Viña Meín

Javier Alén, que tenía la edad de Fernando García y Daniel Landi cuando fundó Viña Meín, nos cuenta divertido cómo los chicos de Comando G han revolucionado su bodega en Ribeiro. Sobre todo el viñedo, ¿eh? – insiste. [break]

Depósitos de acero inoxidable que se van, fudres y depósitos de hormigón que llegan: la revolución en la apacible ubicación orensana de la bodega ha sido total. Toda esta marabunta que ya se prolonga tres años ha traído muchos cambios, el viñedo se ha reestructurado y se ha iniciado su manejo dentro de las premisas de la biodinámica. Las parcelas y variedades se vinifican por separado. Ha habido un gran antes y después de la llegada de este particular comando a Viña Meín. La “savia nueva” podría decirse.

La botella borgoñona se ha generalizado para todos los vinos, que a su vez se han vestido con nuevas etiquetas, diseñadas por la hija del propio Javier Alén. La familia de vinos ha crecido, dando cabida a los vinos de finca de los que os presentamos dos: Tega do Sal 2014 y Tinto Atlántico 2014. Dos vinos que ejemplifican nuevas formas de entender el Ribeiro, una nueva vía abierta que pone en valor tanto la parcela, con sus suelos, como lo diferencial de las uvas con las que se elabora. Y si la revolución en el viñedo es grande, no lo es menos en bodega, donde las técnicas de elaboración buscan minimizar el peso de la barrica usando fudres y toneles usados. El Tinto Atlántico se elabora prensando la uva sin despalillar, por ejemplo. Comando G expande así en Galicia su ideario vinícola llevado a cabo en sus proyectos en Gredos.

La bodega sigue haciendo su Viña Meín clásico, mezcla de las variedades blancas de las que disponen: fundamentalmente de Treixadura, pero también con Torrontés que aporta estructura, la Loureiro que destaca por sus aromas y otras uvas tan minoritarias y escasas como la Lado, de la que destaca su aporte mineral. Quizás porque en toda revolución exitosa hay que respetar lo que ya se estaba haciendo bien.