Ruso blanco: el cóctel favorito de ‘El gran Lebowski’
Poco se hubiera imaginado Pearl Mesta, socialité, filántropa y embajadora de Estados Unidos en Luxemburgo durante la presidencia de Harry S. Truman, que su nombre y el de un desaliñado personaje de ficción y cuestionable sobriedad apodado The Dude, el Nota en español, estarían ligados a cuenta del ruso blanco o white russian.
Lo cierto es que la versión más cremosa del cóctel clásico ruso negro (black russian), creado para agasajar a Mesta a finales de los años 40, ha terminado en superar en fama al original, especialmente a raiz de la afición desmedida por él del inolvidable protagonista de El gran Lebowski (1998) que encarnara magistralmente Jeff Bridges.
La historia cuenta que fue el barman del Hotel Metropole de Bruselas, Gustave Tops, quien tuvo a bien mezclar vodka y licor de café para sorprender con su creación a la embajadora, que se alojaba entonces en el establecimiento. Para dar con el nombre no dio muchas vueltas, lo llamó ruso por el spirit protagonista empleado y negro por el color oscuro resultante.

Hasta ahí el origen del cóctel primigenio porque nada se sabe sobre quién sumó la nata a la receta original creando el white russian, la interpretación “blanca” que nos ocupa. Ni siquiera hay quórum para fechar la ocurrencia. Los hay que la establecen a mediados de los 60 y otros ya entrados los 70, pero la mayoría coinciden que el añadido fue motivado por el propósito de suavizar y dulcificar la bebida para hacerla así más accesible.
Hipótesis al margen, la IBA, Asociación Internacional de Bartenders, señala que para la preparación del ruso blanco basta con añadir por encima nata fresca a la base de vodka y licor de café y remover lentamente. Pero la receta canónica de este clásico contemporáneo, perfecto para las sobremesas tanto vespertinas como nocturnas, cuenta con sus propias covers que sustituyen la nata fresca por nata líquida, leche condensada para los más golosos, leche corriente o incluso de avena.

Con la penúltima, directamente servida del cartón —para qué complicarse—, es la opción preferida por el inefable y siempre chill Jeffrey Lebowski, quien a lo largo de toda su rocambolesca historia llega a disfrutar de nueve white russians, entre los que se prepara él mismo con incomparable “destreza” y los que pide que le sirvan a la mínima que tiene una oportunidad.
El Nota es un hombre a su trago favorito pegado. Incluso cuando le arrojan al interior de una limusina, forcejea sin soltar el vaso en ningún momento. “¡Eh, eh, tío, hay una bebida aquí!”, grita empleándose a fondo para no derramar ni una gota. Esta querencia por la bebida y su presencia protagónica a lo largo de la exitosa cinta dirigida por los hermanos Coen la popularizó de nuevo hasta el punto de que la asociación entre El gran Lebowski y el ruso blanco es ya indisoluble en el imaginario moderno.
Hasta aquí la teoría, es hora de lanzarse a la práctica. Para ello, te proponemos tanto la receta clásica de la IBA como la de míster Lebowski.
Receta clásica del ruso blanco:
Ingredientes
- 50 mililitros de vodka
- 20 mililitros de licor de café
- Nata fresca
- Hielo
Preparación
- Llena de cubitos de hielo un vaso old fashioned y añade las medidas de vodka y licor de café.
- Remueve suavemente la mezcla y pon nata fresca por encima para terminar de nuevo removiendo lentamente.
Receta del ruso blanco de El gran Lebowski:
Ingredientes
- 50 mililitros de vodka
- 20 mililitros de licor de café (el Nota prefiere el mejicano Kahlúa, pero también sabemos que él no se complicaría en demasía así que feel free, como nuestro ‘muso’)
- Leche servida directamente del brik
- Hielo
Preparación
- Pon en un vaso hielos, las medidas de vodka y licor de café y completa con leche. Remueve antes de beber. La bata sempiterna, las bermudas y las cangrejeras son opcionales, dudeee.
Madrileña de Aluche de cuna y militancia, licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y, desde noviembre de 2019, miembro del equipo de Contenidos de Bodeboca. La mayor parte de mi trayectoria laboral ha estado ligada a la información local de mi ciudad en prensa escrita y radio. La casualidad (¿o causalidad?) hizo que cambiara ruedas de prensa, plenos municipales y visitas de obras por historias de bodegas, variedades de uvas y notas de cata con palabras mágicas como sotobosque. Viajar, el mar con los míos, los días soleados, perder la noción del tiempo en un museo y las canciones de siempre de Calamaro, U2 o Bruce Springsteen, son algunas de mis cosas favoritas. Y, por supuesto, si se dan acompañadas de vino, la perfección.