Sanlúcar de Barrameda: Más que un destino, una forma de vida

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Si estás en la búsqueda de lugares singulares con el vino como hilo conductor esta ciudad gaditana te va a enamorar.

Gracias a Innoble, el evento más irreverente del vino que se celebra cada dos años en Sanlúcar de Barrameda, me he enamorado de un lugar del que había escuchado —y bebido— maravillas. Su luz, el silencio de sus calles a ciertas horas que se rompe con las sonoras y animadas conversaciones de sus gentes, el mar de Cádiz y el viento de poniente, sus manzanillas y los templos que pude visitar para comer con ganas y pringarme las manos a conciencia, me hacen solicitar formalmente que exista un emoji de Sanlúcar de Barrameda. Sanluquear es toda una forma de vida. 

Encontré sin querer el destino perfecto para curar el alma de los sinsabores y darse una alegría de cuerpo y espíritu: visita Sanlúcar de Barrameda. Un fin de semana largo, mejor si no es en pleno agosto, me supuso redescubrir que actividades que ya hacemos a diario (como caminar, comer, beber o incluso pedir un sencillo helado) pueden ser experiencias únicas e inolvidables si estás en el sitio indicado. Reserva un piso entre los pintorescos que hay diseminados en su casco antiguo, o directamente elige un hotel como Los Helechos (a 10 minutos a pie de la playa de La Calzada) o el Hotel Boutique Albariza (a 3 minutos andando de la Plaza del Cabildo) y date el capricho de dormir en una casa típica sanluqueña. 

Pedir también una reserva para ir a visitar una bodega es necesario. Por ejemplo en la centenaria Bodegas Barrero — los creadores de la inigualable La Gabriela —  en la calle Trasbolsa 84 y dejarte guiar entre sus 5.300 botas y fragantes manzanillas hasta que el sol se esconda entre cualquiera de sus preciosos rincones, todos ellos muy fotografiables.

Por qué

Dijo una vez Juan Piñero, que en paz descanse, que “La manzanilla es el fino de los finos, muchísimo más suave, pues aquí el clima es más moderado. Es un vino más afinado, más salino… Cuesta trabajo explicarlo”.

Lo mejor es vivirlo, y para hacerlo hay un buen puñado de bodegas centenarias, depositarias todas de auténticas maravillas líquidas. Desde la icónica Barbadillo, en la que se mezclan sabiamente el pasado y el futuro, hasta Hidalgo La Gitana, en la que se puede pasar una “noche en rama”, sin olvidarnos de Delgado Zuleta o Yuste, en la que también puedes hacer catas verticales y degustación de sacas especiales y limitadas.

Interesante también es pasarse por la Cooperativa Virgen de la Caridad, de la que se dice hace el mejor mosto del Marco.

Qué visitar

No se puede ir a Sanlúcar sin pasar por La Taberna del Guerrita, escondida desde 1978 en el barrio bajo sanluqueño. Un auténtico templo de peregrinación en el que puedes encontrar la mayor colección de vinos del Marco de Jerez reunida gracias al buen hacer de Armando Guerra en el que fuera el bar de su padre. En su taberna puedes comer quesos, chacinas y guisos y dejarte guiar en el apartado líquido para que te saquen “milagros, unicornios y reliquias” si tienes interés y pasión por la arqueología vínica. 

Y para los que dicen que hay cosas que el dinero no puede comprar, sugiero tomarse el tiempo de ver caer el sol en Bajo de Guía, copita de manzanilla en mano y respirar profundamente. La vida es muy corta como para perdérselo. 

Comer y beber

Es canónico desayunar en la taberna-abacería Casa Pepe Ramírez. No sólo porque sean especialistas en ibéricos, es que esta esquina tiene algo especial. Un señor en el rinconcito de los jamones, cortando diligentemente a cuchillo raciones de felicidad, y parroquianos fieles con sus cafés en vaso, hirviendo como si saliesen del mismísimo mordor. 

Para comer, Barbiana sin dudar. Lugar que no admite reservas y tampoco gente floja de apetito. Hay que pedir pavía (cola de merluza rebozada en la masa de los churros), tortillita de camarones (insuperable), las papas aliñás y sus langostinos, obviamente todo ello bien regado con una Manzanilla en rama. 

Si hay hueco (y siempre hay para mi querido compañero Adolfo Fernández), comerse un Elcano o Aromas del Guadalquivir en Helados Toni, con cinco generaciones al frente, es perentorio e indispensable. 



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Publicista de carrera, sumiller por azar y storyteller nata, en los últimos diez años responsable de la creación de la marca Bodeboca y su exitosa estrategia de contenidos. Hablo más que cato, pero si cato y me enamora una historia, no paro hasta lograr que tú también lo hagas.