Pazos del Rey

Conocida como “La Cenicienta gallega”, Monterrei es una de las más pequeñas denominaciones vinícolas de España y, desde luego, la más desconocida entre las gallegas, aunque sus 467 hectáreas esconden tesoros como Pazos del Rey. [break]

Esta bodega, que pertenece al grupo Avanteselecta desde 2007 (Nora, Viña Nora, Dominio de Atauta, Obalo…) no es ni mucho menos una recién llegada a la zona, ya que su fundación en 1965 supuso el germen de la D.O.

Pazos del Rey fue concebida en su origen como una cooperativa a la que acudían la mayor parte de viticultores de la región, quienes llegaron a aportar 4 millones de litros de mosto en los años 80. Era una época en la que Pazos del Rey empleaba hasta 600 personas, lo que suponía un auténtico pulmón económico para la comarca.

Tras unos años de declive, se volvió a un concepto de bodega mucho más pequeña, primando la calidad por encima de la cantidad. Por ello, en los 90 se construyó un pequeño edificio con la última tecnología para facilitar la elaboración de vinos destinados a un mercado más exigente. Ya a partir de 2007, y con el apoyo de Avanteselecta, se ha convertido en una bodega-boutique de la que salen vinos con una personalidad muy marcada.

Actualmente, los vinos de esta casa son un fiel reflejo de la singularidad de la región, una gran desconocida para muchos aficionados. Para todos ellos, diremos que Monterrei es una D.O. muy peculiar, ya que es la única demarcación vinícola gallega cuyo territorio pertenece a la cuenca del Duero, sin perder por ello la influencia oceánica que tienen las demás, razón que le sirve de aval para el cultivo de variedades tintas como la Mencía. La denominación, que cuenta con solo 24 bodegas adscritas y un legado vinícola que se remonta a los romanos, cuenta con una importante diversidad de suelo que unida a los microclimas en sus laderas se refleja en vinos con una gran complejidad.

Pazo de Monterrey Godello es un asequible blanco con una crianza parcial sobre lías, delicado y fresco, pleno de evocaciones florales y notas de fruta blanca que se alargan en la copa conservando la frescura típica de las uvas atlánticas. Lo mismo ocurre con su tinto, Sila Mencía, un vino que como curiosidad os diremos que fermenta en “bañeras” abiertas de 5.000 kilos para aumentar la superficie de contacto entre el mosto y el hollejo facilitando con ello la extracción de color. El resultado es un vino en el que predominan los aromas de fruta roja y minerales, con una textura muy aterciopelada en boca y una logradísima acidez.