Fuentes del Silencio

"En Herreros de Jamuz se elaboran vinos". "Es un proyecto nuevo asesorado por Raúl Pérez". Con estas dos frases ya habían captado toda nuestra atención. [break]

Sobre la mesa de cata varias botellas nos esperaban, pero primero había que situar en el mapa esta localidad, que no nos sonaba de nada. Caramelos para un comité de cata que adora los descubrimientos. 

Herreros de Jamuz está al sur de la provincia de León, muy cerca de La Bañeza, pero también de la frontera con Portugal. En un rápido vistazo de Google se encuentran muchas rutas de bicicleta de montaña, hermosos paisajes y alguna que otra noticia de señoras centenarias. Según wikipedia su población actual es de 47 habitantes.  

Lo que casi nadie sabe es que en Herreros de Jamuz hay viñas recuperadas de más de 100 años, algunas de ellas prefiloxéricas, de las variedades autóctonas Mencía y Prieto picudo. Cepas que crecen muy a ras del suelo, rastreras, por lo que trabajarlas resulta un acto de viticultura heróica.

Raúl Pérez ya conocía esta zona y sus posibilidades, por lo que no debió ser muy complicado involucrarlo en el proyecto. Una pareja, Miguel Ángel Alonso y María José Galera, fundadores de este proyecto, reivindican con su apuesta que el valle del Jamuz vuelva a ser una tierra de vino.

La creación de este proyecto, Fuentes del Silencio, no se trata únicamente de un trabajo de recuperación de viñedo, es todo un revulsivo en una zona abandonada, marcada por una población envejecida y poca actividad comercial.

Ubicada la bodega, la zona y el viñedo y teniendo en cuenta el trabajo que hay detrás de la recuperación de una tradición perdida, catamos los vinos. No es el Bierzo, no es Portugal, no es Galicia. La Mencía aquí tiene una personalidad definida por la climatología del monte Teleno y los suelos pardos, muy ácidos y con abundante piedra y materia silícea.

Pero la Mencía no está sola, se acompaña de la Prieto picudo (todavía una gran desconocida) y de la Garnacha tintorera, para entregar tintos que tienen algo de atlántico en su acidez y fluidez y algo de la exuberancia mediterránea en sus aromas.

Dos vinos que acompañados de un tradicional rosado de Pietro Picudo, definen una nueva zona – o más bien el resurgir de una zona – que puede entregar mucha diferenciación en manos de las personas adecuadas.