Cuevas de Arom

Ser profeta en la tierra de uno mismo no es fácil. Que se lo pregunten a tantos artistas o científicos que tuvieron que irse para triunfar.[break]

Existe, sin embargo, un pequeño grupo de privilegiados que bendicen aquello que tocan. Fernando Mora Master of Wine (MW) es uno de ellos y vuelve a obrar el milagro en su tierra a través de Cuevas de Arom.

Allá por 2008, cuando el enólogo se encerró en su garaje para elaborar sus primeros vinos como si de una cueva se tratase, bautizó a su primera creación como Arom, su apellido escrito al revés. Inspirado en estas primeras veces que tantas alegrías le han traído, y en colaboración con Bodegas San Alejandro, surge este proyecto en el que la Garnacha vuelve a estar en el epicentro.

Los pilares sobre los que se sustenta son toda una declaración de intenciones: viticultura orgánica y sostenible, viñedos viejos situados por encima de los 800 metros de altitud y suelos de pizarras y cuarcitas. La Garnacha que entrega esta tierra se lleva a un pequeño espacio dentro de la bodega en el que Fernando trabaja sin corsés, lejos de reglas preestablecidas.

Así, la magia de la vinificación comienza con el pisado de la uva, que pasa a fermentar a depósitos de cemento, limitando el uso de barricas a lo estrictamente necesario para mantener la pureza varietal. La imaginación, que no la improvisación, también juega un papel fundamental en la crianza de estos vinos: cemento, madera y barro son los materiales en los que descansan sus tintos. 

Paso a paso, prueba a prueba, el vigneron aragonés ha conseguido unos vinos parcelarios en los que la acidez, la frescura y la tensión son las protagonistas. Una versión de la Garnacha menos habitual que ya nos ha cautivado no solo a nosotros, sino también al público y a Luis Gutiérrez, que ha tenido a bien darles su bendición con muy buenas puntuaciones.