Forlong

Catas un vino y no paras de sorprenderte. Entonces quieres saber todo sobre él y es como una madeja de lana. Tiras del hilo y encuentras una serie de sorprendentes hallazgos. [break]

Esto es lo que nos ha pasado con Forlong. Prácticamente con todos sus vinos, se trató de una sucesión de bocas abiertas. Es ahora mismo el proyecto que pulveriza cualquier idea previa que se tenga sobre lo que se puede hacer en Cádiz en materia de vinos.

No sólo porque tengan un tinto sobre albariza con una Tintilla de Rota. O un blanco de una Palomino elaborada como un vino naranja. Alejandro Narváez y Rocío Áspera, la joven pareja creadora de este proyecto, desmontan utopías a base de bien con cada uno de los vinos que presentamos en esta Venta Privada.

Se puede dejar un trabajo, dos en este caso, e hipotecarse para cumplir aquello que parecía un sueño. Alejandro y Rocío ayudaron un día a plantar un viñedo, un olivar y algunos frutales en la finca que como hobbie compró el padre de Rocío en 2007. La uva como una curiosidad pasó dos años después a convertirse en un vino. Fue la mecha para que ambos decidieran ponerle nombre a una intuición: Forlong. Se formaron, hicieron prácticas en sendas bodegas, incluida la famosa Smith Haut Lafitte y se lanzaron a la piscina sin salvavidas.

Se puede además hacer algo muy diferencial en el Puerto de Santa María. Se pueden elaborar blancos basados en una Palomino fino y que no sigan los designios de una denominación con cientos de años de historia. Se puede aprovechar la cercanía al mar y la pureza de la albariza, con un viñedo que se separa solo 15 kilómetros del mismo y que se impregna del salitre de una noche veraniega de poniente. Pura salinidad y tiza.

Se puede rizar el rizo y hacer algo totalmente inédito. Un rosado que despierta los sentidos basado en una Cabernet sauvignon de Cádiz. Que juegue al trampantojo y parezca ligero por su tono de piel de cebolla pero que en boca sea espectacularmente untuoso y glicérico.

Se puede además hacer algo original con las etiquetas, diseñadas por una joven ilustradora, Con los corchos, que contienen el poema de Walt Whitman "canto a mí mismo" y que es un guiño al que se bebe el vino o con las cápsulas que juegan con el avatar de un dios japonés del viento. Aires nuevos, que soplan a contracorriente. Y que nos sorprendieron de tal forma que no hemos dudado en compartirlo con vosotros. Conviene dejarse arrastrar por este vendaval.