No queda más que rendirse ante el virtuosismo de este icono mundial. Álvaro Palacios es un nombre que no puede faltar nunca en tu bodega. [break]
Si no has tenido el gusto de probarlo antes, empieza con Camins del Priorat, un tinto que recopila todos los atributos de la casa: pureza, misticismo y unas sensaciones que no se pueden contar, se tienen que vivir. Si ya lo conoces, debes saber que solo nos quedan las últimas gotas de Finca Dofí, Les Aubaguetes y del mítico L'Ermita.
Mágico momento el que tuvo lugar en 1989. Hay que tener algo más que intuición para soñar que en un recóndito paisaje catalán se podían elaborar unos vinos que mirasen de tú a tú a algunas de las mejores referencias del mundo.
Con este texto queremos que conozcas parte de la historia y revolución que supuso este proyecto en el panorama internacional, y que a día de hoy sigue con el mismo vigor y excelencia que en su momento de ‘boom’ mediático.
Álvaro Palacios tenía todo a su favor para llevar una vida tranquila alrededor de la bodega familiar de Rioja, pero sus ganas de crear no tenían límite. Y hablamos de crear porque la semilla que se generó en su interior durante los años de estudio que pasó en Francia despertaron en él un irrefrenable deseo de conseguir un gran vino.
Para llevar a cabo esta aventura eligió un rincón de Tarragona situado en el corazón del Priorat, zona por aquel entonces olvidada que habría quedado en el ostracismo si no fuera por personajes del vino como él y otros románticos aventureros.
Gratallops es el epicentro en el que este terremoto explotó en los noventa. Un lugar que debes grabar a fuego en tu imaginario porque en sus características y pronunciadas laderas se cultivan unos viñedos llenos de historia y magia.
El tiempo les dió la razón. Bueno, el tiempo y la crítica internacional, que no dudó ni un segundo en darse cuenta de que algo importante se estaba cociendo. Desde los comienzos vieron que referencias como Finca Dofí tenían esa chispa de las grandes etiquetas del mundo, razón por la que llevan cosechando puntuaciones estratosféricas durante más de dos décadas.
Las variedades base de cada creación son la Garnacha y la Cariñena, que cuentan con una personalidad única y resultan muy diferentes en comparación con las mismas uvas cultivadas en otros territorios.
La exuberancia y belleza que transmiten desde el mismo momento en el que se sirve en la copa, como un río lleno de vida y color, hasta que finaliza su paso por boca es algo glorioso. Una auténtica experiencia sensorial para todos los que amamos el vino.
Álvaro Palacios, con una filosofía y personalidad enraizada en la espiritualidad, la cultura y la tradición, llega en 1989 a Gratallops y se enamora del paisaje místico del cultivo de la vid.