Entrevista a Abel Valdenebro, el fotógrafo del vino

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Abel Valdenebro (Granada, 1974) lleva 35 años dedicado al mundo de la imagen. Empezó compaginando la fotografía industrial con sus estudios y en 2006 entró en una agencia de publicidad donde comenzó a trabajar con productos gastronómicos. Desde hace más de una década está especializado en vino, y raro es el evento en el que no se le puede ver detrás de una cámara. También es autor de las imágenes de libros como Beber, Comer, Amar Jerez, una tipología de vinos por la que siente especial devoción.

¿Siempre quisiste ser fotógrafo?

Siempre me gustó la imagen, pero tenía más tendencia por el dibujo. En bachillerato quería estudiar diseño industrial aunque la realidad me dio un bofetón, así que en COU hice letras y también recibí mi primer curso de fotografía. Pensé que la fotografía era un atajo para tener que currar menos que con el dibujo, aunque luego me di cuenta de que no era así. Cuando hice las pruebas de acceso para la universidad no me admitieron en Imagen y Sonido, que era lo que quería, así que empecé a estudiar fotografía en una escuela privada.

¿Cómo definirías tu estilo como fotógrafo?

Es difícil definirse. Creo que soy bastante exigente con la calidad del trabajo final y pienso que lo que me hace diferente es que he acabado dentro del sector más allá de por la propia fotografía, ya que me he formado y me sigo formando sobre el producto. Me conoce mucha gente del mundillo e incluso he autoeditado alguna agenda en torno al vino natural.

¿Qué tipo de fotografías hacías antes de dedicarte al vino? 

Lo que más hacía eran reportajes de eventos, algo de gastronomía y fotografía de producto. Llegué a hacer incluso un catálogo de material de fontanería. 

Eso sí que es poco fotogénico, ¿no?

Pero me encanta, porque cada foto es un reto y tienes que dejarte el pellejo en cada encargo. Que me mandaran cosas como la portada de un catálogo de fontanería para mí era todo un desafío. Yo defiendo mucho la parte técnica de la fotografía, pero es cierto que la preparación previa, sobre todo en el bodegón publicitario, es también muy importante. 

¿Cómo te picó el gusanillo del vino? ¿Fue paralelo o posterior al de la fotografía?

Yo ya era consumidor de vino con 17 años. De hecho, en el pueblo de mi madre siempre tenía pelea con mi cuadrilla porque era el único que bebía vino. Luego, en 2006, cuando comencé a trabajar con ciertas bodegas, empezó a picarme más el gusanillo, y después coincidí con Lola Núñez Pinto, que ahora es gerente de la D.O. Uclés pero entonces colaboraba con González Byass, que era mi cliente, y me empezó a mandar a eventos para aprender. Ahí empecé a formarme y a darme cuenta de que detrás del vino existe un consumo intelectual. En 2013 tuve la suerte de que el diseñador Alberto Coronado me invitara a una comida con más gente del sector tematizada en Jerez, y a raíz de ese momento estos vinos se convirtieron en mis favoritos.

Ahora no hay casi nadie en este mundillo que no te conozca

Voy a muchos eventos por cuestiones laborales y a otros por puro vicio. Yo, aunque soy muy parlanchín también soy bastante tímido, y cuando la gente me llama “el fotógrafo del vino” me da bastante apuro. Creo que en este sector en general hay muy buena gente, y pienso que está muy relacionado con la vinculación que tiene con la agricultura. Cuando voy a las viñas o a las bodegas las sensaciones siempre son muy buenas, ya que la gente es de una humildad y una sencillez pasmosa.

¿Crees que el vino como producto es fotogénico? 

Superfotogénico. Me acuerdo de que el primer carrete de color que revelé con 16 años fue a un bodegón de whisky, y siempre me ha llamado mucho el tema de las bebidas. Con 17 años hice un curso de iluminación de vidrio con la persona que creo que mejores fotos de vino ha hecho en España, que es Ángel Becerril. Saber que una botella, según cómo la pongas, te da una iluminación u otra me parece fascinante. Es un universo enorme, y ya no te digo nada si te vas a fotografiar un viñedo o una bodega.

¿Existe tanta demanda de imagen en el mundo del vino?

