Bellos en su imperfección. Así son los espumosos de Pepe Raventós en la Conca del Riu Anoia, una región que guarda secretos de hace dieciséis millones de años. [break]
Fue un cuadro de Miró, La Masía, lo que inspiró a Pepe Raventós a hacer las maletas en Nueva York para volver al origen con toda su familia y empezar a elaborar sus propios vinos.
Con 21 generaciones dedicadas a la vitivinicultura a sus espaldas, la de Pepe Raventós es una de las sagas con mayor tradición documentada dedicada al cultivo de la vid y la elaboración de vino. Algo que él confiesa no haber sentido como una losa, sino todo lo contrario, ha sido el gran motor de vida que le da sentido a su trabajo.
Sin habérselo planteado deliberadamente, lleva años revolucionando en voz baja el panorama de los espumosos españoles con vinos que hablan por sí solos y van más allá de modas, comparaciones odiosas o prejuicios.
Su mirada está puesta, desde el principio, en lo local como valor máximo de un proyecto de vida enraizado en el origen. Su obsesión es la de recuperar el organismo granja como epicentro de un viñedo que trabaja desde la máxima naturalidad, para encontrar en bodega la expresión más auténtica posible del terruño.
Si hay un mantra que representa la filosofía de Pepe Raventós es aquello de “si te gusta el vino espumoso afrutado pídete un champagne, pero si te gusta la mineralidad en un vino pídete un Conca del Riu Anoia”. Hablar de mineralidad aquí, es hacerlo de un sentido de lugar, al que se nace y al que se pertenece.
Cuando los animales que trabajan el viñedo, el agricultor y la planta se integran en un todo y conforman un mismo ecosistema, el vino entrega su máxima expresión; nos trae recuerdos de cuando este punto en el mapa era un lugar lleno de vida marina en el que hoy, el significado de lo mineral está más cerca que nunca de lo milenario.
La familia Raventós ha vivido en esta finca, como mínimo, desde 1497. Veintiún generaciones trabajando la misma tierra con un microclima concreto, marcado por el río, un lago,