Gutiérrez de la Vega es una de las bodegas más afamadas de Alicante. Su maestría en la elaboración de vinos dulces es célebre, si bien sus tranquilos no se quedan atrás como podrás comprobar en la selección que te traemos. [break]
Desde la Marina Alta, concretamente del pueblo de Parcent y su entorno, con viñedos ubicados a 700 metros de altitud y muy cerca del mar, llegan las mimadas creaciones de una casa que atesora ya más de 40 años de defensa, aprendizaje y transmisión de su paisaje a través de lo que mejor saben hacer: vinos artesanos excepcionales que ponen en valor un legado ancestral.
Si algo caracteriza a la firma alicantina es su arduo trabajo con las variedades autóctonas. Fue Felipe Gutiérrez de la Vega, fundador de la firma a finales de los 70, el que inició este camino de búsqueda y desarrollo de tipicidades profundizando especialmente en la Moscatel. Su pormenorizado estudio le llevó a analizar todas las partidas posibles, vinificarlas por separado y alumbrar referencias tanto dulces como secas que ya forman parte del imaginario vinícola como las que integran la gama Casta Diva.
En la actualidad, es su hija y enóloga, Violeta Gutiérrez de la Vega, la que abandera esa filosofía centrando sus esfuerzos en la tinta Giró, uva protagonista de Imagine y Rojo y Negro. Cada uno de ellos ofrece una versión distinta gracias al tamiz de su terruño de origen, tierras blancas calizas, en el primero, y rojas arcillosas, en el segundo. La añada 2018 de ambos supone el aldabonazo definitivo para los tintos tranquilos de la casa.
"Mediterráneos pero siempre con una frescura propia de una Marina Alta que desemboca en el mar y que es como una isla", así define Violeta a sus vinos. Creaciones —por cierto siempre bien valoradas por The Wine Advocate— cuya originalidad y gusto van más allá del contenido:no en vano todas llevan el nombre de conocidas obras artísticas, licencia del propio Felipe Gutiérrez de la Vega, confeso amante de la literatura y la música. El arte de principio a fin en un círculo perfecto.
En los años 70, Felipe Gutiérrez de la Vega y su mujer Pilar se instalan en una antigua casa de campo de Jávea para retomar los antiguos viñedos familiares e impregnarse de la cultura de la Marina Alta.