Creo que es uno de los sectores que menos se ha apoyado en la fotografía, aunque ahora se están dando cuenta de que no hay más narices que darse a conocer y tener una imagen potente. Los grandes ya lo sabían, pero ahora también se están dando cuenta de ello los pequeños. De hecho, muchos de mis clientes son pequeños elaboradores. Pienso que la imagen es lo que salvará al mundo del vino.

¿Y en los eventos cómo consigues ser original? 

Ahí influye mucho conocer el sector y que te conozcan. Lo que hace cualquier otro fotógrafo de eventos es lo típico: que se vea la mesa, las botellas, la gente metiendo la nariz en la copa, etc. Yo soy partidario de que esas fotos hay que hacerlas, pero luego intento aportar un valor adicional, como la parte de los retratos, en la que preparo una especie de set tematizado, que es algo que empecé a hacer con La Caníbal y que luego he ido repitiendo en eventos como en INNoble, en Off the Record o en la última edición de la Barcelona Wine Week, donde hemos hecho una sesión de retratos relacionada con la música. 

En este tipo de eventos seguro que puedes adivinar si los vinos están gustando o no

Cuando termina el evento doy el feedback a mi cliente y creo que ese es otro de mis valores añadidos como fotógrafo. Muchos colegas, cuando llegan a un evento y me ven, me preguntan qué es lo que mejor está funcionando y qué es lo que tienen que catar. Soy como una especie de filtro.

¿Y crees que en este tipo de eventos se cuida la imagen? 

Cada vez más. Además pienso que estamos en un momento de transición. Antes, los salones de este tipo eran más de lo mismo, pero a mi me rompió la cabeza el primer salón de vinos naturales que se hizo en Madrid, donde comprobé que otro formato mucho más relajado era posible. Creo que el mundo del vino natural le ha dado una lección al mundo del vino convencional en el sentido de cómo vender las cosas y llegar a otro tipo de público. También es cierto que el vino convencional le ha dado otra lección al vino natural en el sentido de que el producto debe estar, ante todo, bueno. 

Cuéntanos alguna anécdota que tengas fotografiando vino

Una vez me tocó hacer la imagen de una bodega de Rioja bastante potente. Iba con el ejecutivo de cuentas de la agencia y el cliente, y hubo una cena la noche anterior en la que la cosa se complicó. Yo había quedado con el enólogo al día siguiente a las 7 de la mañana, y a las 7 menos cuarto estaba abriendo los ojos. No he corrido tanto en mi vida. Al principio el enólogo estuvo muy seco conmigo, pero luego se fue soltando. Por suerte el trabajo quedó cojonudo y ese curro luego me permitió hacer más cosas en el mundo del vino.

También tengo otra anécdota del año 2006, cuando acababa de entrar en la agencia y por circunstancias empecé a tener un dolor en la rodilla que me obligó a operarme. A los tres días de salir del quirófano tenía que ir a hacer la imagen de bodega de Tío Pepe, y me propusieron que fuera otra persona, ante lo que me negué. Así que llegué y después de una jornada de 14 horas haciendo fotos tenía la rodilla que parecía un balón de rugby. Tanto es así que mi jefe me propuso volver a Madrid, pero dije que no me iba de allí hasta que no terminara el trabajo. Ese día estuve en la Bodega Los Apóstoles hasta las 10 de la noche y sentí una magia y una energía especial.

¿Y cuál es la fotografía que has hecho relacionada con el vino de la que más orgulloso te sientes? 

Hay un bodegón que me llena de orgullo porque cada vez que entro en la sede de González Byass, en Jerez, todavía lo tienen expuesto. Es una botella de Tío Pepe en la calle Ciegos sobre una silla de Enea que robé de una oficina cercana. Otra foto que me llena de orgullo es de esa misma sesión. Se la hice a una azafata que pasaba por allí cuando ya habíamos recogido todo el equipo de iluminación. Hice solo dos disparos de manera rápida y hace poco comprobé que todavía la usan para promocionar el enoturismo de la bodega. 

El vino de Jerez tiene sus códigos particulares. ¿Qué tiene de especial Jerez para ti?

