Günther Steinmetz

Stefan Steinmetz es una especie de genio loco que encontró en las montañas del Mosela su hábitat natural, donde elaborar algunos de los mejores vinos de la región. [break]

Con tan solo 18 años, Stefan Steinmetz se puso al frente de esta bodega, definió el estilo de sus vinos y la proyectó hacia el futuro hasta convertirla en una de las más aclamadas y queridas de la zona.

Después de haber sabido localizar las mejores parcelas y trabajarlas de la manera más natural posible, Stefan logró traer al mapa los sitios menos conocidos de la famosa ladera del Juffer. Luego, simplemente dejó que el vino se hiciera a sí mismo.

A pesar de encontrarse en uno de los puntos límites para el cultivo de la vid, Steinmetz tiene a su favor factores que obran el milagro: escarpadas laderas orientadas al sur para proteger los viñedos de los fríos vientos del norte, la proximidad a la corriente fluvial, que atempera la enorme oscilación térmica de la montaña, y, por último, la pizarra del suelo, que se calienta con rapidez y mantiene el calor durante la noche. 

Con sus tesoros enológicos conquistó a Parker y a Suckling. Este último calificó sus vinos como "deslumbrantes" y dijo de ellos que "te quitan el aliento y te expanden la mente". De alguna manera, los de Steinmetz son vinos que te llevan al fin del mundo y luego te permiten mirar hacia atrás, para percibir los misterios geológicos de su origen.

La columna vertebral de un Riesling elaborado en esta peculiar esquina del planeta es su gran acidez y, también, su extraordinaria impronta mineral, que debe a la pizarra descompuesta en tres colores (azul, gris, rojo) y procedente del periodo Devónico, en un suelo rico en lutitas y hierro. Motivos suficientes por los que podríamos decir sin titubear aquello de "sírvalo cualquier día de la próxima década".