Todo empezó con el reparto de tierras de una herencia de su abuelo. Un hombre de oficios nobles que veía la viña como una pasión pero que nunca se animó a elaborar su propio vino. [break]
Beatriz y su madre recibieron justo el cachito de tierra que no estaba plantado con viñas en el Paraje de Cantarranas y como a las dos les gustaba el campo decidieron plantarlo con la idea de trabajar la viña al estilo de La Seca: vendiendo posteriormente la uva a bodegas.
En 2008 Beatriz coge una furgoneta, unas cajas de fruta y unos amigos “engañados” - como ella misma cuenta - y elabora su primer vino: era una barrica de Verdejo.
La sorpresa llegó cuando probó esa barrica. Era algo completamente diferente a lo que podías encontrar en la zona. Era el Verdejo que deberíamos conocer y que la industrialización nos niega. Con esa maravillosa barrica sacó 350 botellas que prácticamente en su totalidad fueron a parar a manos de alemanes y japoneses.
Al año siguiente, en 2011, ya tenía dos barricas y algunos de esos vinos se quedaron en España. En septiembre de 2012 Beatriz vuelve a La Seca, alquila un garaje y con 14 barricas sienta las bases del proyecto más singular de Verdejos que hemos encontrado en mucho tiempo. Cuatro vendimias después, la nave que alquiló de 200 metros cuadrados en Medina del Campo ya se le ha quedado pequeña.
En esta historia que es entrañable y exitosa a la vez un dato es clave. La Verdejo del Barco del Corneta no es la que todos presuponemos. Es de hecho la Verdejo que conquista irremediablemente a un escéptico, la que nos hace cambiar de opinión sobre una vilipendiada variedad, la que nos hace preguntarnos cómo alguien en tan poco tiempo puede entregar un blanco tan singular y tan complejo como el que nos encontramos al descorchar Barco del Corneta 2015. Dijo Luis Gutiérrez en su reseña para Parker que era uno de los mejores Verdejos del mercado. Nosotros pensamos que igual se ha quedado corto.
Beatriz tiene más vinos y todos tienen algo especial. Su primer tinto es de Arribes del Duero y está elaborado con la desconocida variedad Juan García. Otros blancos, aún más sorprendentes, completan su muestrario. Queremos que a Beatriz Herranz le vaya muy bien y que pueda seguir entregando vinos tan inolvidables. Volvemos una y otra vez a enamorarnos del vino por proyectos como el suyo.
Beatriz Herranz recuerda de su niñez el viñedo de su abuelo, al que no llegó a conocer. Una viña en Cantarranas que muchos años después heredaría su madre y que la llevaría de vuelta a La Seca.
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