En Jerez todo es especial, la gente que lo elabora, el proceso, el contexto, todo. Pero tiene una cosa fundamental: la historia, la grandeza y la pureza. Tiene una historia como para tumbar a cualquier vino del mundo, grandeza porque es uno de los grandes vinos internacionales, y pureza porque como dice mi amigo Luis Oliván, en la pirámide del vino, tanto de las grandezas como de las miserias, Jerez está en la cúspide.

¿Qué crees que debe tener una buena etiqueta de vino a nivel de imagen y cuáles son tus favoritas? 

Hay mucha gente haciendo cosas chulas. La gente de Calcco me encanta, así como la de Épica Branding & Packaging. Una etiqueta debe, ante todo, comunicar. A mi me gustan las etiquetas que dicen cosas. Pero lo fundamental, casi antes que eso, es que me fije en ella. Me encanta que tengan texturas, que pases el dedo por encima y notes la tinta inflada, el oro o el papel verjurado. Pero también me gustan las etiquetas que soportan, las que metes en una cubitera y no se desintegran. 

¿Cómo crees que puede ayudar la fotografía y la imagen a vender más vino ahora que el sector atraviesa una crisis de consumo? 

Yo creo que la imagen va a ser fundamental, como ocurre con la cerveza, la cosmética o los relojes, que formaban parte de un sector abocado a la desaparición. Ahora la relojería es pujante, vende millones y patrocina lo que le da la gana porque se ha convertido en lujo aspiracional, y lo hace a través de unas fotos y unas campañas cojonudas. Yo soy un consumidor de televisión voraz y me fijé en que hubo un instante a partir de los años 80 en los que todos los momentos de placer de las mujeres en la ficción americana pasaban delante de una copa de vino, y descubrí que los grandes stocks que hubo en Napa Valley fueron a raíz de esos momentos en los que el vino aparecía en la ficción. En España eso pasa muy poco, a excepción de alguna que otra película donde se nota que hay un product placement un poco descarado. El camino es por ahí, hay que vincularlo a la cultura y al disfrute. 

¿Qué consejo le darías a una persona que quiera dedicarse profesionalmente a la fotografía? 

Ser perseverante, juntarse con los mejores en la medida de lo posible, no tener miedo a currar mucho, aprender cuándo tienes que hacer algo por dinero y cuándo para labrarte un futuro. Pero sobre todo, hacerte valer.

¿Qué regiones o bodegas te gustaría fotografiar que todavía no hayas hecho? 

Me encantaría ir a Alemania y a Austria. Fuera de España solo he estado en Portugal y en Burdeos, pero de Austria estoy enamorado, especialmente de sus vinos blancos.

¿Qué proyectos tienes en el horizonte? 

Me encantaría que saliera adelante un libro sobre un vino histórico español que está en ciernes. También me hace mucha ilusión un viaje que tengo ahora a Menorca con la distribuidora Ulisses, que va a organizar un festival allí; y en 2022 hice una agenda de vinos naturales (Vinos Desnudos) con la que me lo pasé muy bien y que estoy pensando en reeditar de alguna manera. El año pasado además planté una pequeña viña en el pueblo de mi madre, en Burgos, que es otra cosa a la que le quiero dedicar tiempo y esfuerzo. 

Para finalizar, dinos qué vinos no faltan en tu casa 

No puede faltar vino de Jerez, especialmente finos maduros y amontillados. También me gusta tener garnachas de trago fresco, tintos gallegos y algún que otro blanco austriaco. En ese aspecto soy bastante comprador compulsivo, aunque luego me da pena beberlos. Soy un gran bebedor social y pienso que el vino o es compartido o no es vino.

*Imagen de portada: El fotógrafo Abel Valdenebro retratado por su hija Nora.

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A pesar de ser de Teruel, no me gusta el frío. En 2011 me licencié en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y he trabajado en medios como la Agencia EFE o Unidad Editorial. En 2013 me incorporé al equipo de Contenidos de Bodeboca y desde entonces he aprendido mucho sobre el mundo del vino y los destilados, el cual forma parte de mi día a día. Actualmente soy el Content Lead de Bodeboca y coordino a un apasionado grupo de redactores. Me encantan también el fútbol, el cine, descubrir nuevos restaurantes y viajar.