Al buen tiempo, vinos frescos. Y si existe uno que hemos catado últimamente y que responde a esa premisa, esa es La Bicicleta Voladora, el Rioja del creador de Quinta Milú: Germán R. Blanco. [break]
“¡Queremos vinos frescos, fluidos y verticales! ¡Elaborados con uvas felices y sin madera!”. Esa es la filosofía de Germán, una premisa que ha seguido desde el principio en su Bierzo natal y en Ribera del Duero, y que ahora traslada a Rioja para la segunda añada de esta Bicicleta Voladora, que puede presumir además de un precio muy asequible.
El nombre de La Bicicleta Voladora viene de lejos. En concreto es una marca que el propio Germán registró hace más de diez años, porque… “¿A quién no le atrae la imagen de una bici que vuela?”, pensó. Así que en cuanto tuvo la posibilidad de asociarla a uno de sus vinos, lo hizo.
Sin embargo, en este tinto lo que sorprende no es únicamente su nombre; sino también su composición, su zona de origen, su filosofía ecológica y su tipo de crianza. Pero vayamos por partes…
La Bicicleta Voladora busca ser, ante todo, un homenaje al Rioja más tradicional. Por eso para su elaboración se utilizan dos de las principales uvas de esta D.O: la tinta Tempranillo y la blanca Viura. Se vinifican conjuntamente con una leve maceración y se obtiene con ello un vino tinto de capa muy baja, ligerísima.
Podréis pensar que para conseguir estas uvas, Germán se sirve de las subzonas más prestigiosas de Rioja. Pero no, de hecho, la materia prima para este vino se obtiene de viñedos pertenecientes a la D.O. Rioja aunque situados dentro de Comunidad Foral de Navarra, lo que da a la aventura un toque de “morbo”, según su propio creador. Morbo porque se trata de una subzona más conocida por su cantidad que por su calidad, algo que él trata de suplir con mucha ilusión y con la colaboración de Javier Colio, uno de los enólogos que mejor conocen la zona.
Cuando llega el momento de la crianza, Germán no quiere ni oír hablar de la madera, por eso busca envases que microoxigenen el vino sin aportarle sabor. Ese es el motivo por el que apuesta por los depósitos de cemento y por los huevos de polietileno. Ambos facilitan la obtención de un vino “sin el maquillaje de la madera”, como a él le gusta decir. El resultado es el desado: un vino joven, ligero, fresco, facilísimo de beber y que aspira a convertirse en uno de los tintos más divertidos y deseados del próximo verano.
Germán R. Blanco es un viticultor inquieto, preocupado porque sus vinos reflejen minuciosamente la tierra de la que proceden. Impulsado por este afán de retratar el terruño, Germán ha creado proyectos en Rioja, Ribera del Duero y en León.
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