Situada en Montfrin, a medio camino entre Aviñón y Nimes, la finca Saint-Étienne goza de un terroir excepcional."Fac et spera" es el lema familiar.
De esa máxima se desgrana el respeto por la tierra de unos viticultores apasionados, que luchan por elaborar vinos de calidad de un modo sostenible.
Montfrin es un lugar repleto de historia y con una tradición vinícola milenaria. Romanos y templarios poblaron estas tierras, convirtiéndolas en lugares de culto al vino. Fue Michel Coullomb, enólogo nativo de Montfrin, quien, en 1988, creó este dominio, bautizándolo como Saint-Etienne, en homenaje al santo patrón del pueblo de Montfrin. La finca fue comprada por M.Chapoutier en agosto de 2017
El área de producción del dominio supera, a día de hoy, las 25 hectáreas. El terroir en el que se ubican posee características muy positivas, que favorecen el cultivo de uvas de primera calidad. El suelo, compuesto de cantos rodados en la superficie y de arcilla roja en la profundidad, ayuda a mantener una reserva de agua considerable, necesaria para el progreso adecuado del ciclo vegetativo de la vid.
Las variedades de uva cultivadas en la finca son Syrah, Garnacha negra, Marselan negra, Cariñena, Roussanne y Clairette. Las edades de los viñedos son muy diversas, pues oscilan entre los 15 y los 60 años. Estos viñedos recibieron la certificación ecológica en 2013, aunque son cultivados de forma sostenible desde 2010. El respeto al medio ambiente se ha convertido, así, en una de las prioridades de esta bodega.
La mayoría de las parcelas de viñedo se encuentran en un lugar llamado "Molières”. La leyenda cuenta que el famoso dramaturgo francés Jean-Baptiste Poquelin se habría inspirado en ella para elegir su nombre artístico, "Molière". Se dice que en una de las paradas que hizo su compañía de actores en el pueblo de Montfrin, durante una noche de embriaguez a causa de sus vinos, el dramaturgo se enamoró perdidamente de su futura amante, la actriz Madeleine Béjart.