Entrevista a Laura Catena, directora general de Catena Zapata
Laura Catena (Mendoza, 1967) es, como miembro de la cuarta generación, directora general de la bodega familiar Catena Zapata; así como de Luca Wines, su proyecto más personal. Graduada en biología por la Universidad de Harvard y doctora en medicina por la de Stanford, ejerció de médica de emergencias y pediátrica en San Francisco durante más de 25 años. Es uno de los rostros más conocidos de Argentina por su papel en la promoción de la región vitivinícola de Mendoza y ha escrito varios libros: Vino Argentino, an Insider’s Guide to the Wines and Wine Country of Argentina; Oro en los Viñedos y Malbec Mon Amour. En 2014 se convirtió en la presidenta del International Wine & Spirit Competition (IWSC), certamen que premia a los mejores vinos y licores del mundo, y también es presidenta honoraria del Wine & Spirit Education Trust (WSET) desde 2024.
Llama la atención que siendo médica dirija una de las bodegas más importantes de Sudamérica, cuya actividad principal es la de elaborar productos alcohólicos. ¿Cómo se compagina esa dualidad?
Esta pregunta no me la hubieran hecho hace diez años porque la realidad es que el vino, siempre que se tome con moderación (en Estados Unidos el concepto de moderación está limitado a un máximo de dos copas de 150 ml. al día para los hombres y una copa para las mujeres), está asociado a una mejora de los problemas cardiovasculares según cientos de estudios clínicos. Para mi es totalmente compatible ser médico y producir vino, porque en moderación, da placer y forma parte del disfrute, la dieta y la vida social de cualquier persona, y no hay que olvidar que actualmente el aislamiento social es uno de los grandes problemas médicos a los que nos enfrentamos.
Si prohíbes beber totalmente a algunas personas también les estás quitando parte de su vida social y de su relación con el mundo, y en este sentido puede que les estemos dando un mal consejo. Es cierto que hay poca conciencia de que el alcohol, en exceso, aumenta el riesgo de padecer ciertos cánceres y enfermedades cardiovasculares y neurológicas, por lo que para mi la clave es la moderación. Dentro de esa moderación, entran en juego consejos como beber un vaso de agua por cada vaso de vino o recordar que biológicamente una mujer no puede beber lo mismo que un hombre. Pero beber una botella de vino al día no es moderación, y eso hay que tenerlo presente.
En este sentido, ¿le preocupa que en Europa haya cada vez una mayor persecución legislativa al consumo de alcohol?
Me preocupa que exista un grupo anti alcohol formado por políticos y organizaciones que viven de hacer únicamente investigaciones sobre el daño que causa el alcohol, lo que no deja de ser importante para minimizar su abuso. Sin embargo, no hay que olvidar que también existen riesgos en otros ámbitos de nuestra vida como el consumo de sal, tomar el sol o conducir, pero nadie se plantea que no debamos hacerlo. Lo que me preocupa es que toda esta discusión se base sólo en torno al alcohol y a su relación con ciertas enfermedades, cuando hay cientos de estudios que también demuestran su beneficio cardiovascular. Como el que se hizo recientemente en España, publicado en el prestigioso European Heart Journal, que demostró que lo que hay que evitar es tomar más de un vaso de vino al día. Por tanto, en la ecuación tiene que entrar cuál es el placer que aporta el vino y cuál es el posible beneficio cardiovascular, y eso medirlo contra un posible aumento de ciertas enfermedades. Estas organizaciones anti alcohol muchas veces mezclan el abuso con el consumo moderado, y son dos cosas muy diferentes. La ciencia nos dice que hay beneficios, que hay riesgos y en mi opinión cada persona debe tomar su decisión con la ayuda de su médico. Lo que me preocupa es que haya una discusión que no esté basada en la evidencia científica.

¿Ocurre lo mismo en Argentina?
