El Escocés Volante

En el corazón de las tierras aragonesas, algunos de los vinos más interesantes los elabora un escocés. Son las singularidades que muchas veces nos depara el mundo del vino. [break]

Resulta igualmente curioso que expresiones tan castizas como “Manda huevos” o “Es lo que hay” sean las elegidas por un foráneo como Norrel Robertson para dar nombre a algunos de sus vinos.

Norrel, conocido como El Escocés Volante, llegó a Aragón hace más de una década motivado por la buena ubicación de la zona en su continuo ir y venir asesorando bodegas de Francia y España, pero quedó tan prendado de las viejas Garnachas locales que decidió asentar definitivamente allí su propio proyecto de vida.

Ahora son los críticos más influyentes del sector los que han respaldado su apuesta por esta tierra con grandes elogios hacia su trabajo. Basta comprobar las últimas puntuaciones que Luis Gutiérrez, de The Wine Advocate, dio hace apenas un mes a sus vinos: 95 puntos para su Dos dedos de frente 2017, 94 para su Manda Huevos Caña Andrea 2016, o 94+ para el Cismático 2016, que os presentamos ahora por primera vez en Bodeboca.

Por supuesto, no nos podemos olvidar de los más asequibles de la colección, como Es lo que hay o La Manga del Brujo, que fue el primer vino que Norrel elaboró en Aragón allá por 2004. Ambos han superado la barrera de los 90 puntos Parker y se posicionan así como dos de los tintos con mejor relación calidad-precio de la región.

Todo estos vinos tienen una relación puntos-precio-placer realmente brutal, y además os confesaremos que en algunos casos el número de botellas disponibles es bastante limitado. Incluso vinos como Caña Andrea 2016 está ya agotado en bodega, por lo que esta será la única oportunidad a corto plazo de llevároslo a casa.

Norrel trabaja en diferentes localidades de la comarca de Calatayud como Villaroya de la Sierrra o Cervera de la Cañada, donde también se pueden contemplar espectaculares formaciones rocosas erosionadas que parecen castillos. Allí recupera viñedos viejos y planta otros de la mano de viñadores locales, lo cual le ha permitido un exhaustivo conocimiento de la zona, y a pesar de ello no veréis la tirilla de la denominación de origen en muchos de sus vinos.

El espíritu libre de Norrel le ha llevado por caminos no siempre amparados por las restrictivas normativas regulatorias de estos organismos. No es casualidad por ello que el nombre de sus vinos aluda a expresiones de sorpresa, frustración, desencanto o ruptura, aunque a tenor de sus últimas puntuaciones, intuimos que Norrel y su marca El escocés volante son ya un marchamo de por sí suficientemente reconocibles para el buen aficionado.