primeras fincas de la D.O. en hacerlo”, cuenta este joven vigneron de 29 años.

Ahora, es él quien va un paso más allá y abandera la biodinámica, mientras recupera y protege buena parte del viñedo viejo y abandonado de su pueblo, el situado más al norte y a más altitud de la región vinícola de Jumilla, a entre 800 y 1.150 metros sobre el nivel del mar. Así, de las más de 70 hectáreas que posee en este entorno, 46 son de cepas prefiloxéricas plantadas en pie franco y otras 25 con portainjerto, también viejas. Todas ellas con certificado Demeter

“En muchas zonas despobladas de España no tenemos patrimonio arquitectónico pero sí tenemos un patrimonio vegetal con olivos centenarios y milenarios y viñas de cien años, con variedades locales extintas en muchos casos, viñas que merece la pena poner en una botella”, explica Carlos, convencido del potencial jumillano para elaborar vinos de culto como los de Côte-Rôtie o Cornas, en el Ródano norte.

Para sentar las bases de este objetivo es clave la labor de recuperación de antiguas parcelas y castas adaptadas al suelo y al clima de este ámbito, como la Forcallat, la Monastrell y la Malvasía de influencia levantina o las originarias de La Manchuela Moravia agria, Bobal o Subirat parent. “Lo más importante es definir el vino desde la viña. Es la viña la que va a dar un estilo de uva y la que va a dar después vinos más frescos, más accesibles”. Es por eso, añade, que “hoy en día estamos volviendo a plantar esas variedades por selección masal en zonas donde se dejó de trabajar el viñedo. Zonas abandonadas cuando apareció el tractor porque no cabía la maquinaria”, detalla. 

La semilla de este legado para próximas generaciones está sembrada y dando sus frutos. Viñedos como La Calera o El Cerrico ya están dando mucho que hablar propiciando vinos que, como asegura Carlos, “son aquellos que nos gustan, que nos apetece beber, frescos pero complejos, que traspasan la fruta y se van hacia lo floral, con violeta, tomillo, romero, esparto… Sensaciones mucho más territoriales, calcáreas, de pedruscos calizos y de noches frías, con una frescura muy marcada y a la vez ese carácter mediterráneo de potencia y estructura”. Además van mucho más allá del disfrute inmediato, encierran una esperanzadora promesa futura ya que “tienen un gran potencial de evolución en botella”.

Por el momento, la crítica ya ha sabido calibrar su potencial. Luis Gutiérrez, el hombre de The Wine Advocate, tiene en su radar las elaboraciones de Cerrón y, en particular, las que conforman Stratum Wines, el proyecto mimado de Cerdán de vinos con este perfil más moderno a partir de viñedos viejos, casi abandonados. «Un nuevo nombre a seguir, algo bastante poco habitual en Jumilla», aventuraba hace un par de años en su primera reseña sobre ellos. No se equivocaba.

La Servil 2021

Una Monastrell mediterránea muy elegante, completada por pequeños aportes de las minoritarias autóctonas Moravia agria, Blanquilla y Rojal componen este tinto originario de dos parcelas de viñedo viejo, La Muela y El Cenajo, a casi 1.000 metros de altitud y trabajado orgánicamente. Fermentado y criado en madera despliega frescura, jugosidad y una más que agradable mineralidad, revestida en nariz por intensa fruta roja y notas de tomillo y romero. 

Los Yesares 2021

Potente, profundo pero a la vez pleno de finura. Así se muestra este tinto en el que la Monastrell vuelve a tener la voz cantante. Esta vez su cuna la hallamos en parcelas de El Casuto del Agrio, el Barranco del Pedernal y la Ladera margosa cultivadas con viñedos de cultivo orgánico y biodinámico de más de 80 años. La altitud a la que se enclavan de hasta 940 metros junto con sus suelos muy ricos en caliza le otorgan tensión y frescura. 

 (*) Puedes encontrar los vinos de este elaborador en nuestra Colección de Jóvenes Promesas

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Madrileña de Aluche de cuna y militancia, licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y, desde noviembre de 2019, miembro del equipo de Contenidos de Bodeboca. La mayor parte de mi trayectoria laboral ha estado ligada a la información local de mi ciudad en prensa escrita y radio. La casualidad (¿o causalidad?) hizo que cambiara ruedas de prensa, plenos municipales y visitas de obras por historias de bodegas, variedades de uvas y notas de cata con palabras mágicas como sotobosque. Viajar, el mar con los míos, los días soleados, perder la noción del tiempo en un museo y las canciones de siempre de Calamaro, U2 o Bruce Springsteen, son algunas de mis cosas favoritas. Y, por supuesto, si se dan acompañadas de vino, la perfección.