Si llevas tiempo con nosotros sabrás que lo que más nos gusta es sorprender y maravillar a partes iguales. Con este proyecto, nos hemos coronado. [break]
Hace un tiempo nos reunimos en nuestro comité de cata para disfrutar de los vinos de esta bodega prioratina. No pintaba mal, un proyecto de culto, buenas puntuaciones y una relación calidad-precio inmejorable. Pero nadie nos preparó para que se nos erizase la piel de la manera en que lo hizo. Hoy te presentamos Mas Alta, la bodega que nos enamoró y que hará lo propio contigo.
Cómo nos gusta lo que nos encanta, y traerte proyectos del calibre de Mas Alta es algo que adoramos. Esta bodega de Vilella Alta es una reciente adición a nuestro catálogo, pero su camino comenzó mucho antes, en 1999, fruto de la unión de dos familias belgas que cayeron rendidas ante este terruño catalán.
La brillante llicorella, la Cariñena y la Garnacha, el clima mediterráneo, los escarpados paisajes, su buena gente y su rica historia. Todo ello encandiló a los Lambrecht y a los Vanhoutte cuando pusieron un pie en Priorat. Y todo ello se siente simplemente acercando la copa a la nariz con estos vinos. Son puro terroir, pero de verdad.
Y no es para menos, pues todo el esfuerzo de Mas Alta se centra en la mínima intervención posible, dejando que cada vino cuente lo que tenga que contar. Sobre su viticultura amable, sostenible y manual; sobre su vinificación lenta y cuidadosa. Y así nacen tintos y blancos sinceros, que hablan a través de su inmensa profundidad, estructura y elegancia, y desde una frescura y carga frutal inconmensurables.
La lista de adjetivos calificativos es larga, y podríamos seguir hablando de ellos un buen rato, pero lo cierto es que estos no son vinos para ser contados, sino disfrutados. Pruébalos, la experiencia valdrá más que mil palabras.
El Priorat es un lugar mágico cuyo canto de sirena ha llamado a grandes viticultores de todo el mundo a elaborar vino en sus empinadas laderas. Las dos familias belgas protagonistas de esta historia también escucharon la llamada.