Nos encantan los proyectos familiares capaces de sacar adelante productos llenos de tradición y con mucha personalidad, y ese es el caso de los vinos de Félix Callejo. [break]
Los chicos que están al frente de esta bodega son José Félix y Noelia, miembros de la segunda generación de la familia que fundó esta casa en 1989. Ambos comparten la ilusión de hacer vinos sin prejuicios, potenciando las cualidades vitivinícolas de la zona más septentrional de la Ribera del Duero, alrededor de la pequeña localidad de Sotillo de la Ribera.
Los vinos de Félix Callejo se elaboran únicamente con uvas recogidas de viñedos propios, gestionados de forma ecológica previa identificación parcelaria en función de los suelos. En bodega se utilizan únicamente levaduras autóctonas, y para ello se sirven de las variedades que mejor se adaptan a la región, como es el caso de la tinta Tempranillo o la blanca Albillo, a la que le hemos dedicado un pequeño artículo en nuestro magazine Vignerons.
Esta filosofía de elaboración no fue recogida por Noelia y José Félix de sus antepasados, ni mucho menos, sino que supuso una revolución a las ideas que tenía su padre, Félix Callejo, cuando creó la bodega hace más de 25 años. De hecho, los dos hermanos nos han contado alguna vez que su padre tuvo que digerir algunas de sus propuestas con el tiempo.
Sin embargo, sí existe una base común que no se ha perdido entre una generación y otra. Félix Callejo padre siempre pensó que la zona de Sotillo era perfecta para elaborar vinos de calidad. Había que ponerlo en valor y diferenciarlo del resto de la denominación. El hecho de que sus dos hijos salieran a trabajar a bodegas del Nuevo Mundo o a una meca del vino como Pétrus, les dio la amplitud de miras necesaria para evolucionar el concepto original de su padre.
Os invitamos a comprobar esta evolución en la filosofía de los Callejo a través de El Lebrero, la novedad de esta Venta Privada, que se elabora únicamente con Albillo, una uva que está dando muchas alegrías a los elaboradores que la están trabajando con mimo y cuidado. Se trata de un blanco concebido para la larga guarda, elaborado como si de un tinto se tratase, maceración con pieles mediante. Pura untuosidad repleta de matices, para disfrutar ahora en verano o para guardar en la cava y abrirla dentro de unos años. La sorpresa está más que asegurada.