Weingut Steinmetz

Si la Riesling fuera una persona, sería el friki de la escuela. Una tremenda complejidad interna lo convierte muchas veces en el gran incomprendido. [break]

Luego, por fortuna, como sucede con todos esos “genios” que fueron tildados de frikis en la infancia, logran con los años despegar y convertirse en grandes. Así sucede con los rieslings del Mosela.

De pocos vinos blancos se puede decir sin titubear: sírvalo cualquier día de la próxima década. La columna vertebral de un Riesling elaborado en esta peculiar esquina del planeta es su gran acidez y también, la pizarra descompuesta en cuatro colores, azul, marrón, gris, rojo, originada en el periodo Devónico. Un suelo rico en lutitas y hierro que deja una extraordinaria impronta mineral en los vinos.

Es posible también que Stefan Steinmetz, el enólogo y propietario de la bodega que hoy estrenamos, fuera tildado de “friki” por tener 18 años y la seriedad suficiente para ponerse al frente de un negocio familiar que había comenzado en el 1900.

El joven Stefan además, hizo tres cosas interesantísimas, justo las que haría un genio incomprendido. En primer lugar, se dedicó a adquirir las mejores parcelas de los sitios menos conocidos de la famosa ladera del Juffer y los trajo de vuelta al mapa. Luego, simplemente dejó que el vino se hiciera a sí mismo, con una viticultura orgánica y una elaboración cero intervencionista en la que se prohíbe cualquier tipo de aditivo.

La última, conquistó al catador de Parker para Alemania, y sus vinos tienen algunas de las puntuaciones más altas en Mosela. Y lo hizo siendo prácticamente un desconocido en su propio país. Si eres un buscador de pepitas de oro y si te mueres por comprobar lo que puede dar de sí un gran blanco, la densidad, acidez, frutosidad y mineralidad que se pueden encontrar en una sola botella, tírate de cabeza a este estreno sin salvavidas.