Viajar a Islay es uno de esos lujos que hay que darse, al menos, una vez en la vida. Pero por lo pronto podemos sentir el calor de la turba gracias a Laphroaig.[break]
La destilería es una de las decanas en este rincón escocés. Hoy te traemos varias de sus etiquetas icónicas para que puedas disfrutar de un enclave absolutamente único e irrepetible.
Porque cuando uno llega a Islay, la sensación es de estar en un lugar casi inhóspito. Entonces te cuentan que son apenas 3.000 los habitantes de la isla y que, en su mayoría, están vinculados de forma directa o indirecta al universo del whisky. También te hacen saber que un manto negro se expande por debajo de la tierra, provocando esos baches que has sentido con el coche en la carretera; es la turba, que lo inunda todo.
Y es sobre esta materia orgánica que se construyen los cimientos de la destilación de Islay. Con el calor que desprende al ser quemada se frena el malteado de la cebada, y con el humo que se genera se le aporta el matiz tan característico de los whiskies de la zona. Es algo que ya nunca olvidas y que, si te gusta, te atrapa para siempre.
En esa espiral de disfrute es donde entras cuando te encuentras con una de las botellas de Laphroaig. Con más de 200 años de historia a sus espaldas, la casa continúa en la misma ubicación donde fue fundada, a los pies del mar. Hoy es un auténtico referente en lo que al estilo de Islay se refiere: humo a raudales, un matiz ligeramente vegetal y un recuerdo yodado que nos invita a pedir más. Te invitamos a que te pongas cómodo y que, cuando te sirvas una de estas delicias lo tomes como un autorregalo; quizás Islay no esté a tiro de piedra, pero con Laphroaig el viaje y el disfrute están más que garantizados. Slàinte.
Reconocida por elaborar algunos de los mejores Single Malt de Escocia, tiene su origen en 1815 y su sede se ubica en la costa sur de la isla de Islay. Fue fundada por Donald y Alexander Johnston y perteneció a la misma familia durante 139 años.
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