Un enclave a 1.373 m de altitud, situado en las estribaciones la Cordillera Subbética, al noroeste de la Región de Murcia, es el punto de partida de un proyecto que surge por la locura de dos cuñados y sus respectivas esposas. [break]
Inazares era un caserío, reducto Bereber de la época de la Reconquista, completamente aislado y anclado en la España de los años 50, cuando llega José Andrés Prieto junto a Ángela Pino para hacer un retiro espiritual.
En el año 2006 su inquietud le llevó a adentrarse en el mundo del vino. Sin ningún conocimiento previo, se marchó a Vinitech Burdeos cargado con unas analíticas de suelos y unas fotografías en busca de conocimiento. Allí coincidió con Pépinières Mercier que vio un gran potencial en lo que José Andrés llevaba.
Tras 7 años de plantar, replantar y replantar, vallar la finca para protegerla de la fauna silvestre, poner redes para proteger del granizo y del ataque de los estorninos, finalmente se incorpora al proyecto la enóloga María José Fernández Llamas quien desde entonces pilota el proyecto con gran entrega y dedicación.
En estos dos últimos años se han dedicado a construir la bodega. Se trata de un concepto modular diseñado para crecer con el viñedo y el proyecto. Siguiendo una filosofía de mínima intervención y de compromiso con la sosteniblidad, el diseño de la bodega se basa en contenedores marítimos reciclados que revestieron con corteza de pino Laricio, una especie endémica del entorno natural. (Inazares se encuentra dentro del espacio de la Red Natura 2000 de la Región de Murcia).
La tipicidad de cada una de las variedades plantadas en la viña viene marcada por el suelo, las condiciones del entorno y los fenómenos meteorológicos extremos. Las levaduras son las que aporta el entorno salvaje de bosque mediterráneo salpicado de pastos, matorrales, enebros, sabinas y encinas y especialmente de plantas aromáticas como el tomillo, el romero, la lavanda, salvia, mejorana, entre otras. Un pequeño rebaño de Oveja Segureña pasa el año pastando en la montaña y trae al viñedo, cada año, las esporas y levadura que recogen en un entorno de 800 hectáreas.
El viñedo se desarrolla en condiciones de gran estrés, no solo por la pobreza y lo intrincado del suelo, sino por el tipo de conducción, la densidad de plantas y una poda corta que mantiene la planta en un equilibrio estrecho para que logre sobrevivir. El resultado de tanto estrés son unos pequeños racimos de 25 a 175 gramos, prietos, de uvas muy pequeñas que trasladan la mineralidad y la tipicidad al vino.