Cata de suelos para pros

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Hablemos del terroir o, de forma más castiza, del terruño. Cuando nos iniciamos en el universo del vino, este término se convierte en omnipresente generando fascinación, curiosidad y, a veces, intimidación. Parece que cuando descorchamos un “vino de terroir” tenemos que automáticamente quitarnos el sombrero.

Pero… ¿qué es exactamente el terruño? Pues en pocas palabras, es la combinación del tipo de suelo, las condiciones topográficas, el microclima y la tradición de una región que dan vida a vinos que exhiben una marcada identidad característica de un determinado lugar.

Por lo tanto, la composición de los suelos es un factor clave de este enigmático término, y este es otro universo dentro de los muchos que habitan en el mundo del vino.

Hay cientos de tipos de suelos y no suelen ser homogéneos. Por ello, es difícil categorizarlos. Para que puedas entender y sentir en una cata su efecto, hemos elegido los 5 más representativos en esta breve guía. ¿Preparado?

Arenosos: elegancia y aroma 

En regiones de clima húmedo y fresco, gracias a su excelente capacidad para drenar el agua y para retener el calor, esta fina tierra ayuda a la maduración de las uvas y crea vinos refinados y aromáticos. En áreas de climas más cálidos, las composiciones dominadas por la arena suavizan el perfil y los taninos, aportando una textura más agradable. Otra de las grandes virtudes es su resistencia a la filoxera. Si te fijas, muchas de las viñas más antiguas en pie franco se sustentan en este tipo de terreno.

En España encontramos arenas en varias zonas, pero es especialmente significativa su presencia en Toro y en el norte del país. El ribeiro Viña Meín, floral, elegante y aromático, es una referencia perfecta para sentir esta influencia.

Arcillosos: estructura y potencia

Con una extraordinaria capacidad para retener agua y mantenerse fresca, la arcilla en zonas continentales dan lugar a vinos potentes, equilibrados, redondos y longevos.

Hay distintos tipos de composiciones dentro de esta categoría. No obstante, los deseados terrenos arcillo-calcáreos están muy presentes en Rioja y Ribera del Duero, donde han mostrado una afinidad total con la Tempranillo, siendo un elemento clave del terruño que ha dado vida a prestigiosas referencias.

Viña Bosconia Reserva, de la histórica casa riojana López de Heredia, es un extraordinario ejemplo del idilio de este tipo de materia con Rioja, dando lugar a un vino intenso, estructurado y eterno.

Pizarrosos: complejidad y mineralidad

Este tipo de suelo es el factor clave en regiones como el Bierzo, Valdeorras y, especialmente, el Priorat, donde se le conoce como licorella.

La pizarra es de color oscuro con tonos grisáceos o azulados (aunque también se pueden encontrar rojizas). Lo que hace especial a esta composición es su escasa materia orgánica y su casi nula capacidad para retener agua

Esta escasez de humedad y de nutrientes, unido a la relativa facilidad con la se quiebra este material, hace que las raíces penetren de forma profunda entre las capas para absorber lo que necesitan. Este largo contacto con materia inorgánica es lo que provoca lo que se conoce como “aroma mineral”, sinónimo de terroso, ferroso o pedregoso. 

Es tan importante la influencia de la pizarra que sedujo al genio Álvaro Palacios y a su sobrino Ricardo y les llevó a crear joyas en las tierras bercianas con este componente. Un ejemplo magnífico es Villa de Corullón, una maravilla que exhibe la complejidad de este terruño a través de sus infinitas capas aromáticas.

Calcáreos: precisión y salinidad

Protagonista de los suelos de algunas de las regiones vinícolas más deseadas del mundo como Chablis, Champagne y, en nuestro país, Jerez, la piedra caliza es la enigmática materia que muchos buscan para dotar a los vinos de verticalidad y longevidad y una brillante personalidad

Esta roca sedimentaria se adapta perfectamente a las necesidades de la viña: gracias a su porosidad drena el exceso de agua y, al mismo tiempo, retiene la cantidad necesaria. Además aporta mineralidad, salinidad y una estupenda acidez.

Un perfecto ejemplo para sentir su cautivadora presencia se encuentra en el champagne Delamotte Blanc de Blancs, una de las perlas de esta histórica casa: elegante, preciso, seductor y con un final salino que deja un recuerdo imborrable.

Volcánicos: rusticidad y singularidad

Compuesto por lava fría y solidificada, este tipo de suelo es muy especial y perceptible. 

Además de una gran capacidad para retener el agua, lo que permite a las viñas sobrevivir durante los períodos más secos, su color oscuro captura el calor durante el día y ayuda a la gradual maduración de las uvas cuando bajan las temperaturas durante la noche, vital en zonas en altitud. No obstante, lo que hace realmente especial a estos suelos es su alto contenido en minerales y especialmente de hierro en su composición, lo que dota a los vinos de aromas ahumados, terrosos y férreos.

Los vinos de Lanzarote son un perfecto ejemplo de está mágica química. Sus viñedos están cubiertos por lo que llaman picón (ceniza volcánica), que cubre la superficie de la isla y que proviene de la erupción del Timanfaya en 1706
Para vivir esta experiencia con tu paladar te recomendamos El Grifo Tinto Colección. A partir de cepas sobre formaciones basálticas antiguas, este tinto ofrece un perfil suave, ligero y amable, así como un abanico aromático que captura el alma de la isla.

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Salmantina trotamundos con el corazón entre España y Canadá. En 2010 me licencié en Comunicación Audiovisual y posteriormente cursé un Máster de Guion donde aprendí los entresijos de lo que más me gusta, escribir historias. Después de trabajar en varios medios de prensa y televisión, en 2014 me fui a vivir a Toronto por amor y allí sentí el otro gran flechazo de mi vida: el mundo del vino. Cuando volví en 2019 a España trabajé de sumiller hasta que en 2021 tuve la oportunidad de entrar en Bodeboca, donde por fin uní mis dos grandes pasiones: redactar historias y vivir el vino en primera persona. Además, me encanta el cine clásico, la gastronomía y viajar.