Increpado por una mujer que vendía décimos de lotería dijo Raúl Pérez, con su acostumbrada amabilidad, que no gracias, que no quería que le cambiara la vida. Fui testigo de este pequeño hecho en una cata reciente. [break]
Y rescato esta anécdota porque yo tampoco quiero que le cambie la vida a este hombre que logra hacernos amar aún más el vino. Porque hay algo distinto en cada una de sus botellas y porque los que ya conocemos esa impronta, difícil de precisar, no podemos dejar de pedir más.
Existen los vinos perfectos y existen los vinos técnicos y en estos dos grupos no se encuentran los de Raúl. La belleza es también imperfección y ningún vino inolvidable lo ha sido porque puso a todo el mundo de acuerdo, no. Los vinos con personalidad, esos que te dejan asombrado y pensando largo rato sobre su copa, son los que hace Raúl. Y con el mérito añadido de que aún así son muy disfrutables y placenteros.
Seguro que no todos comparten este fervor hacia Raúl y sus vinos y de hecho lo agradecemos, no hay tantas botellas como para satisfacer a tanta gente. Nosotros que hemos catado este año la añada 2016 en crudo (es decir, todavía en depósitos y en barricas, terminando de afinarse) y posteriormente embotelladas, en una cata con la que iniciaba estas líneas, nos hemos maravillado de la evolución de sus vinos. Hay en todos ellos un hilo conductor de sensaciones, matices, complejidades, mineralidad, verticalidad. Cosas que pides a un vino cuando estás en otro nivel.
Blancos como La Claudina, todo miel y nísperos, todo volumen, plenitud y largura. Tintos como Ultreia de Valtuille, elegantísimo, sedoso, fragante, racial. Sin olvidar su Saint Jacques, que en su añada 2017 vuelve a ofrecernos un trago fluido y juguetón, un vino que seguro logra cambiar el humor de cualquier velada, por su capacidad para encantar a la gente.
Que no le cambie entonces la vida al hombre que aún consagrado varias veces como uno de los mejores enólogos del mundo, es capaz de contar sus vinos desde la más absoluta humildad, escuchando, contándonos multitud de detalles sobre la tierra, la orientación o la sombra de las parcelas. Un hombre que ama lo que hace y que no quiere vivir de otra manera. ¿Cuánta gente puede decir lo mismo?.
Raúl Pérez es uno de los enólogos españoles más reconocidos dentro y fuera de nuestras fronteras. Nació en 1973 en Valtuille de Abajo y procede de una familia berciana de viticultores de toda la vida.