En Argentina el vino es la bebida nacional y se consume en general dentro de una dieta equilibrada, aunque por supuesto también hay excesos. Si todo este alarmismo que existe en la actualidad nos lleva a entender que el consumo excesivo es dañino y el moderado forma parte de una vida placentera con posibles riesgos y beneficios, será un buen fin. Pero no se trata de poner advertencias alarmistas para convertir al vino en el nuevo cigarrillo, porque no lo es. En cualquier caso, todas mis opiniones acerca de este tema están en mi web In Defense of Wine, que invito a consultar.
Es usted la cuarta generación al frente de Catena Zapata, una marca centenaria. Cuéntenos cómo afronta la gestión de una bodega con tanta historia detrás. ¿Siente mucha responsabilidad sobre sus hombros?
Hay un peso bastante grande sobre mí porque estoy llevando a cabo el sueño de mi bisabuelo italiano que vino a Argentina con el deseo de convertirse en un productor importante. Nuestra familia ya producía vino en Le Marche (Italia), pero él quiso empezar un nuevo camino en el Nuevo Mundo. Tuve también un abuelo viticultor muy importante y por supuesto a mi padre, que fue el pionero del vino de alta gama en Argentina y el que resucitó al Malbec. Así que sí existe mucho peso, pero la realidad es que tengo el mismo objetivo que tenía mi padre, que es producir vinos argentinos que puedan estar entre los mejores del mundo, y hay cierta tranquilidad en tener una visión tan clara, porque todo lo que hacemos es con ese objetivo. Nunca estamos pensando en hacer mucho volumen para ganar más plata. Está claro que siempre pensamos en cómo pagar las cuentas, pero el principal objetivo es enaltecer nuestra región, y ese objetivo hace que tenga menos estrés de lo que uno pudiera pensar.
Para los que nunca hemos viajado a Mendoza, intente hacernos una fotografía del lugar. ¿Qué distingue a esta región de otros grandes terruños del mundo?
Lo que distingue a Mendoza es la altura, que es muy interesante con todo el asunto del cambio climático, ya que tenemos la región del valle del Uco en la que realmente no ha habido calentamiento, puesto que es una zona de montaña que se mantiene fría. Ese es un gran lujo. El gran problema que tenemos aquí es que hay menos agua en los glaciares andinos, y estamos estudiando mucho este tema a través del Catena Institute para proteger los glaciares. Lo curioso de Mendoza es que en 70 kilómetros pasamos de un clima típico del sur de Francia, como el del Ródano, a un clima típico del norte, como el de Champagne. Eso hace que podamos hacer assemblages de vinos con características muy diferentes aunque nazcan a poca distancia, lo que genera mucha diversidad de sabores. También los suelos son muy diferentes, porque contra más altos también son más pedregosos, y contra más bajos tienen más arenas y arcillas. El tema es que hay una diversidad de terroir muy intensa. Al respecto, hemos publicado un artículo recientemente donde identificamos 24 parcelas con diferentes terroirs.
En España tenemos la sensación de que los vinos argentinos son bastante intensos, profundos y con una importante carga tánica. ¿Es un error pensar en estos términos?
Hay algo en esta zona que hace que tendamos a obtener vinos con mucho aroma, y es nuestro clima fresco de altura. También tenemos vinos muy concentrados debido a que contamos con muchas selecciones masales y viñedos sin portainjertos, que suelen ser menos productivos. El 90% de los viñedos argentinos son genéticamente diversos, así que los rendimientos suelen ser bajos, cosa de la que se quejaba mi bisabuelo italiano. Hay mucho aroma, por tanto, debido al frescor y a la acidez natural que da la altura, y una concentración que en mi opinión viene de nuestros suelos pobres y bien drenados, así como de esas selecciones masales que tienden a ser menos productivas. Además, son vinos con una buena carga tánica en términos de polifenoles, aunque son sedosos y no se sienten ásperos, y eso es por la altura y el sol. Aquí no tenemos esas lluvias tempranas que sí hay en Burdeos, Borgoña o incluso California, así que cosechamos cuando la uva está lista antes de que empiecen las primeras heladas, consiguiendo que los taninos se polimericen y obteniendo unos vinos con una buena carga tánica pero sedosos en boca.

