La historia de Karlos Arguiñano con el vino viene de lejos. Cocinero, amante de la buena mesa, ha recomendado infinitos vinos en las mesas de sus incondicionales comensales. [break]
Con un programa de cocina exitoso durante más de 25 años, un restaurante y una escuela de cocina, y añadiendo la legión de fans incondicionales de sus famosos libros de recetas, era de esperar que alguna vez se decidiera a profundizar en el mejor compañero de una buena comida: el vino.
Como buen vasco, le tiró la tierra. Pero no lo hizo como un famoso al uso que solo pone su cara mediática. Karlos Arguiñano se asoció junto a varios de sus amigos, todos compañeros de la sociedad gastronómica en la que todos los viernes se sentaban para comer y beber bien y se buscó un terreno. Porque en su caso, primero fue la viña y luego la bodega.
El terreno lo tenía muy cerca, en la bonita localidad de Aia y tras plantar junto a Abel Aguirre 50.000 cepas de Hondarrabi zuri, el destino lo puso en contacto con un enólogo al que ya admiraba por los vinos que hacía. Lauren Rosillo (Sedella, Finca Valpiedra y Finca Antigua) se emocionó ante lo que vio allí y le propuso hacer un txakoli como nadie en Getaria haría.
Lauren quería mitigar la acidez propia de la variedad pero sin usar los métodos habituales y tecnológicos de la zona, por lo que pensó que la crianza sobre lías sería la mejor opción. Asimismo, pensaron que el carbono natural que conserva el vino tras la fermentación sería suficiente. Quería hacer un vino muy gastronómico por la evidente vinculación de Karlos a la cocina.
La apuesta fue acertada. Con Lauren Rosillo a bordo y un equipo de trabajo en viña y bodega en los que Karlos delega completamente la gestión - son sus socios y amigos - el proyecto de tener su propio vino se transformó rápidamente en la posibilidad de llevar el txakoli de su tierra a un terreno ocupado por otros blancos. K5 se parece más a un gran blanco de guarda que al típico txakoli de la zona. Puede estar en cualquier mesa sin ningún complejo por su versatilidad y profundidad.
Tanto así que en la entrevista que le hemos hecho para magazine nos dejó claro que bebe el K5 con todo, casi cualquier plato que se nos ocurran salvo la caza y las carnes rojas. Sus colegas cocineros se rifan su primera añada que ya lleva 6 años de vida y que ofrece placer a raudales. Karlos ama el txakoli y este proyecto es un hijo más que se sumó a los 7 que ya tenía. No es de extrañar, por tanto, que le dedique todo su amor y esfuerzo. En el único momento en el que se ha puesto serio sentenció: “llevo 6500 programas de cocina en la tele y creo que he demostrado que puedo jugar con todo salvo con la comida y la bebida”.
K5 se encuentra en el municipio de Aia, a 9 km. de Zarautz, en un enclave maravilloso situado a 300 metros sobre el nivel del mar y rodeada de espectaculares laderas de viñedo y de un bosque de castaños, robles y hayas.
De lunes a jueves de 09:30 a 18:30 y viernes de 09:30 a 15:30 (excepto festivos)
General: 91 198 12 37
Lu/Ju 09:30 a 18:30
Vi 09:30 a 15:30.
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