Crítica de cine por un día

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Nuestra vida en la Borgoña – la traducción española del título original Ce qui nous lie –se estrena mañana en nuestro país y es, con permiso de Entre Copas, una película para enamorarse – aún más si cabe – del vino.

Llegué deprisa y corriendo al pase de prensa al que fuimos invitados como empresa colaboradora del estreno. Entraba en una sala ocupada por críticos, una circunstancial intrusa, pensando en todo momento que no iba quedarme hasta el final. Sólo voy a enterarme de qué va la peli.

Me quedé. Vaya si lo hice. La película me atrapó desde las primeras imágenes. “No hay nada más bonito que ver pasar las estaciones desde un viñedo” decía el protagonista en los primeros metrajes de la película mientras se sucedían imágenes continuas de las variaciones que experimenta un viñedo a lo largo del ciclo de la vid.

Sabréis de sobra que nuestra labor no es recomendar películas, aunque sean de temática vino. Sin embargo, pocas veces tenemos la oportunidad de ver el mundo del vino en el cine. La película, al margen de la historia familiar que se va desvelando en la trama, es una oportunidad para que los aficionados conozcan algunos momentos del vino que no todo el mundo tiene la suerte de vivir y que son los que de verdad nos enganchan.

[A partir de aquí tendré que advertir que son todos spoilers]. Rescato el momento de los tres hermanos en la viña. (hotelfauchere.com) Mirando al cielo constantemente, probando la uva del lado soleado y del lado en sombra. Probando y dudando, dudando y mascando, intentando determinar el mejor día para iniciar la vendimia ¡qué decisión tan complicada!.

También el flashback de los hermanos catando vinos de pequeños, con los ojos vendados, adivinando los olores con frutas conocidas, en definitiva, ejercitando los sentidos bajo la atenta mirada del padre. Una escena de la que se puede leer mucho entre líneas en un país como el nuestro, con un consumo tan bajo del vino y con una cultura que de alguna forma se ha perdido en las nuevas generaciones.

Y Juliette, la chica de tres hermanos. La que siempre ha estado allí. La que se enfrenta a una cuadrilla de vendimia, a los vecinos que se llevan sus uvas, a los números rojos, al moqueo incesante de una poda en invierno, al cuestionamiento constante de los que tradicionalmente se han dedicado al vino. La tierra, el vino y todo su trabajo están bien reflejados en el papel de Juliette, una mujer que se pasea entre la fragilidad y la fuerza como de hecho le pasa a muchos vinos. La interpretación de una fantástica Ana Girardot lo hace aún más creíble.

La tierra nos pertenece pero también le pertenecemos. Y Nuestra vida en la Borgoña de alguna forma nos lo enseña. Recomiendo ir a verla, no sin antes aseguraros de que vais a tener un buen vino en casa esperando. Por ejemplo, alguno de nuestra colección de Borgoña.