En su momento le pregunté a Alejandro Vigil si creía que los vinos argentinos estaban justamente considerados en Europa. ¿Usted qué piensa al respecto?
En nuestro libro Malbec, Mon Amour hay una anécdota muy divertida. José de San Martín, nuestro libertador, decía que las personas en Argentina siempre consideraban que el vino español era mejor que el argentino. Así que en una cata a ciegas puso vinos argentinos y españoles y a la gente le dijo que el vino español era en realidad el argentino y viceversa, y todos respondieron: “¡Ah, el español es mejor!”, cuando en realidad se referían al argentino. Yo creo que esa anécdota te indica que hay un estereotipo de que el Viejo Mundo es mejor, y es un prejuicio que todavía tenemos muchos latinoamericanos. Por otro lado, hay ciertas regiones españolas que tienen tanta historia que aunque solo sea porque han hecho más ensayos prueba-error deben ser mejores que algunas regiones argentinas, pero lo que pienso es que hay que mantener una mente abierta. Por otro lado, yo creo que hoy en día los vinos con mejor relación calidad-precio son los españoles. Sigo pensando que hay grandes vinos argentinos que ganan a algunos vinos españoles, pero en general, hoy España produce los vinos con mejor relación calidad-precio del mundo.
En 1995 fundó el Catena Institute of Wine, la pata científica de Catena Zapata. Cuéntenos brevemente qué labores realizan aquí y cuáles han sido los mayores hitos del proyecto en estos 30 años.
El Catena Institute tiene el objetivo de producir vinos argentinos que puedan estar entre los mejores del mundo. Mucho del trabajo que hacemos está relacionado con el tema del cambio climático, ya que si no tenemos agua o gente que quiera vivir de la agricultura no podremos producir vino en el futuro. Yo me di cuenta de que si quería competir con los mejores vinos del Viejo Mundo tenía que hacer investigación, y este método de prueba-error que desarrollamos en el Catena Institute nos ayuda a probar una hipótesis y ver si es cierta o no, de tal forma que nos permita producir un vino mejor. También hemos hecho estudios sobre la genética del Malbec y la preservación de los viñedos viejos, puesto que el viñedo argentino nunca fue clonificado como el resto del mundo, y el 90% es genéticamente diverso, y ese es uno de los grandes tesoros que debemos preservar.
Cuéntenos cómo es trabajar con Alejandro Vigil, su director de enología, y con Luis Reginato, director de viñedos, al que en España conocemos menos. ¿Qué aprende de ellos?
Usamos el método socrático. Cuando tenemos un tema encima de la mesa cada uno presenta su teoría y lo vamos discutiendo hasta que gana una de ellas. Muchas veces uno tiene A y otro B y terminamos en C. Trabajamos tan bien que al final nadie se acuerda de quién fue la idea original. Usamos mucho este método de razonamiento heredado de mi padre, que es un gran profesor que siempre quiere escuchar todas las opiniones para después elegir qué camino seguir. Yo sigo ese método con Alejandro y con Luis y la verdad es que trabajamos muy bien juntos.
En todas estos progresos ha sido fundamental la figura de su padre Nicolás. ¿Cuál ha sido el principal aprendizaje que ha obtenido de él?
Mi padre, más que algo en particular, lo que me ha enseñado es a pensar. Él es economista y yo médica, por lo que ambos venimos de profesiones en las que se usan las hipótesis y el método científico. Pero luego somos muy diferentes, porque él escucha muy bien y no se enoja nunca y yo soy de sangre más caliente. Una vez que le consulté algo acerca de una discusión que debía tener con alguien, le dije que me gustaría ser como él y me contestó: “vos sos perfecta como sos porque la gente sabe que lo que decís es la verdad, que eres honesta y que no le estás mintiendo a nadie, así que van a tener una opinión honesta de ti y van a ver un resultado”. No me voy a olvidar de ese momento porque nunca ha sido como esos padres que quieren convertir a sus hijos en una copia de ellos mismos.

En 1999 fundó un proyecto al margen de Catena Zapata: Luca Wines. ¿Por qué dio ese paso?
