Admiración, devoción, fervor. Todo se queda corto al describir lo que siente esta familia por la Tempranillo ribereña. [break]
Ese nivel de compromiso con el viñedo es lo que ha llevado a Tinto Figuero a colocarse entre las grandes bodegas de La Horra. Una dedicación en cuerpo y alma que ha traspasado los límites generacionales y que llena los corazones de sus incontables adoradores, quienes esperan ansiosamente cada año para volver a sentir su encantador hechizo.
Criado entre las cepas de sus abuelos, José María García forjó desde niño una conexión con el viñedo, algo que inculcó a la familia que más tarde formó con Milagros Figuero. De este vínculo, además del cuidado y el respeto por la tierra, nace un proyecto que no para de sumar seguidores asentado en unas uvas de calidad excepcional. Tanto, que las bodegas más influyentes de Ribera del Duero se las compraban hasta el año 2001, cuando decidieron emprender su propio camino.
Es esta dedicación por lo suyo lo que marca la diferencia en unos vinos que ya tenían todos los ingredientes para convertirse en obras maestras. Sus viñedos disfrutan de una ubicación tan complicada como idónea para la vid, con un clima extremo de inviernos fríos y veranos secos y calurosos, además de una gran altitud que permite mantener una óptima acidez. Así, con mimo y mucho afán, han llegado a donde están hoy. Porque elaborar buenos vinos no es difícil, lo complicado es crear uno inolvidable.
En el pueblo de La Horra, a 802 metros sobre el nivel del mar, se encuentra Viñedos y Bodegas García Figuero.
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