Viñas perdidas rodeadas de monte y bosque, un calor abrasador y unos vinos fantásticos. A inicios del verano nos bebimos un lugar y os lo contamos en esta Venta Privada. [break]
Ocurre una vez al año. Todo el equipo Bodeboca de visita en un viñedo. Este año le tocó a las garnachas de Canopy, un proyecto pequeño y cuidado que tiene en las viñas su activo más valioso.
Llegamos a la plaza de El Real de san Vicente y allí nos esperaba Alfonso Chacón, la mitad de Canopy. Moreno, grande, con botas de trekking y sombrero. Nosotros, mal acostumbrados a la ciudad y el asfalto, no íbamos tan preparados. Tras ingentes cantidades de protector solar y litros de agua a mano, iniciábamos el bonito camino que nos llevaría hasta sus viñedos.
Un recorrido cargado de anécdotas. Alfonso y su socio Belarmino Fernández pueden ser al mismo tiempo o muy directos o muy guasones. Digamos que la parte "más glamurosa" de ser bodegueros se las trae al pairo. Quitan hierro al papel fundamental que han tenido en este trozo de tierra limítrofe entre Madrid y Ávila, del que nadie hablaba hace años y frenan en seco cuando tienen una viña delante. Con ojos de niño explorador ante un tesoro, y se contagia.
Es el momento en el que más serios pueden estar: mirando sus cepas, calibrando el estado de las hojas, hablando de yemas, pulgares, suelos, podas. Nos dieron una clase magistral en cada una de las viñas que visitamos junto a ellos. Nos mostraban incluso, no sin cierta pena, viñas vecinas que poco o nada tienen que ver con las suyas.
Nosotros sólo íbamos de visita y tras dos horas de recorrido entre viñas ya estábamos muertos. No podíamos dejar de imaginar el ingente trabajo que supone cuidar y vendimiar estos viñedos todo el año. Cuando se vive esto, se beben los vinos con un cierto respeto. El mismo que le tienen personas como el catador para Parker Luis Gutiérrez cuando cató sus vinos un poco antes que nosotros. Llegaron buenas puntuaciones y a nosotros no nos extrañaba. Las garnachas de este par de irreverentes tienen magia.
Bodegas Canopy es un proyecto joven que nace en 2004 por iniciativa de dos amigos enólogos con personalidades muy diferentes, Alfonso Chacón Gil y Belarmino Fernández Bombín.