El proyecto Luca lo empecé porque quería hacer vinos procedentes de vides antiguas, y todos los vinos de Catena son de viñedos propios. Yo había visto que en Francia los mejores vinos salían siempre de viñedos viejos, y en Argentina se estaban arrancando todos los viñedos antiguos para plantar otros nuevos. Así que convencí a mi papá de que quería desarrollar este proyecto para rescatar viñedos viejos y hacer cosas divertidas que nadie estaba haciendo. Hoy compro mucha uva a productores locales que son fanáticos de la calidad, y gracias a ello pueden ganar más por sus viñedos antiguos que dan menor rendimiento porque su uva va a parar a un vino más caro y eso nos permite pagar un mejor precio. Es un win-win porque tengo mi propia marca pero al mismo tiempo trabajo con todos estos productores. No hay que olvidar que aquí la mitad de los viñedos son de pequeños productores, como en España, así que es un proyecto totalmente separado de Catena Zapata, con organizaciones diferentes, aunque Luis trabaja en ambos.
Tiene la nacionalidad argentina y estadounidense, ya que su vida transcurre entre ambos países. Como empresaria y bodeguera, ¿cómo afronta las medidas proteccionistas que está anunciando Donald Trump en Estados Unidos?
Yo soy hija de un economista, y la mayoría de economistas son creyentes en el libre mercado, así que no soy muy partidaria del proteccionismo. Creo que en el caso de Trump, él está usando el proteccionismo como una estrategia para igualar ciertas relaciones comerciales. Estoy esperando a ver qué pasa, pero te diría que soy defensora de la globalización en el sentido de que hoy nuestras vidas son mejores porque diversos lugares del mundo se han especializado en fabricar determinadas cosas al mejor precio. Gracias a ello podemos tener ropa o tecnología a un precio razonable, y eso ha hecho que todos vivamos mejor. A veces este concepto es poco romántico, y reconozco que también me encanta todo el tema de la producción local, como hacemos en nuestro restaurante Angélica, donde todas las verduras son de kilómetro cero. Pero creo que la globalización ha hecho que, en general, muchos productos estén hoy en día al alcance de la mayoría.
En este sentido, los Catena saben mejor que nadie lo que supone levantar una gran empresa a pesar de los vaivenes políticos y económicos del país.
Nosotros siempre nos hemos enfocado en la calidad y en los vinos de alta gama, que están más protegidos de los vaivenes políticos y económicos de cada momento. Nuestro foco siempre ha sido competir con el resto del mundo, y somos muy fuertes tanto en el mercado doméstico como en exportación, lo que nos da más estabilidad como empresa. No hay que olvidar que exportar es muy caro y muchas bodegas pequeñas no se lo pueden permitir, y eso es algo que hace que nuestra región sea también muy dinámica y diversa.
Para terminar, ¿qué vinos bebe Laura Catena al margen de los suyos?
Me gustan los añejos. Cuando estaba empezando a beber vino, uno de los primeros que tomé fue un Valbuena de Vega Sicilia, creo que del año 1985 aproximadamente. Fue transformativo para mi. Hoy en día me gustan los tintos con más de 10 años de edad de cualquier parte del mundo, e incluso los argentinos me gustan con más edad. Los blancos a veces me gustan también añejos, como los chardonnay, pero generalmente prefiero los blancos jóvenes y frescos como los albariños. También me gustan los rosés, aunque sé que esto no es muy canchero decirlo. Me encanta por ejemplo el Muga Rosado, un vino que me llevaría a una isla desierta.
A pesar de ser de Teruel, no me gusta el frío. En 2011 me licencié en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y he trabajado en medios como la Agencia EFE o Unidad Editorial. En 2013 me incorporé al equipo de Contenidos de Bodeboca y desde entonces he aprendido mucho sobre el mundo del vino y los destilados, el cual forma parte de mi día a día. Actualmente soy el Content Lead de Bodeboca y coordino a un apasionado grupo de redactores. Me encantan también el fútbol, el cine, descubrir nuevos restaurantes y viajar.